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HANNAH

Me quedé petrificada, no me esperaba esa respuesta. Nunca le había visto tan convencido. Tampoco me esperaba verle así, tan vulnerable como acababa de mostrarse. Sus palabras me dolieron, mucho, pero no por él sino porque en el fondo, todo mi ser, quería tenerle cerca.

Su colonia me invadió, sus ojos que tanto me encantaban me miraban tristes y eso me mataba. No quería verle así. El tacto de sus manos... ese simple contacto hizo que la barrera que me había propuesto tener entre los dos, amenazara con romperse. Era una tortura, pero realmente no sabía qué hacer.

Me decía que había dejado de hablar con esa chica... no sabía si era cierto o no, pero no sé porqué algo dentro de mí me decía que no me estaba mintiendo, que confiase en él. Lo que había pasado estos días entre nosotros me había confundido muchísimo y no me sentía preparada para afrontar esto que sucedía, no quería arriesgarme a nada, sobre todo porque no quería sentir más dolor del que ya tenía dentro, necesitaba no sentir nada, y para eso no podía dejar que este espacio desapareciese.

-Jake, por favor para. - le dije nada convencida de lo que decía, y se notaba perfectamente en lo bajo que decía las palabras.

-No voy a parar. No te das cuenta de que ahora mismo eres lo único que quiero. -dijo con una seguridad aplastante en la voz, que hizo que un escalofrío me recorriese todo el cuerpo.

Le intenté quitar las manos de mi cara suavemente, pero él al darse cuenta de lo que intentaba, me agarró más fuerte y me dio un beso.

Un beso que decía muchas cosas. Un beso que pedía quedarse a gritos. Un beso que demostraba que este espacio no iba a conseguir nada. Un beso que nunca habíamos tenido. Porque era un beso cargado de ganas, de emoción y de melancolía.

Cuando nos separamos, no pude contenerlo más y las lágrimas afloraron en mis ojos y empezaron a caer por mis mejillas. Me limpió las lágrimas con mucha sutileza. Le miré a los ojos, y el miedo a sentirme completamente rota, o sinceramente completamente muerta, resurgió en mí. Ya estaba lo suficientemente rota... como me hiciese daño... estoy completamente segura de que moriría del todo, y no quería sentir más dolor; simplemente me quería dedicar a vivir hasta que hubiese un momento en el que la soledad y el dolor se hiciesen mis amigos y supiese convivir con ellos el resto de mi vida.

Me separé y con una seguridad que me esforcé en intentar tener, le dije:

-Jake, ¡que no!

Me sentí fatal. Un nudo se hizo en mi estómago y me dieron ganas hasta de vomitar. Sus ojos ahora ya desolados me miraron sin saber qué hacer, y yo por no ponerme a llorar delante de él y que eso delatase mis palabras, le rodeé y le dejé en el porche.

Al ir a subir las escaleras para ir a jugar a las muñecas con Mary, me giré para mirarle y la imagen que vi me mató.

Estaba justo donde le había dejado, con las manos en el pelo y la cabeza agachada. No le quería hacer daño, de hecho, era lo que menos quería en el mundo, pero tenía miedo y eso me podía más que cualquier otra cosa. Se merecía a otra chica que supiese darle todo lo que yo no podía, sin miedos y sin nada interno que le impidiese estar con él y quererle como se merece.

Me subí muy triste e intenté disimular delante de Mary, pero cada vez más rápido se me venía la imagen de Jake en el porche... incluso me arrepentí un par de veces, pero no me moví de la alfombra rosa con princesas de la habitación de Mary, porque sabía que no iba a salir bien y no quería hacerle daño, y sé que se lo iba a hacer.

A la hora de la comida no apareció. Yo me había tirado toda la mañana con Mary jugando, y por la tarde salí con ella, Claire y Christine al patio a jugar con la nieve. A la hora de la merienda, fue cuando más me arrepentí de mi decisión, porque fue el momento en el que paramos de jugar y mi mente ya no estaba tan distraída, pero intenté que no se me notase, y me tomé mi chocolate caliente con galletas, con ese pensamiento en la cabeza. Unas horas más tarde, despedimos a Bryce, Jason y sus padres. Jake seguía sin aparecer. Me resultaba muy extraño que no se despidiese de Jason porque habían estado juntos casi todo el tiempo durante las vacaciones.

