Se me dificulta respirar, pensar con claridad, sólo podía observar lo mientras conducía el auto al que entré como una zombie a toda velocidad.
Se detuvo frente a un pequeño hotel.
—¿Qué hacemos aquí?— pregunté de inmediato.
—No podemos ir a mi casa, ven— respondió Leo tomando mi mano. Entramos y pidió una habitaron. Noté cierta cercanía entré la recepcionista y él. Era mujer muy bonita, de la edad de Leo. La miré y ella me vio mal. Me aferré al brazo de Leo mientras entrelacé sus dedos con los míos. Estaba celosa, y me encantaba sentir me así, por más extraño que sonara eso porque significaba que mis sentimientos por él no habían cambiado.
Subimos por el ascensor hasta el cuarto. Leo abrió la puerta e ingresamos. Por un momento nos quedamos uno frente al otro, separados quizás un metro de distancia, viéndo nos sin decir más hasta que un impulso nos atrajo como magnetos, enormes imanes llenos de pasión y deseo por el otro.
Los labios de aquel hombre jamás me habían sido tan dulces. Sus suaves manos me tocaban la piel quemando con amor donde se posaban. Le arranqué la camisa causando que los botones cayeran en todas direcciones. Una vez completamente expuestos en desnudez Leo se sentó a la orilla de la cama. Me senté en su regazo mientras movía mis caderas de adelante hacia atrás con lentitud. Leo me besaba el cuello. Quería que me mordiera, que dejará su marca en mi y borrar las sangrientas manos de Drake de sobre mí piel.
—Ahhh.— Gimio Leo a mi oído mientras el más puro placer se apodera de nuestros cuerpos hasta explotar en un agitado orgasmo compartido.
—Ahhhhh....mmmm— Gemí contra su hombro mientras apestaba las piernas contra sus muslos.
Leo me tomó del rostro y colocó mi cabello detrás de mis orejas.
—No quiero preguntar porque llevas un anillo en tu dedo Sam porque no creo que soporte saber el porque— dijo él.
Los ojos se me llenaron de lágrimas las cuales ni me molesté en detener.
—Lo hice por ti. Si me casaba con él y no te volvía a ver, estarías bien. Tendrías una vida. Sin embargo aquí estoy— dije.
—Maldito infeliz. Sus hombres me golpearon hasta que perdí el conocimiento. Cuando salí del hospital fui a esa casa, donde tienen el...—
—Te atreviste a ir a la mansión?— pregunté.
—Una de las chicas me dijo que ya no trabajabas ahí y pensé...pensé lo peor. Pero eres Sam. Hay algo dentro de ti, lo veo en tus ojos. No morirás ni dejarás que nadie te mate. Y mira...aquí estás. Mi hermosa Sam—
—Estas demente. Yo no puedo estar aquí Drake nos va a matar. Te matará. Debo irme...— dije tratando de ponerme en pie pero Leo me sostenía con fuerza con sus brazos rodeando mi cintura.
—No saldrás de aquí Sam. No te dejaré— dijo Leo.
—Creó que por alguna razón no comprendes lo delicada de esta situación Leo. Drake va a matarte. Dejame ir. Fue una terrible idea venir aquí contigo, debí solo dar la vuelta e irme. – dije.
—Te seguiría— dijo él.
—Leo olvidate de mi. Ten una vida y vívela.—
—Pero no hay vida sin ti Sam. Porque por más que quiera olvidarme de ti no puedo. Te clavaste en mi desde esa noche en aquel hotel y no hablo se sexo Sam, hablo del corazón.—
—Leo...— dije en un suspiro.
—Vámonos juntos. Tu y yo donde el maníaco de Drake no nos puedan encontrar— propuso.
—Adonde iríamos? Al infierno? Drake conoce a todos los demonios allí— dije.
—Drake no es omnipresente. Sólo vamos al aeropuerto y abordamos el primer vuelo que salga.—
Irme con él. En sus ojos veía la decisión. Aquel hombre estaba dispuesto a cambiar toda su vida, echar todo por la borda sólo para estar con una prostituta como yo.
