Capítulo 7- Atrapada en el paraíso.

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Drake me pasó un chándal azul que supuse le pertenecía, me lo puse y de inmediato me tomó del brazo y caminamos hasta el ascensor. Bajamos hasta el estacionamiento y subimos a un auto blanco.

—Enserio me estas sacando de quicio Sam—Masculló mientras manejaba a toda velocidad tanto que pensé que el auto se estrellaria contra algún poste.

Una vez llegamos, Drake saludo a uno de los guardias y a lo lejos puede ver a uno de sus hombres. Obviamente custodiaban a Leo.

—¿Dónde está?. Qué hiciste hijo de perra!?— le grité frente a todos.
Drake me tomó del brazo y de un tirón me acerco a él.

—Calmate o verás al profesor en una tumba y no aquí— dijo en voz baja.
Caminamos hasta una habitación, Drake abrió la puerta y allí estaba Leo. Tenía un tubo en la boca y múltiples moretones en su rostro.

—Leo— dije para correr hasta él. Tomé su mano herida en los nudillos lo que me daba a entender que se había defendido del ataque. Había sangre bajo sus uñas.
—Mi amor…perdoname. Todo esto es mi culpa— le dije.

—Si lo es— dijo Drake. Se colocó detrás de mí tomándome por la cintura, obligándome a erguirme y alejarme de Leo. Cruzó su mano sobre mi pecho y susurró a mi oído;
—Es tu maldita culpa que esté así. Sabías bien lo que le pasaría, Sam. Ahora depende solo de ti si él vive o muere.—
Me safe y volví a tomar la mano de Leo quien yacía inconsciente.

— Perdón. Perdóname— dije llorando. Besé su mano y Drake me apartó nuevamente de él. Sin decir más me sacó de la habitación. Mientras caminábamos quise gritar por ayuda pero eso solo podía empeorar mi situación o peor aún, la de Leo.

Drake condujo hasta la mansión. Al llegar Amanda y Lili estaban junto a otras de las chicas en la sala. Drake me tomaba bruscamente del brazo.

—Sam?— preguntó Lili

—Valla valla— dijo Amanda con una sonrisa en su rostro.

—Samantha permanecerá encerrada en su habitación desde hoy. No quiero a nadie rondando por allí. No quiero que le hablen ni que la miren. Escucharon?— dijo y ellas lejos de preguntar el porqué solo se limitaron a decir que sí.

—No Drake. No me encierres— dije.

—Lo siento princesa pero aún debo pensar qué haré contigo. Necesitas un castigo— dijo él.

—¿Castigo? Qué no es suficiente lo que me has hecho? Drake? Drake ven aquí! Drake…Maldito infeliz— le grité mientras caminaba hasta su despacho a riesgo de ser reprendida.

—Pero quién diablos te crees para hablarle así a Drake?— preguntó Amanda. Yo la ignoré.

Lino me llevó hasta mi cuarto donde me encerró con llave.

—¡Déjame salir!— gritaba pateando la puerta hasta el cansancio. Durante horas estuve gritando, una mezcla de insultos y lamentaciones, de súplicas y maldiciones hasta que me dolió la garganta y hasta el respirar me resultaba molesto.

Fueron pasando los días en los que no veía ninguna cara más que la de Patricia, una de las chicas nuevas que fue encargada de llevarme de comer. Dejaba el plato en una mesa cercana a mi cama y al pasar una hora volvía por él, siempre custodiada por uno de los hombres de Drake y con la estricta orden de ni siquiera mirarme, mucho menos hablar conmigo.

—Aun no comes nada— la escuché decir en voz baja al volver por el plato una noche.

Me rehusaba a tocar un bocado.
Aquella era una forma de morir lento, aunque en los primeros días no tenía apetito. No podía probar un bocado, solo podía pensar en Leo, en sus heridas.
De repente una mañana Drake entró a mi habitación. Se sentó en la cama a mi lado. Acarició mi rostro, yo me alejé y el río.

Marcada: Propiedad de Drake Jacobs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora