Le seco las lágrimas de los ojos. –Túmbate, relájate y me lo cuentas. –El asiente y se tumba lentamente en la cama. Después de unos minutos en silencio, se incorpora y me mira, veo la tristeza que mantiene. Algo malo ha pasado pero no sé el que, y puedo estar segura ya que nunca lo había visto tan mal.
Lucas mirándome fijamente comienza a contarme lo sucedido. -En el salón junto a mis padres, estábamos viendo la televisión y de repente el teléfono de mi madre empezó a sonar, descolgó marchándose hablar al balcón. Mi padre y yo seguíamos entretenidos con un programa, mi madre hablaba y hablaba. Y pasado una larga media hora, entró de nuevo en el salón, pero esta vez lo hizo llorando. Al verla nos levantamos rápidamente para saber que estaba pasando, realmente estaba triste. Entonces nos explicó todo. Empezó diciéndonos que hace más o menos dos semanas, fuimos al hospital, porque me dolía mucho la pierna derecha. En ese momento el médico no me encontró nada, pero me hicieron varias radiografías. Al dejarme de doler con el pasar de los días, dejamos de darle importancia. Por lo visto no fue así, en el resultado de las pruebas encontraron alguna anomalidad. Y ahora me han... -Lucas deja de hablar unos segundos. Yo sólo rezo para que no diga lo que estoy pensando, no por favor. Finalmente, él continua con lo esperado. –Me han detectado un tumor en la pierna.
Los ojos se me inundan de lágrimas, sé que me dice algo más, pero ya no escucho nada. Lo abrazo con todas mis fuerzas y nos pasamos minutos así, en todo este tiempo, me acuerdo especialmente de cuando rondábamos los doce años y vimos pulseras rojas, la vimos juntos y nos pasábamos horas llorando. Y ahora él... era como el protagonista, tenía un tumor en la pierna. Cuando se separa me mira a los ojos y niega con la cabeza.
-No llores, todo va a salir bien. –Dice con una sonrisa, que, aunque lo intente, sé cuándo la finge o no. Y sé que no es la más verdadera que ha puesto. –Me llevaran a un centro de Barcelona, me trataran. Me tocan unas sesiones de quimioterapia y todo listo, ya verás. Me operarán y me pondrán una pierna de metálica. Y todo volverá a ser como antes. – Me mira y veo que sus ojos no dicen lo mismo, pero le intento sonreír.
- ¿Cuándo volverás? ¿Puedo ir contigo, aunque sólo sean las tres primeras semanas? –Él baja la mirada.
-Si todo va bien. –Rápidamente corrige lo que dice. –Que lo va a ir. Estaré un año y después me traerán aquí para acabar le rehabilitación. –Eso me impacto muchísimo, no sabía que estaría tanto tiempo. Me duele saber que no lo voy a ver en un año. –Pero, antes de irme. Necesito que me ayudes en algo. –Cierra los ojos y se toca el pelo. –Quiero hacerlo contigo, antes de que lo tenga que hacer solo.
No puedo negarme a cortarle el pelo, pero es un momento muy duro, entonces miro hacia delante y le señaló el baño de mi habitación. "Ahora vuelvo" Le susurro mientras abro la puerta. Voy a buscar las cosas para cortarle el pelo. Aunque voy un poco perdida, veo borroso y limpiarme los ojos sería una tontería, ya que mí lamento, volvería a llenarlos. Tampoco quería que se llevara un mal recuerdo de su último día antes de la quimioterapia, así que de paso voy a buscar todas mis fotos con él.
Cuando llego el salón, aún con los ojos llenos de lágrimas, veo a los padres de Lucas y los míos sentados hablando, ellos lloran desconsoladamente, al igual que mi madre, mi padre en cambio esta callado y mirando hacia la nada. Éramos como una familia. Desde bien pequeños que nos conocemos, hemos estado siempre juntos. Cuando me ven, intentan disimular. Todos menos Sonia, su madre, ella nunca me ha ocultado nada. Y sabe que tampoco podría hacerlo.
-Lo siento muchísimo. –Voy a darle un abrazo a Sonia. Ella siempre ha sido como una segunda madre para mí, ha estado para todo lo que necesitaba, incluso cuando mis padres me pedían más esfuerzo por mi parte, ella sabía que yo daba todo lo que podía y me apoyaba.
El abrazo, dura más de lo que me esperaba, pero cuando se separa, me limpia las lágrimas.
-Ya te lo ha dicho ¿no? –Sé perfectamente, que se refería al pelo. Desde muy pequeña, he dicho que su pelo era maravilloso, tenía unos pequeños rizos rubios, que me encantaban. Cuando éramos niños, se lo dejo por los hombros, cada mañana se lo peinaba para que le quedara liso, pero a la tarde ya volvía a tener rizos.
Asiento con la cabeza y le doy un abrazo a Carlos. Entonces, cojo la máquina de afeitar de mi padre. Después voy hacía el armario y busco nuestro álbum de fotos. Empiezo a sacar y sacar, hasta que lo encuentro, dejo todo por medio y voy corriendo a mi habitación.
Toco la puerta del baño, y se escucha un pasa, por lo tanto, abro y me meto dentro.
-He traído algo que sé que te gustará. –Le doy el álbum y noto que le sale una pequeña sonrisa. Me mira con cara de agradecimiento y lo abre por la primera página. Al ver la foto recuerdo ese momento como si fuera ayer. –Teníamos 6 años estábamos de camino a Barcelona, en mi cumpleaños. Era una sorpresa para los dos. –Mientras le explico enciendo la maquinilla. –Estabas muy nervioso, no sabías a dónde íbamos y pensabas que nunca más volveríamos a casa. –Entonces mientras él esta distraído viendo las fotos, le rapo los primeros mechones. Él da un respingo, pero le pongo la mano en el hombro. –No te mires al espejo, no todavía. –Nervioso, me hace caso y sigue pasando las páginas. Cada pasada que hago con la máquina, siento que ya nada será igual. –Cierra los ojos y levántate. –Lo hace sin rechistar y lo coloco enfrente del armario. –Tres, dos, uno... Abre los ojos.
Me sorprende ver que se gira y abre los ojos mirándome a mí. Ve mis ojos llorosos y mis mejillas coloradas, entonces le doy la mano y nos giramos hacía el espejo. Nadie dice nada, él no tiene reacción. Noto que me mira, no a mí directamente, si no al reflejo. Yo miro el suyo. Su cara ya no es la cara del niño hiperactivo que yo conocí con tan sólo 4 años, que nunca se quedaba quieto. Sé que ya nunca será él adolescente de ojos azules y pelo rubio, que jamás se hubiera rapado el pelo, porque quería a su pelo más que a él mismo. No será el mismo, será diferente, pero yo lo querré sea como sea.
-No tendrás los rizos, pero sigues siendo el chico más guapo del mundo. – Veo como sus labios se levantan un poquito y eso me causa una pequeña felicidad. Lo abrazo y me lo llevo fuera del baño. –Te quiero Lucas. No dejes que esta mierda te debilite. –Entonces me tira a la cama y nos quedamos ahí, abrazados, sabiendo que siempre estaríamos para el otro.
-Siento si te he arruinado la tarde. –Me dice cuando ya nos hemos separado. –Lo siento mucho. –Y se derrumba, vuelve a llorar. Sé que no llora porque me haya arruinado la tarde, como él dice.
- ¿Eres tonto? No me has arruinado la tarde. Gracias por habérmelo dicho. De hecho, quiero darte algo. –Tu cumpleaños se acerca, y si estás en Barcelona, no podré darte esto. –Me levanto y voy a mi armario. –Pero no lo puedes abrir hasta que no sea tu cumpleaños. ¿Me lo prometes? –Me mira y asiente con la cabeza, a la vez se incorpora en la cama.
-Te lo prometo. –Dice con una voz temblorosa. Entonces sacó una caja bastante grande. Me costó mucho hacer el regalo así que espero que le guste. Estuve días buscando algo perfecto para él. Cuando se lo doy, levanta las cejas, sorprendido. –Es enorme, todavía no sé qué puede ser, pero muchas gracias Ki, no sólo por esto, si no por todo.
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Un nosotros sin mí
Teen FictionKira tiene 15 años, a punto de cumplir los 16 y su vida estaba siendo guay. Había conocido un grupo de amigos, los cuales pasarían a formar algo en su vida. Sus padres eran un poco estrictos y no les gustaban esos chicos, aunque sabían que no les po...