—¿Cuándo?— pregunté. Leo sonrió ampliamente y contestó;
—Hoy—
—No. Hoy no. Si vamos a hacer esto lo vamos a hacer bien. Necesitaríamos dinero. Mucho. Cien mil dólares mínimo para mantenernos a donde lleguemos por unos meses.—
—Cien mil... Bien. Le pediré a mi família...—
—No. Yo me encargo— dije.
—Le vas a robar a Drake?— preguntó enseguida.
—Técnicamente no. Drake me ha comprado joyas. Muchas. Tengo un par de aretes de cincuenta mil dólares. Con eso y otras cosas más estamos listos. Solo necesito dos días para venderlos.— expliqué.
—Dos días es mucho tiempo Sam— dijo Leo. Lo besé en los labios y dije;
—Ya lo sé. Pero si salgo mañana va a sospechar. Pasado mañana tomó las joyas, las vendo y nos vemos aquí a esta hora— dije.
Leo me tomó las manos y las besó dulcemente.
—Aún estás a tiempo de mandarme al diablo y tener una vida enseñando y casándote con alguien como la chica del lobby— dije. Leo río y contestó;
—Solo te quiero a ti, Sam. Además ya no enseño. Me despidieron de la universidad—
—Drake...hijo mil putas es que lo odio tanto— dije molesta.
—Tu y él....— sabía a lo que se refería con eso. Me daba vergüenza decirlo en voz alta. Acostar me con Drake llegó a ser placentero para mi cuerpo pero nunca me llenó el corazón. Me puse en pie y me comencé a vestir.
—Lino llegará por mí en menos de veinte minutos. Debo regresar a la librería— dije. Leo también se vistió y salimos camino a la librería. Le pedí que me dejará a una esquina por si acaso. El despedirme de él en ese momento fue aún más doloroso que aquella vez en el hospital.
—Te amo tanto Leo. Muchísimo— dije antes de salir.
Llegué a la librería y tomé rápido un par de libros al azar. Los pagué y como reloj suizo Lino apareció a la hora exacta para llevarme de vuelta a la prisión llamada mansión Jacobs.
Entre y me disponía a subir a la habitación cuando Drake salió de su despacho y gritando mi nombre me detuvo. Baje hasta donde estaba él. Sin quitarme los ojos de encima tomó la bolsa que llevaba y sacó los libros.
—Esto no era lo que ibas a comprar Sam — dijo.
— Cambié de idea. No puedo? —
—Qué es ese olor?— preguntó y entonces recordé que tenía el perfume de Leo en mi piel. Si algo podía volver demente a Drake era eso, ya me lo habia demostrado antes.
—Me encontré con unos compañeros de la Universidad. Todos me abrazo supongo que de hay viene el olor. Ya me voy a bañar—
Tomé los libros y subí a la habitación. Aquella noche no dormí por la emisión solo podía imaginar una vida con Leo. En alguna isla del caribe, con una casa frente a la playa. Al llegar la mañana, esperé que Drake saliera fuera para buscar mi pasaporte en su caja fuerte. Me escabullí en su despacho e intenté adivinar la clave.
—Su cumpleaños? No. Cuál podía ser la clave?— me preguntaban mientras intentaba los números al azar. Coloqué entonces la fecha de mi cumpleaños y funcionó.
—Está enfermo...maldito loco déjame en paz.— dije.
Dentro había un arma, relojes, dinero y unos pasaportes falsos suyos y míos. Rebusque hasta encontrar el verdadero y lo escondió debajo del colchón junto con las joyas.
Al día siguiente llamé a Lino para salir. Drake no estaba en casa. Le pedí que me llevara a una joyería para ajustar un anillo pero allí vendí todo lo que pude recaudando setenta mil dolores. Me estafaron porque me notaba algo ansiosa pero no me podía relajar estando a pasos de la libertad.
Si estás leyendo esto, Gracias,🥰
ESTÁS LEYENDO
Marcada: Propiedad de Drake Jacobs.
Novela JuvenilSamantha Sánchez ve su mundo cambiar al conocer al poderoso Drake Jacobs, su jefe en el negocio de la prostitución. Es en aquel mundo donde conoce Leo Stewart de quien se enamora perdidamente rompido así la regla numero uno del negocio. Drake pasará...