-Bueno muñeca, ya tienes mi número... cualquier cosa que necesites, me llamas. - me dijo Bryce con una sonrisa y dándome un beso en la mejilla.

Me despedí de sus padres y después me acerqué a Jason, habíamos cogido mucha confianza estos días, tras saber nuestro gusto con los libros.

-Bueno, ya me contarás que te ha parecido el final del libro. - me dijo con esa sonrisa pícara que tenía siempre.

-Es una pena que no vivamos cerca. - le dije con una sonrisa.

-Bueno ya veremos...- me dijo riéndose.

- ¿Qué pasa? - le dije nerviosa ante la incertidumbre.

Al ver que no me respondía y solo se reía, le di un golpe en el hombro.

-¡¡¡¡¡Ah, oye!!!!- me dijo quejándose.

-Dímelo venga. - le dije alzando de nuevo el puño como amenaza.

-Mi padre va a ir durante unos meses a Nueva York a una de sus empresas por una serie de proyectos, y seguramente nos vayamos a vivir allí a uno de nuestros apartamentos.

- ¿¡De verdad!?- le dije. Por un lado, me puse super contenta porque Jason realmente me había caído muy bien y tenerle en Nueva York sería muy guay, por lo menos conocería a alguien; y por otro lado estaba sorprendida porque tuviesen también una casa en Nueva York.

-¡¡¡¡¡ SORPRESA!!!!- me dijo y sin darme tiempo a reaccionar me dio un abrazo, la verdad es que me reconfortó y era el primer momento en todo el día que sonreía de verdad.

Estaba muy contenta, por lo menos por ese lado.

Cuando se fueron, realmente parecía que se había ido mucha más gente de la que habíamos estado siendo en la casa. Tras la cena, todavía no había ni rastro de Jake y yo, me estaba empezando a preocupar. Me sorprendía que fuese la única que estaba preocupada por él, el resto parecía que no se acordaba de su existencia, no sé... algo muy raro.

Cuando subí a la habitación, tampoco estaba. Cuando me lavé los dientes, me puse el pijama y abrí el armario para colocar la ropa que me había puesto ese día, mi corazón se paró por un instante. La ropa de Jake no estaba, ni su maleta, ni sus zapatillas, ni su neceser, absolutamente nada de él. Salí de la habitación corriendo en busca de Claire. Estaba en el porche con una taza en las manos y con una revista de moda en las manos. A su lado estaba John con su portátil en las piernas.

-Hola, ¿sabéis dónde está Jake? - dije intentando ocultar el frío que tenía. Había salido tan rápido de la habitación que no me había dado cuenta de que estaba descalza.

-Jake, se ha ido está mañana a Nueva York. Ha tenido que irse a trabajar. - me dijo John con ese tono dulce que siempre usaba conmigo.

Me quede anonadada, ¿Jake trabaja?, no tenía ni idea.

-Oh. -me quedé pensando lo que responder- es que como no estaban sus cosas en la habitación...

-Es por eso, no te preocupes, cariño. - me dijo Claire. - Ahora vete a la cama que tienes que estar cansada y te vas a poner mala aquí fuera y sin abrigarte.

Les di las buenas noches y subí a mi habitación. Estaba triste porque solo la idea de pensar de que se había podido ir por mí y por lo que le dije me dolía mucho; esto era justo lo que no quería, no quería hacerle daño.

Con este pensamiento me dormí.

Todavía nos quedaban varios días en la casa antes de volver a Nueva York. Esos días hicimos galletas, paseamos por el pueblo todos, tomamos chocolate caliente, vimos películas...

Pero faltaba él, y sé que es raro porque soy yo la que no le paraba de decir que no, pero cuando no está siento que me falta algo.

El último día nos despedimos de Christine y Robert. La pequeña Mary se puso a llorar porque no quería que me fuese, pero logré convencerla de que dentro de poco volveríamos a jugar juntas y eso la tranquilizó. Tras eso nos fuimos a casa de Mariah y Ryan para despedirnos de ellos y como siempre sus abrazos y sus besos me aliviaron. Me hicieron prometerles que vendría a verlos pronto y que el día que empezase las clases les llamaría para contarles qué tal y para explicarles todo.

Nos fuimos al avión, y como teníamos unas cuantas horas de vuelo, me puse a leer el libro que me dio Jake aquel día, porque me moría por saber el final.

Con eso empezó nuestro vuelo de vuelta y cada vez quedaba menos tiempo para volver a verle. 

Por ti siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora