Nadie decía nada pero era obvio que algo se estaba cociendo en las sombras. Salían y entraban hombres extraños de la casa constantemente, sujetos extranjeros de muy mala pinta. Casualmente por aquellos días, Drake me contrató una maestra de idiomas particular para enseñarme alemán y ruso. No entendía porque Drake estaba tan empeñado en eso pero para mi suerte los idiomas se me daban muy bien porque me gustaban. De niña había aprendido sola a hablar portugués con un libro de la biblioteca de la escuela a la que asistí y el francés también se me daba decente.Una tarde en medio de una lección las cuales tomaba en el jardín, Drake me envió por mi con Lino.
—El señor la espera en su despacho— dijo él.
—No podía haber enviado a alguien más? Sabes que no soporto ni mirarte— dije molesta mientras caminaba a la casa.
—Señora... Sam— dijo Lino quien me seguía. Me detuve en seco.
—Sam? No me llames Sam. Perdiste el derecho a llamarte mi amigo cuando mataste a Leo. Oh bien...no éramos amigos, pero me gustaba fingir que sí— dije molesta.
—Usted qué quería que hiciera? Las cosas no son como usted cree...— dijo.
Entonces del despacho salió Drake interrumpiendo la conversación.
—Entra Sam— dijo muy serio.
Una vez dentro Drake me pasó una carpeta la cual me pidió que leyera. Me tomó unos minutos pero entendí que aquellos papeles eran de una cuenta de banco en Luxemburgo por cincuenta millones de euros, otra en Panamá por veinte millones de dólares y una última en Dinamarca por treinta y cinco millones de euros todas a nombre de Andrew y con el mio como albacea.
—Qué...diablos es todo esto Drake?— pregunté.
—Solo firma los papeles— dijo él.
—Yo no voy a firmar nada. ¿De donde sacaste todo este dinero? Porque vendiendo putas no se ganan ciento ocho punto cuatro millones de dólares— dije. Drake sonrió ampliamente. Me tomó de la mano. Se sentó en el sillón de cuero marrón que tenía cerca a la ventana y me sentó sobre sus piernas aún con esa sonrisa en sus labios.
—¿Qué carajos está gracioso Drake?— pregunté.
—Eres tan inteligente. Me encanta. Los números se te dan muy bien y tienes el carácter, la ambición. Como ves he estado haciendo negocios más productivos así que tú te vas a encargar de las chicas— Dijo.
—Encargarme de qué? Yo no voy a ser testaferra de nadie, ni mi hijo tampoco. Tampoco seré proxeneta. Si no puedes con tu putero quitalo, a mi me que me cuentas— dije molesta.
—No te estoy preguntando Sam. Es una orden. Firma ya. Ese dinero es tuyo y de Andrew. Nunca les va a faltar nada—
—Ja. No me hagas reír. Por un instante fingiré que enserio te importa tu hijo— dije firmando los papeles.
—Al menos me importas tú. Eres todo lo que ocupa mi mente Sam— susurró con voz profunda.
Me puse de pie enseguida.
—Me espera la maestra— dije yendo me.
Drake no bromeaba cuando hablo de que me encargaría de su viejo negocio. Al día siguiente me llevó a la casa donde tenía a las chicas y reuniéndo las a todas me presentó como su nueva jefa, cosa que no le cayó para nada bien a Paola y en especial a Amanda. Si antes me detestaba ahora era seguro que me odiaba con fuerzas.
—No pienso trabajar para está...— dijo molesta delante de todas.
—Perr...— iba a decir Drake cuando le interrumpí.
—Cómo te atreviste a llamarme?— pregunté caminando hacia ella. La miré a los ojos.
—Esta? Así me dijiste? ¿Está?— pregunté.
—Si— contestó. Reí y luego le tomé del pelo manteniendo su cabeza abajo mientras ella trataba de que le soltara.
—Sam!— gritó Drake y de inmediato la solté. Drake me tomó del brazo llegando me a una oficina.
