Capítulo 8

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Estoy peda

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Estoy peda.

Eso no es algo que voy a negar a estar alturas de la vida.

Ojalá pudiera decir que ver a Aaron bailando con esa no me afecto tal punto que perdí la cuenta de cuantos tragos he tomado, o con cuantos muchachos he bailado, pero lo hizo.

A ver, que no todo es su culpa, me estoy divirtiendo, me gusta bailar y a la mayoría ya los conozco, pero nunca me ha gustado mentirme a mi misma y me enoja saber que mientras yo solo voy a bailar con ellos esta noche, probablemente él va a irse a algún lado con la del vestido azul, así como se fue conmigo hace semanas.

Y es que eso es lo que hace, ¿no?

Todos los rumores, los chismes, las habladurías de que es un mujeriego pito suelto me llenan la cabeza a tal punto que lo único que quiero es beber y olvidarme de que me afecta.

Es que ni siquiera sé por qué chingados me afecta tanto.

—Alanna estas peda, ya vámonos.

—No estoy peda—, miento— estoy contenta, ¿vamos a bailar?

—No—, Alejandro me toma del brazo— ya son las dos, te voy a llevar a tu casa.

—No me quiero ir, vete tú yo aquí me quedo con mi amigo, ¿cómo te llamas?

Le pregunto a uno de los que baile, creo que es de los charros.

—Juan, fuimos juntos en la escuela.

—Sí, sí, eso. Me quedo con Jun, tú vete.

Ah, ahora estoy malacopa.

—No te voy a dejar con Juan, ni con nadie. Valeria también esta borracha y ya hay que llevarla.

Levanto la cabeza, curiosa.

—Vámonos, entonces. ¿Por qué no me habías dicho? Tengo que cuidarlas, ¿Dónde están Sofía, María José y Rosita? Ve por ellas.

Alejandro asiente desconfiado, y veo como Valeria se sienta a mi lado, va igual o más borracha que yo. Alguien se para frente a mí y desconfiada, volteo: es Aaron.

—¿Qué quieres? ¿Y tu novia donde la dejaste?

Cállate, me digo mentalmente, pero a este punto mi cabeza y mi boca no se topan.

—Yo no tengo novias, pero Lelsy ya se fue a su casa. ¿Y tus novios?

—Yo no tengo novios — respondo lo mismo.

—¿Qué tan borracha estas?

Mucho, porque veo dos iglesias.

—No estoy borracha, ahora vete.

—¿Quién te va a llevar a la Hacienda?

—Que te importa—. Ya se tardó Alejandro, ¿no? — Me va a llevar mi primo.

Frágil Desprecio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora