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"EN PELIGRO"
Frank Bryce, era el jardinero de los Riddle y vivía solo en una humilde casa en la finca de sus amos. Se despertó una noche de agosto y vio algo raro arriba en la vieja casa, dio por supuesto que eran niños, quienes en algunas ocasiones habían tomado la costumbre de tirar piedras a las ventanas de la Mansión de los Riddle, y pasaban con las bicicletas por encima del césped que con tanto esfuerzo Frank mantenía en buen estado. Habían ido un poco más lejos que otras veces en su intento de mortificarlo.
Lo que lo había despertado era su pierna mala, que en su vejez le dolía más que nunca. Se levantó y bajó cojeando por la escalera hasta la cocina, con la idea de rellenar la bolsa de agua caliente para aliviar la rigidez de la rodilla. De pie ante la pila, mientras llenaba de agua la tetera, levantó la vista hacia la Mansión de los Riddle y vio luz en las ventanas superiores.
Frank entendió de inmediato lo que sucedía: los niños habían vuelto a entrar en la Mansión de los Riddle y, a juzgar por el titileo de la luz, habían encendido fuego.
Así que dejó la tetera y volvió a subir la escalera tan rápido como le permitía la pierna mala; regresó completamente vestido a la cocina, y cogió una llave vieja y herrumbrosa del gancho que había junto a la entrada. Tomó su cayado, que estaba apoyado contra la pared, y salió de la casita en medio de la noche.
La puerta principal de la Mansión de los Riddle no mostraba signo alguno de haber sido forzada, ni tampoco ninguna de las ventanas. Frank fue cojeando hacia la parte de atrás de la casa hasta llegar a una entrada casi completamente cubierta por la hiedra, sacó la vieja llave, la introdujo en la cerradura y abrió la puerta sigilosamente.
Penetró en la cavernosa cocina. A pesar de que hace años que Frank no se encontraba en ella y de la escasa oscuridad, recordaba la puerta que conducía al vestíbulo y se abrió camino hacia ella con celeridad, mientras percibía el olor de escasez y aguzaba el oído con el fin de captar cualquier sonido de pasos o voces que arribara de arriba. Llegó al vestíbulo, un poco más iluminado gracias a las amplias ventanas divididas por parteluces que flanqueaban la puerta principal, y comenzó a subir por la escalera, dando gracias a la espesa capa de polvo que cubría los escalones porque amortiguaba el ruido de los pies y del cayado.
En el rellano, el hombre se dirigió hacia la derecha y observó de inmediato dónde se encontraban los intrusos: al final del camino había una puerta entornada, y una brillante luz brillaba a través del resquicio, eclipsando sobre el negro suelo una línea dorada. El hombre se fue acercando pegado a la pared, con el cayado firmemente asido. Cuando se hallaba a un metro de la entrada, distinguió una estrecha franja de la estancia que había al otro lado.
Pudo ver entonces que estaba encendido el fuego en la chimenea, cosa que lo sorprendió. Se quedó inmóvil y escuchó con toda atención, porque del interior de la estancia llegaba la voz de un hombre que parecía tímido y acobardado.
—Queda un poco más en la botella, señor, si sigue hambriento.
—Luego —dijo una segunda voz. También esta era de hombre, pero extrañamente aguda y tan fría como una repentina ráfaga de viento helado. Algo tenía aquella voz que erizó los escasos pelos de la nuca del hombre.
—Acércame más al fuego, Colagusano.
El hombre volvió hacia la puerta su oreja derecha, que era la buena. Oyó que posaban una botella en una superficie dura, y luego el ruido sordo que hacía un mueble pesado al ser arrastrado por el suelo. Frank vislumbró a un hombre pequeño que, de espaldas a la puerta, empujaba una butaca para acercarla a la chimenea. Vestía una capa larga y negra, y tenía la coronilla calva. Enseguida volvió a desaparecer de la vista.
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𝐂𝐀𝐌𝐈𝐋𝐋𝐄 𝐘 𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐋𝐈𝐙 𝐃𝐄 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎
RandomEl cuarto año inicia y Hogwarts se prepara para el Torneo de los Tres Magos, en el que competirán tres escuelas de hechicería. Después de una temporada de misterios descubiertos y una tensión que la hace dudar de su existencia, Camille Diggory deber...