—Nunca vuelvas a hacer algo así.—
—Pero esa perra...—
—Exacto. Es sólo una perra. Si la vas a golpear, golpéala hasta que no pueda respirar— dijo Drake. Acercó su cuerpo al mío y colocando su frente contra la mía dijo;
—Ella nunca será mejor que tú. Eres superior a todas Sam. Eres perfecta. Dominalas. Impone respeto. Eres Samantha Jacobs has que no lo olviden—
Drake me besó en los labios para luego dejarme sola. Pensé mucho en sus palabras el resto del día mientras revisaba cómo iban las finanzas. No era del todo malo que Drake me pusiera frente al negocio, eso me mantenía ocupada todo el dia y me hacia tener menos tiempo libre y así no tenía que lidiar con Drake hasta la noche cuando me tocaba si o si tener sexo con él para al terminar irme a dormir al cuarto con Andrew.
No pasó mucho tiempo para que me moviera como pez en el agua. Me gustaba sentarme detrás de aquel gran escrito de cristal y que se hiciera lo que yo mandara. Saqué a Lili del trabajo y la volví mi asistente. Drake no se atrevió a decir nada, supongo que sabía que no iba a dejar a mi única amiga seguir siendo una de sus esclavas. Busqué un par de chicas nuevas muy bonitas que solían ser modelos y deseaban ganar más dinero. Fueron un éxito. Les enseñé todo lo que había aprendido en mis años como una de ellas.
—Hagan todo lo que yo les diga y tendrán a los políticos y hombres de negocios más importantes del estado comiendo de su mano— dije.
—Haremos todo lo que digas. Al final tu te casaste con Drake Jacobs. Quiero algo así para mi algún día— dijo una de las chicas nuevas.
—Ten cuidado con lo que deseas—
La gente creía que yo tenía esta vida perfecta con Drake porque ya no me molestaba en hacerle desaires en público que solo terminarían conmigo siendo agredida física y sexualmente con él. Le besaba si eso quería, tenía sexo cuando él lo quería y hacía caso a casi todo lo que él mandaba. Aunque lo quisiera negar había en ciertas ocasiones en las que realmente disfrutaba de su compañía, como cuando me hablaba de algún libro que le gusto o cuando halagaba mi comida. Drake me llenaba el ego al máximo. Me hacía creer que yo podía hacer cualquier cosa y lo peor de todo era que también comencé a creer lo.
Una tarde me llegó la información de que uno de los guardias nuevos y Paola estaban viéndose a escondidas. Una foto de ambos sentados en un parque era la prueba. La mandé a llamar enseguida.
—¿Pasa algo Sam?— preguntó ella.
—Sam? Dirás señora Jacobs. Siéntate— dije con mal genio.
Paola se sentó y coloqué las fotos frente a ella.
—¿Qué es esto?— preguntó.
—No lo sé Paola. Tu dime... ¿Tú y el nuevo?— pregunté poniéndo me de pie y caminando por la oficina.
—No hay nada entre nosotros— dijo.
—Ah no?— pregunté. Me coloqué detrás de ella, le tomé del pelo y coloqué la pistola que Drake me había regalado contra su cabeza.
—Me vas a mentir a mi?— pregunté.
—Sam! No por favor... No lo vuelvo a ver pero por favor no me mates— me rogaba Paola, entonces di un paso atrás en descrédito de mis propios actos.
—Perdón.... Perdón....— le dije para luego salir corriendo fuera de la casa. Allí me topé con Lili quien me llevó a la cocina por un vaso con agua.
—Si me hubieses visto Lili.... Yo.... Yo no quiero ser Drake...— dije llorando.
—Tú no eres Drake. Eres Sam siempre has sido algo volátil. Sólo que ahora tienes un arma. Haz visto tanta violencia que es normal que reacciones así—
—Aveces quiero tomar esta maldita pistola y darme un tiro...pero luego veo a mi hijo, a mi Andrew y no puedo hacerlo—
Lili me consoló, me abrazó mientras lloraba.
—Tranquila. Todo está llegando a su fin— dijo ella.
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Marcada: Propiedad de Drake Jacobs.
Teen FictionSamantha Sánchez ve su mundo cambiar al conocer al poderoso Drake Jacobs, su jefe en el negocio de la prostitución. Es en aquel mundo donde conoce Leo Stewart de quien se enamora perdidamente rompido así la regla numero uno del negocio. Drake pasará...