29. Estoy seguro

428 20 0
                                    

— Armando, quiero pedir la mano de Sandra.

El nombrado abrió los ojos de par en par.

— ¿Qué? — Se acerca a su mejor amigo y empieza a tocarle la cara desesperadamente. — ¿Estás enfermo? ¿Estás bien? Tu temperatura está correcta... ¿Estás borracho? ¡Te drogaron! ¿Quién carajos te drogó?

— ¡Que no tengo nada, mierda! — Pasa sus manos por toda su cara en clara seña de frustración, la gente de su alrededor los miraba extrañados. — No tengo nada... Estoy bien.

Armando hace una mueca.

— ¿Entonces?

— Sólo quiero pedir su mano... Sé que es muy apresurado, pero, somos muy felices juntos. Lo único que quiero es estar el resto de mis días con ella. — Sonríe.

Todos estamos seguros que el Mario de hace unos años se estaría burlando de esta situación.

Pedir la mano de su amada era algo que ya estaba pensando. Le sugirió vivir juntos y ya era una señal, de que, él tenía intenciones de dar el siguiente pasó con su novia.

El día de hoy se había citado con Armando en un café cercano. Cuando llegó, no habló absolutamente nada y eso le preocupaba a su mejor amigo. Luego de tanta insistencia de parte de él, no dudó un segundo más en decirle lo que estaba pasando por su cabeza hace unos cuántos meses.

— ¿Estás seguro de eso? — El pelinegro se acomodó en su asiento.

Mario toma un sorbo de su taza de café.

— Que sí, estoy muy seguro.

Armando suelta un chillido y salta en su asiento.

— ¿Qué haces?

— ¡Estoy emocionado, imbécil! Finalmente dejarás de ser un ridículo solterón, ya era hora. — Grita.

El contrario rueda los ojos.

— Sí, si, bueno. Ahora ayúdame a planear cómo haré esto.

— Con mucho gusto, mi querido hermano.

<3

Mario entró a su apartamento y se dió con la sorpresa, de que, Sandra se encontraba ahí... Sentada en un sillón mientras leía un libro.

Él no tardó absolutamente nada en admirar cada uno de sus rasgos. Su rostro tranquilo, un par de ojitos grandes moviéndose de un lado a otro observando cada uno de los párrafos, cejas pobladas, pestañas largas y rizadas, mejillas con un leve rubor carmesí, y unos labios delgados y rosados que era adicto a besar.

Todo en ella era hermoso.

Era amante de descubrir cada parte de su rostro y cuerpo a través de la tela que lo cubría.

Y le encantaba saber más de ella, le encantaba que le cuente de su día, le encantaba que ría, le encantaba verla cocinar, leer, dormir o hacer cualquier cosa que se le ocurra, le encantaba la forma en la que se hacía un moño en el cabello, le encantaba que lo abrace por la espalda sin razón alguna, le encantaba todo de ella.

Eran tantas cosas que era complicado describirlo.

Sólo deseaba tenerla con él todo lo que le quede de vida.

— Hola, amor. No te había visto, ¿Todo bien? Estabas... Como perdido. — Sandra camina hacia él y envuelve su cuerpo con sus brazos.

— Cariño... Estaba pensando en lo feliz que soy a tu lado.

Ella ríe en su hombro.

— ¿Eres feliz conmigo? — Pregunta.

— Lo soy, mi vida.

Sé que fue un error • MandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora