Capítulo 2.

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Ojeras, ojos rojos e hinchados, rimel para disimular, y una preciosa sonrisa, que sería todavía más preciosa sí no fuera fingida, pero Claudia tiene un problema: no sabe disimular sus noches en vela llorando como una niña pequeña. Son las ocho y diez de la mañana y, como siempre, llega la primera de su grupo al instituto. Ella es una chica de quince años, morena y de ojos claros, no muy alta pero bastante guapa. Es muy tímida y, aunque guste a bastantes chicos, ella sigue enamorada del mismo, día a día, y no tiene ningún tipo de royo con el resto de chicos. Sólo lo quiere a él.

Claudia entra en la clase de 4ºB, se dirige al final de la clase donde se sienta con sus cuatro amigos y deja su mochila y, al comprobar que ninguno de ellos ha llegado todavía, coge un pequeño neceser y se dirige al baño.

Se mira en el espejo y comprueba su cara de no haber dormido, se le nota un montón, es lo normal. Pero no puede dejar que sus amigos la vean así, o le preguntaran qué le ha pasado, y es que su historia en secreto con aquel chico seguirá siendo un secreto para su grupo, aunque no le parezca demasiado bien. Ella piensa que es lo mejor, pero tarde o temprano ellos se entraran de una forma u otra.

De su neceser saca una pequeña cajita de maquillaje, y con un algodoncito se echa un poco de maquillaje por la zona de las ojeras e intenta igualar el tono por toda la cara. Se mira al espejo y sonríe, no se nota mucho que no ha dormido, ni se le nota demasiado que se ha maquillado. Mira su reloj y comprueba que faltan dos minutos para que suene el timbre que anuncia la primera clase de la semana. Se dirige rápido hacia su clase y al llegar ve a tres de sus amigos al final de la clase. Jenni, Laura y Lucas conversan animádamente. Mario como siempre llega tarde.

-¡Clau! ¿Dónde te metiste ayer nena?

-Hola Jenni, -le dice a la rubia del grupo, es un poco más alta que ella, y tiene un año más, pero desde pequeñitas han sido las mejores amigas- me maree un poco y fui a casa, no me di cuenta de que no tenía batería en el móvil y se apagó.

-Es que tú también... mira que eres despistada -una tercera voz, que proveniente de la puerta, se añade a la conversación. Mario, que acaba de llegar, es un chico alto, no muy guapo pero sí muy simpático, es algo vago y siempre llega tarde a todas partes, sería un milagro que algún día llegara el primero a algún sitio- ¿Ha tocado ya el timbre? Me he quedado dormido.

-Como siempre...

-Eh rubita, que ayer no me dormí.

-Claro, era domingo y te levantarías a las tantas -una carcajada acompaña la frase de la chica, pero se tranquiliza al ver la cara de su amigo- No, tranquilo, no ha tocado el timbre.

De repente un fuerte sonido alerta a los chicos que empieza la primera clase de la semana, y por la puesta aparece la señorita Martínez, a quien no le hace ninguna gracia que sus alumnos estén de pie. Se oye una avalancha de alumnos y acuden todos a sus respectivos asientos, comienza la primera clase.

Sonrisas fingidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora