Al final acabé la redacción de David y él mis deberes de inglés. Los dos salimos de clase contentos por nuestro trato. Durante el día no pasa nada interesante, me junto como de costumbre en el recreo con mis amigos y voy a comer, aunque dejo que mis preguntas vuelvan a la hora de filosofía, supongo que justo es el mejor momento.
Me decido por preguntarle a la profesora sobre ellas. Realmente tengo demasiada curiosidad.
Me dirijo hacía ella, me sonríe.
-Buenas tardes, tengo una pregunta para ti. –Ella me hace un gesto para que siga hablando. –He estado pensando algo y creo que eres la profesora indicada para responderme. Realmente ¿nos conocemos a nosotros mismos? Es decir, yo sé que me gusta hacer, pero no sé si realmente me gusta lo que estoy haciendo con mi vida. –Veo que ella asiente, no entiendo el por qué.
-No te voy a responder ahora Kira, pero es una buena pregunta. Tú sólo profundiza. – Y me deja ahí. Coge la tiza y empieza a escribir en la pizarra algo.
Me quedo igual que antes, no entiendo que quiere que haga, así que niego con la cabeza, me siento en mi sitio y suspiro, mi compañero de mesa ya está sentado y con los libros sobre el pupitre. Le saludo y él me sonríe. No habíamos hablado apenas, pero era amable conmigo.
-Queridos alumnos hoy no utilizaremos los libros, así que por favor guardarlos. Hoy trataremos un tema en específico, me da igual si sale en el libro o no. Me da igual si lo consideráis filosofía o no. Vamos a escribir algo. Lo más profundo que os salga, no me importa lo que escribáis. No quiero que pongáis lo primero que se os paso por la cabeza. –Niega con la cabeza y se sienta en la silla. –Haber cerrar los ojos. –Hace un gesto con la mano y ella también los cierra. –Pensar quienes sois, que habéis vivido hasta ahora y quién os acompaña. Es eso lo que os hace ser quienes sois. – Nadie ha cerrado los ojos, ni siquiera yo, pero si había pensado en eso. –Escribir chicos, escribir. Al final de la clase me lo dais.
Cojo mi bolígrafo y empiezo a poner palabras. Pienso que he vivido hasta ahora, las personas que me han acompañado hasta estos momentos de mi vida. La gran mayoría de recuerdos son con Lucas y algunos pocos con mi grupo. Y todos son felices. Hasta que llegan los que estoy con mi hermano. Todo cambia. Hasta parece que cambien los colores de los recuerdos. En todos aparecen mis padres. Empiezo a recordar en primero de la ESO, yo tenía doce años, él trece.
*Años atrás*
-Tú máxima nota un 6 y dos suspendidas... Kira, has suspendido dos asignaturas. Cariño saca las notas de Marcos del año pasado. –Decía mi padre gritando mientras yo intentaba contener las lágrimas, mi madre no podía hacer otra cosa que hacerle caso. –Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis. Seis dieces Kira, seis dieces. Y tú no eres capaz de sacar un ocho. Tu hermano es un gran ejemplo a seguir hija, pero tú no sabes ni contar hasta diez. –Mi madre no sabía que decir, yo ya lloraba desoladamente y mi padre estaba demasiado enfadado como para notarle otra reacción.
-Papá, déjala, ella se esfuerza cada día más. Está estudiando todos los días mientras sus amigos están jugando. A lo mejor tiene alguna dificultad de aprendizaje y le cuesta o puede no estar en su mejor momento. Pero ella lo intenta. –Saltó Marcos, no me lo esperaba para nada, él y yo nunca habíamos tenido mucha conexión, siempre teníamos peleas o directamente ni nos hablábamos.
Pero no todo acabo allí, a mi padre se le cambió la cara totalmente. Tiró ambos papeles al suelo y se dirijo hacía nosotros, mi hermano retrocedió unos pasos por miedo y se acercó a mamá. Yo simplemente me quedé paralizada, no sabía qué hacer, supongo que lo mejor era no hacer nada. Pensaba que se acercaría a mí, pero paso de largo y cogió a mi hermano del brazo y se lo llevo a la cocina, yo no me atrevía a ir con ellos y mi madre menos así que nos quedamos en el salón sin dirigirnos la palabra. Se escucharon gritos por parte de ambos, gritos de ira. Mi padre salió de la cocina sin Marcos y se fue de casa. Mi madre no reaccionaba y Marcos salió de la cocina y se fue corriendo a su habitación, no le pudimos ver salir y yo no tenía las fuerzas para hablar con él. Mi padre volvió después de tres horas e hizo como si nada hubiera pasado.
Desde aquel día mi hermano y yo no hemos vuelto a hablar.
Al principio lo intentaba, le preguntaba cómo le había ido el día, pero él simplemente me ignoraba, después de un tiempo deje de preguntarle y sólo hablábamos cuando no nos quedaba otra opción. Ojalá saber que pasó en la cocina aquel día, pero me da miedo, mucho miedo saber lo que pudo haber pasado.
*Presente*
No puedo evitar que unas lágrimas me salten de los ojos, pero antes de que caigan sobre el papel, me las limpio. Intento no pensar en ello, pero se me hace imposible no recordar la cara de Marcos al ver que mi padre se dirigía a él. Así que empiezo otra vez, decido que lo que he puesto en la hoja no es la verdad, así que cojo otra y empiezo a escribir sobre la realidad de mi vida.
Ni siquiera pongo un título, simplemente pongo una línea en negro y abajo empiezo a redactar.
Empiezo hablando sobre mi infancia y por qué no estoy compuesta de esos momentos. Mi infancia fue dura, cuando rondaba los ocho años, no entendía porque mi hermano tenía todo lo que quería y yo no. Más tarde murió mi tío paterno, no se parecía en nada a mí padre, él siempre me apoyaba, sinceramente, él me prefería a mí antes que a Marcos, aunque nunca lo admitió. Pase muy buenos momentos junto a él, pero cuando murió, todo fue distinto. Ya no tenía un hombro donde poder llorar cuando mis padres me regañaban o cuando tenía malas experiencias en el colegio.
En la primaria nunca me trataron muy bien, es decir yo era bajita y gordita y siempre se reían de mí, me hacían muchos comentarios molestos, en cada momento. Cuando cumplí los nueve años empecé a hacer dieta y hacer mucho más deporte del que hacía, tan solo quería adelgazarme, no quería que esos niños me insultaran a la hora del almuerzo. Dos años más tarde, con once años, mi cuerpo evoluciono bastante es decir crecí, llegué a ser de las más altas de la clase. Ya no estaba tan gorda, mi cuerpo parecía el de una niña más mayor y ya los niños no me decían nada. Pero siempre tendré en mi cabeza esos insultos, todo el día me molestaban con los mismos comentarios, ahora no me puedo mirar al espejo sin verme a mi yo de ocho años intentado adelgazar para que no le dijeran lo mismo en cada momento. "Algún día adelgazaras es que nos das asco." "Profe pon un ventilador al lado de Kira, es que suda más que nadie y nos moja hasta nosotros, esto acabara siendo una piscina." Y las risas de fondo de mis compañeros.
Respiro hondo e intento dejar atrás los malos momentos de mi infancia, pero me doy cuenta de que si quiero escribir algo realista lo mejor que puedo hacer es hablar sobre los peores momentos de alguien. La crueldad que puede tener un niño de ocho años, lo que pueden hacer las palabras, las malas experiencias que he pasado durante mi vida, sí que me hacen ser quién soy, ser más fuerte, tener una buena fortaleza. En cambio, las buenas solo te ayudan a ser feliz.
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Un nosotros sin mí
Teen FictionKira tiene 15 años, a punto de cumplir los 16 y su vida estaba siendo guay. Había conocido un grupo de amigos, los cuales pasarían a formar algo en su vida. Sus padres eran un poco estrictos y no les gustaban esos chicos, aunque sabían que no les po...