Capítulo 5.

140 5 0
                                    

Espera, ¿cómo? ¿Le ha ofrecido ir a su habitación a "dormir"? Hombre, la verdad es que no le importaría, pero no, no, no y no, de ninguna manera, acaban de empezar, bueno, ni si quiera sabe si están juntos,

-¿En qué estás pensando? No te lo habrías creído, ¿no?

-Eh no, no, claro que no. —Solo había sido una broma, nota como las mejillas le arden, ¡se ha debido de poner rojísimo! Pero ella le da un beso que lo tranquiliza.

Mario ha recibido el mismo mensaje de Claudia: Chicos, estoy en el hospital, venid por favor, os necesito. Jenni y Mario acuden corriendo, pero cuando entran, no hay nadie, está completamente desierto.

-Buah, esto parece una película de miedo.

-Calla Mario, que ya estoy bastante asustada como para que me digas eso.

-Yo estoy asustado por lo que le haya podido pasar a Claudia.

De repente oyen unos pasos que provienen de uno de los pasillos, es Claudia, pero va vestida con un camisón blanco, ellos suponen que se lo han puesto allí. Lleva algún que otro moratón en la cara y los brazos, no saben lo que le ha podido pasar, y en el momento que van a preguntarle, ella se para y mira hacia su derecha y comienza a hablarle alguien.

-¡No! ¡No lo haré! ¡Déjame en paz! ¡Vete!

Mario y Jenni están muy confundidos, no saben qué decir, ni si quiera pueden moverse. No se creen lo que está sucediendo. Pero en realidad, lo que Claudia escuchaba era a un chico moreno diciendo que mate a sus amigos. Sí, es Rober otra vez.

-¡Sabes que quieres hacerlo!

-¡No! ¡Desde luego que no!

-Venga Claudia, —dice con voz tranquilizadora, —solo hay dos maneras de estar conmigo para siempre, o matando a todos tus seres queridos, empezando por estos dos, o muriendo tú.

Claudia saca del único bolsillo que tiene en el camisón una pistola, y apunta hacia sus amigos, quienes siguen sin creerse nada y están totalmente inmóviles, Rober pone la mano en la pistola y está preparado para pulsar el gatillo, pero Claudia rápidamente mueve la pistola hacia su cabeza y dispara. De repente todo desparece y se encuentra en su habitación, tirada en el suelo. Está descolocada, no sabe qué hace ahí. Solo había sido una pesadilla. Alguien abre la puerta de su habitación.

-Cariño, ¿qué ha pasado? Acabo de llegar de trabajar y he oído un ruido... ¡Ay dios mío! ¿Qué haces ahí tirada? —Dice su madre mientras la ayuda a levantarse.

-No sé mamá, me he quedado dormida y me he debido caer, me duele mucho la cabeza.

-Anda ven, te prepararé algo de cenar.

Claudia está muerta de miedo, no sabe qué hacer, pero sabe que sola no va a poder superar esto, aunque tampoco sabe a quién recurrir.

-Mamá, ¿puedo hablar contigo?

-Claro cariño, dime.

-He vuelto a ver a Rober.

A Mario hoy le toca cenar en casa de su madre, al parecer tiene que darle una noticia, se teme lo peor. Le duele la barriga, y siempre que va a pasarle algo malo, le duele. Ella es una mujer muy joven, el padre de Mario la dejó embarazada a los diecisiete años, el tenía veintiséis, y no se quiso hacer cargo, porque quería seguir estudiando, así que la custodia se la quedó su padre. Por todo esto, Mario no tiene muy buena relación con ella, pero de vez en cuando tiene que ir a visitarla.

Es la hora de cenar, la mesa está puesta y hay un delicioso pollo asado en medio. Mario se dirige al comedor, y cuando llega, hay un hombre besando a su madre, eso no le importa demasiado, pero al reconocer su cara, al reconocer esa malévola cara... No, no podía ser él. ¡Cualquiera menos él! El hombre pone una cara de asombro al verle, pero su madre no se da cuenta.

-Mario, te presento a Ramón, vamos a casarnos.

Sonrisas fingidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora