Ojeras, ojos rojos e hinchados, rimel para disimular, y una preciosa sonrisa, que sería todavía más preciosa sí no fuera fingida, pero Claudia tiene un problema: no sabe disimular sus noches en vela llorando como una niña pequeña. Son las ocho y diez de la mañana y, como siempre, llega la primera de su grupo al instituto. Ella es una chica de quince años, morena y de ojos claros, no muy alta pero bastante guapa. Es muy tímida y, aunque guste a bastantes chicos, ella sigue enamorada del mismo, día a día, y no tiene ningún tipo de royo con el resto de chicos. Sólo lo quiere a él.
Claudia entra en la clase de 4ºB, se dirige al final de la clase donde se sienta con sus cuatro amigos y deja su mochila y, al comprobar que ninguno de ellos ha llegado todavía, coge un pequeño neceser y se dirige al baño.
Se mira en el espejo y comprueba su cara de no haber dormido, se le nota un montón, es lo normal. Pero no puede dejar que sus amigos la vean así, o le preguntaran qué le ha pasado, y es que su historia en secreto con aquel chico seguirá siendo un secreto para su grupo, aunque no le parezca demasiado bien. Ella piensa que es lo mejor, pero tarde o temprano ellos se entraran de una forma u otra.
De su neceser saca una pequeña cajita de maquillaje, y con un algodoncito se echa un poco de maquillaje por la zona de las ojeras e intenta igualar el tono por toda la cara. Se mira al espejo y sonríe, no se nota mucho que no ha dormido, ni se le nota demasiado que se ha maquillado. Mira su reloj y comprueba que faltan dos minutos para que suene el timbre que anuncia la primera clase de la semana. Se dirige rápido hacia su clase y al llegar ve a tres de sus amigos al final de la clase. Jenni, Laura y Lucas conversan animádamente. Mario como siempre llega tarde.
-¡Clau! ¿Dónde te metiste ayer nena?
-Hola Jenni, -le dice a la rubia del grupo, es un poco más alta que ella, y tiene un año más, pero desde pequeñitas han sido las mejores amigas- me maree un poco y fui a casa, no me di cuenta de que no tenía batería en el móvil y se apagó.
-Es que tú también... mira que eres despistada -una tercera voz, que proveniente de la puerta, se añade a la conversación. Mario, que acaba de llegar, es un chico alto, no muy guapo pero sí muy simpático, es algo vago y siempre llega tarde a todas partes, sería un milagro que algún día llegara el primero a algún sitio- ¿Ha tocado ya el timbre? Me he quedado dormido.
-Como siempre...
-Eh rubita, que ayer no me dormí.
-Claro, era domingo y te levantarías a las tantas -una carcajada acompaña la frase de la chica, pero se tranquiliza al ver la cara de su amigo- No, tranquilo, no ha tocado el timbre.
De repente un fuerte sonido alerta a los chicos que empieza la primera clase de la semana, y por la puesta aparece la señorita Martínez, a quien no le hace ninguna gracia que sus alumnos estén de pie. Se oye una avalancha de alumnos y acuden todos a sus respectivos asientos, comienza la primera clase.
ESTÁS LEYENDO
Sonrisas fingidas.
Teen FictionAlgo tan sumamente sencillo como una sonrisa, puede esconder millones y millones de lágrimas. Para la gente que cree que la vida de un adolescente es muy sencilla, debería darse cuenta de toda la complejidad que hay en ella, engaños, amores, desamor...