MINISTRY

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CAPITULO 3

MINISTERIO

—Han tardado siglos —dijo George, cuando llegaron por fin a las tiendas de los Weasley.

—Nos hemos encontrado a unos cuantos conocidos —explicó Ron, dejando la cazuela—. ¿Aún no han encendido el fuego?

—Papá, lo está pasando, bomba con los fósforos —contestó Fred. El señor Weasley no lograba encender el fuego, aunque no porque no lo intentara. A su alrededor, el suelo estaba lleno de fósforos consumidos, pero parecía estar disfrutando como nunca.

—¡Vaya! —exclamaba cada vez que lograba encender un fósforo, e inmediatamente lo dejaba caer de la sorpresa.

—Déjeme, señor Weasley —dijo Hermione amablemente, tomando la caja para mostrarle cómo se hacía.

Al final encendieron fuego, aunque pasó al menos otra hora hasta que se pudo cocinar en él.

Hermione y Cami platicaban animadamente acerca de todo lo que veían. Hasta que el señor Weasley comenzaba a decir quiénes eran casi todas las personas, cosa que a Harry le dio mucha curiosidad.

—Ese es Cuthbert Mockridge, jefe del Instituto de Coordinación de los Duendes... Por ahí va Gilbert Wimple, que está en el Comité de Encantamientos Experimentales. Ya hace tiempo que lleva esos cuernos... Hola, Arnie... Arnold Peasegood es desmemorizador, ya saben, un miembro del Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos... Y aquellos son Bode y Croaker... son inefables...

—¿Qué son?

—Inefables: del departamento de Misterios, secreto absoluto. No tengo ni idea de lo que hacen...

Al final consiguieron una buena fogata, y acababan de ponerse a freír huevos y salchichas.

Estaban dando cuenta de los huevos y las salchichas cuando el señor Weasley se puso en pie de un salto, sonriendo y haciendo gestos con la mano a un hombre que se les acercaba a zancadas.

—¡Ajá! —dijo—. ¡El hombre del día! ¡Ludo!

—¡Ah, de la casa! —les gritó Bagman, contento. Caminaba como si tuviera muelles en los talones, y resultaba evidente que estaba muy emocionado—. ¡El viejo Arthur! —dijo resoplando al llegar junto a la fogata—. Vaya día, ¿eh? ¡Vaya día! ¿A que no podíamos pedir un tiempo más perfecto? Vamos a tener una noche sin nubes... y todos los preparativos han salido sin el menor tropiezo... ¡Casi no tengo nada que hacer!

Detrás de él pasó a toda prisa un grupo de magos del Ministerio muy ojerosos, señalando los indicios distantes, pero evidentes, de algún tipo de fuego mágico que arrojaba al aire chispo de color violeta, hasta una altura de seis o siete metros.

Percy quien estaba allí desde hace rato, se adelantó apresuradamente con la mano tendida. Aunque desaprobaba la manera en que Ludo Bagman dirigía su departamento, quería causar una buena impresión.

—¡Ah... sí! —dijo sonriendo el señor Weasley—. Este es mi hijo Percy, que acaba de empezar a trabajar en el Ministerio... y este es Fred... digo George, perdona... Fred es este de aquí... Ron... mi hija Ginny... y los amigos de Ron: Hermione Granger, Harry Potter y Cami, la hija de Diggory.

Bagman apenas reaccionó al oír el nombre de Harry, pero sus ojos se dirigieron como era habitual hacia la cicatriz que Harry tenía en la frente.

—Este es Ludo Bagman —continuó presentando el señor Weasley—. Ya lo conocen: gracias a él hemos conseguido unas entradas tan buenas.

Bagman sonrió e hizo un gesto con la mano como diciendo que no tenía importancia.

Mientras los gemelos y Bagman hacían una apuesta a la que Cami quiso participar, pero lo dejo pasar, Harry la abrazó y la atrajo hacia él.

𝐂𝐀𝐌𝐈𝐋𝐋𝐄 𝐘 𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐋𝐈𝐙 𝐃𝐄 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora