Capítulo 2

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El despertar luego de una fiesta siempre es difícil: tengo la boca seca, me duelen los hombres y no tengo ganas de levantarme

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El despertar luego de una fiesta siempre es difícil: tengo la boca seca, me duelen los hombres y no tengo ganas de levantarme. Pero tengo que darle de com a los caballos antes de que salga el sol y pase el veterinario a su revisión mensual. En el rancho tenemos quince caballos, tres de ellos son purasangre, así que me tengo que levantar cada día a las 5am a preparar las posturas y dejar todo listo para poder alimentarlos a penas despierten.

En rancho de mi familia está en un terreno amplio, compuesto por los establos, un lienzo pequeño para entrenar a los caballos, tenemos gallinas que son de mi mamá y algunos gallos de pelea que pertenecen a mi apá. En el medio está la finca, donde vivimos todos y hasta atrás una alberca en forma de botella que mandó construir mi apá a penas la administración del rancho quedó a su cuidado. Mi cuarto, por suerte y por la confianza que mis papás me tenían tienen dos puertas: la que da al jardín central y una que da a la alberca, por la cual también se llega a los establos y no tengo que atravesar toda la casa con riesgo de despertar a alguien, a mi hermano Mariano por ejemplo, que tiene catorce años y es bien lunático.

Por mucho pesar y cansancio que sienta de un día antes, me obligo a pararme para hacer mis deberes. Por suerte termino pronto, y para las ocho vuelvo a la casa, específicamente a la cocina para ver que está haciendo mi amá de desayunar; también para ver si la floja de Daniela ya se levantó a ayudarle en algo.

Quiero un chorro a mi familia y por ellos haría cualquier cosa, pero a veces mi hermana da una y me desespera que sea tan huevona.

Tal cual pensé, en la cocina nomas esta mi mamá preparando el desayuno para toda la familia, pero en especial a la Kenia, mi sobrina de 10 años que es tan madrugadora como todos en esta familia menos su mamá.

—Bueno días, mamita—. La saludo y empiezo a sacar fruta para hacerme un licuado.

—Buenos días mija, siéntate ahorita yo te hago tu licuado ¿Cómo quieres tu huevo, estrellado?

—Sí, por fa. ¿Te ayudo en algo más para la niña?— Le pregunto y niega con la cabeza, me acerco a mi sobrina para darme un beso en la cabeza pero sigue embobada con unos videos en su tablet.

—Sí mi vida, puedes peinarla que me la voy a llevar al pueblo a comprarle ropa nueva.

Obedezco yendo a mi cuarto a buscar un cepillo y unas ligas, de regreso me encuentro a Mariano saliendo de su cuarto y lo abrazo hasta que llegamos a la cocina, se sienta al lado de Kenia y mi mamá le sirve comida, mientras que yo peino a mi sobrina.

—¿Y Daniela? No me digas que todavía no se levanta.

Mi mamá me ve con ojos de toro enojado, odia que cualquiera hable mal de su hijita.

—Pues si se levantó ya, se está arreglando porque va a ir a unas clases al pueblo para eso de las uñas. Pero se tiene que poner bien guapa pues, es una Ferreira no puede salir en fachas. Pero no me hables de tu hermana, háblame de ti ¿cómo te fue anoche?

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