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HANNAH

Cuando me desperté quedaban solo unos 20 minutos para aterrizar, abrí los ojos y lo primero que vi fue que mi mano estaba entrelazada por una mucho más grande. Al levantar la cabeza con cuidado lo primero que me recibió fue la perfecta cara de Jake, con sus ojos cerrados ocultando aquel azul verdoso que tanto me gustaba. Sus facciones estaban relajadas, sus labios sobresalían ligeramente. Me fijé en ellos, en lo suave que parecían.

Durante un rato pude observarle mucho más. Hasta ahora llevaba cuatro días en su casa y aunque he pasado tiempo con él, no tenía esta curiosidad e incluso este deseo de fijarme en él.

Me fijé en su pelo moreno y en cómo pequeños mechones caían en su frente, supongo que por haberse estado pasando la mano por el pelo una y otra vez como era costumbre en él; en cómo sus labios estaban entreabiertos y en su respiración pausada. Todo lo intimidante que podía llegar a resultar despierto por su estatura y complexión, mientras dormía se transformaba en tranquilidad y calma.

Cómo me había ayudado a hacer la maleta y cómo me ayudó a tranquilizarme hace un rato hizo que me diera cuenta de que no era tan idiota cómo había pensado desde que llegué. Y aunque fuera un idiota, ¡guapo era un rato! y eso era algo que no se podía negar, pero como actuaba así no le veía hasta ahora cómo alguien que me llamase la atención. Lo que tampoco podía negar y aunque no me gustase admitirlo, es que cuando estaba cerca de él una sensación que no había experimentado nunca surgía y me ponía muy nerviosa.

Durante el camino me limité a leer el libro que me había dado Jake y que me estaba encantando, solo me quedaban 40 páginas, por eso me traje también el otro que me había empezado. Este libro era diferente y por eso me gustaba tanto.

Me quedaban 25 páginas cuando la voz de Jake me distrajo:

- ¿Cuánto falta? - me dijo con la voz adormilada y ronca.

Yo tarde unos minutos en salir del ensimismamiento en el que me había metido su voz. Miré la hora en mi teléfono, quedarían 5 minutos para aterrizar.

-Creo que 5 minutos- dije un poco tímida al recordar que me había dormido en su hombro y con su mano entrelazada con la mía.

- ¿Que tal has estado durante el vuelo? - me dijo con voz suave al mismo tiempo que se pasaba la mano por los ojos.

- Bueno, he dormido durante casi todo el viaje. Me he despertado hace poco, pero bien- le dije dedicándole una sonrisa, ya que si no hubiese sido por él lo hubiese pasado fatal durante el vuelo.

Me miró con menos cara de dormido y cuando le sonreí su cara manifestó un ligero atisbo de sorpresa, pero reaccionó de inmediato devolviéndome la sonrisa, dejando al descubierto esa dentadura perfecta que tenía. Sus ojos y los míos no se despegaban. Su cara se acercó a mi oído y me susurró:

- Te dije que no iba a dejar que te pasase nada – su aliento en mi oreja me produjo un escalofrío que hizo que todo el vello de mi cuerpo se erizara y a continuación noté sus labios perfectos y suaves en mi mejilla. Yo no me podía creer nada en ese momento.

Cuando se colocó de nuevo en su asiento, me cogió la mano, entrelazando sus dedos con los míos. Fue un gesto que, aunque me encantó, no me lo esperaba y me descolocó completamente la forma tan natural en la que lo hizo.

Justo en ese momento el piloto anunció el aterrizaje.

Subimos a los coches que nos estaban esperando a los pies del avión para recorrer los dos kilómetros que nos separaban de la casa. Los coches volvían a ser espectaculares, negros, brillantes, con las lunas traseras tintadas, sin un rasguño, con los asientos de piel beige y las alfombrillas del mismo tono, impolutas.

Por ti siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora