36. Suegros

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El castaño sentía su estómago revolotear y su corazón latir a mil por segundo. Llegó el momento de conocer a los padres de su prometida, de invitarlos a su boda y asegurarles que la cuidaría por el resto de su vida. ¿Qué era lo que exactamente le preocupaba? Ni él sabía con claridad, pero tenía miedo, tenía miedo de ser echado de aquella casa porque no fue aprobado por ellos.

—Definitivamente piensas mucho. —Sandra interrumpió sus pensamientos. —Les caerás bien, Mario, mis padres son muy agradables.

—¿Segura? —Preguntó por décima vez.

—Deja de morderte las uñas y toquemos el timbre, por favor. 

Dirigió su mirada a su mano derecha y... Efectivamente, sus uñas estaban siendo mordidas por sus propios dientes. De un movimiento rápido dejó su mano caer y la secó con un pañuelo que tenía dentro de su bolsillo.  

La menor tocó el timbre unas pocas veces.

Una bella mujer de corto cabello azabache se asomó en la puerta y una sonrisa adornó su rostro.

—¡Hija! —Envolvió el cuerpo de la menor con sus brazos.—¡Que feliz estoy de tenerte aquí! ¿Cómo estás? ¿Qué tal te va en el trabajo?

La contraria rió y su madre dejó un beso en su mejilla antes de soltarla.

—Todo bien, mamá... En absolutamente todo me está yendo bien.

Ella sonrió ante su respuesta y miró al apuesto hombre que se encontraba detrás de ellas.

—Tú debes ser el prometido de mi hija, ¿verdad? —Mario asintió nervioso ante la interrogante de la mayor.—Mucho gusto, me llamo Rousse y soy la madre de Sandra.

—El gusto es mío, señora Rousse. —Estrecharon sus manos.—Mi nombre es Mario Calderón y estoy muy feliz de conocerla.

—¡No te imaginas cómo estoy yo! Finalmente conozco al amor de la vida de mi amada hija. —Replicó emocionada.—Que hombre tan guapo y elegante.

Calderón estaba muy emocionado, al parecer le cayó bien a su suegra. Faltaría su suegro, y él es el que le da más miedo.

—Entra, hija y bienvenido, Mario... Esta también es tu casa y las puertas estarán abiertas para ti.

Dejó que la pareja entrara a la gran casa, en uno de aquellos sillones del salón se encontraba sentado un hombre de cabellos castaños de gran estatura.

Él los vió entrar y no tardó en ponerse de pié.

—¡Hola, mi amor! —Le dió un fuerte abrazo a la pelinegra.—Te extrañé tanto.

—Papá, yo también.

Rousse carraspeó.

—Leonardo, él es el prometido de nuestra hija... Se llama Mario.

El nombrado caminó hacia el castaño y lo examinó.

Mario abrió sus ojos de par en par, ¿acaso lo mataría? No, era muy pronto para morir.

Pero sus pensamientos sobre su futura muerte acabaron cuando el mayor carcajeó y palmeó su hombro.

—Es bueno conocerte, mi hija me ha hablado mucho de ti y con verte me has caído muy bien. Cómo mi esposa lo dijo... Soy Leonardo Patiño, padre de Sandra y tu suegro.

De verdad que no se lo esperaba...

—Mario Calderón, encantado. —Limpió sus manos sudadas con su propio pantalón.—Me alegra que mi prometida haya hablado de mí con usted, espero conocerlo mucho más y estoy agradecido de haber sido aceptado por ustedes.

No podía estar más que feliz, ¡Lo aceptaron!

—Gracias a ti por alegrar los días de mi hija. —Prosiguió muy contento.—Vayamos a cenar y conversemos sobre la boda.

<3

—¿Puedes creer que Sandra no se dió cuenta de que se hizo pis en frente de todos? —Contó Don Leonardo, no paraba de carcajear y por otro lado, la expuesta sólo optó por pasar su mano por su rostro debido a la vergüenza.—¡Cuando era pequeña era muy torpe!

El castaño rió, pero recibió una patada en una de sus piernas y automáticamente calló.

—¿Qué opinas de eso, Mario? —Volvió a hablar el mayor de todos.

—Me pareció muy buena la historia, señor. Cuénteme más.

Sandra lo fulminó con la mirada.

—Digo... Mejor no, ¿por qué no me cuenta de cómo se conocieron usted y la señora Rousse? —Sonrió nervioso.

—¡Claro que sí! Encantado de contarte esta historia, la más bonita de todas. —Tomó la pequeña mano de su esposa y la acarició con su pulgar.—Así fue...

Y vaya que aquella historia era muy larga, pero Mario no tardó en imaginarlos a él y a su novia siendo los protagonistas. Dejó de prestar atención para pensar en su futuro y en lo feliz que sería por el resto de su vida, ¿en realidad todo cambió en tan poco tiempo? Sí, y ahora mismo se cuestiona en lo aburrido que sería continuar con los hábitos que tenía hace unos cuantos años. Usualmente ocurren cosas que nunca se te llegaron a pasar por la mente, pero caes en cuenta que realmente te sientes bien de esta forma.

¿Una vida sin Sandra? No, gracias, paso. Pensó.

No te lo voy a negar, no me imagino una vida sin Rousse... Ella es una de las razones por las cuales continúo y no me rindo. —Soltó una pequeña lágrima.—El amor es hermoso, sólo si es con la persona correcta, ¿no creen?

—Tuve aquel concepto del amor desde que ví sus mejillas sonrojarse al verme. —Dijo Mario.—Amo a Sandra, la amo y quiero conquistarla todo el tiempo que me queda de vida.

“Quiero que seas sólo tú la que altere mi anatomía...”

𖦆

A nada del final y bueno, me va a costar superar este fic jaja, loamo :[

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