CAPÍTULO 3

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CAPÍTULO 3

Alec y yo nos pasamos las siguientes horas en la biblioteca del cuarto piso sentados juntos en el sofá que descansaba junto a la inmensa chimenea. Me abrazaba las piernas mientras él mantenía un brazo sobre mis hombros. Ambos estábamos mirando las llamas crepitantes del fuego pensando en lo sucedido, en silencio.

¿Habría Williams dejado de hablar con la directora y se habría enterado por Dean de lo sucedido? ¿Le habría parecido bien que Fredy la ejecutara de aquella manera sin su previo permiso? ¿Daven seguía buscando a Ana? ¿Algún día la encontraría? Robinson-Astrid dijo que no sabía nada, cosa extraña dado que fue ella la perpetradora.

¿O acaso no lo era? No, no era posible, lo había visto con mis propios ojos, pero... ¿qué otra cosa iba a ser?

―Alec, ¿crees de verdad que Astrid no tenía nada que ver con la desaparición de Ana?

Tenía el ceño fruncido. No dejó de mirar a la chimenea y contestó en un susurro:

―Independientemente de si fuera ella la responsable o no, sigue desaparecida. Daven sigue una pista nueva que lo lleva a Oriente Medio, pero no parece conducir a ninguna parte.

― ¿Oriente Medio?―Pregunté incrédula con un tono más alto del que quisiera. ― ¿Cómo iba a pasar Ana por Oriente Medio?

Alec me miró de reojo.

―Puede que pasara por allí la persona o cosa que se la llevara. Según una fuente fidedigna, la vieron allí con alguien más recogiendo provisiones, pero no estaba libre que digamos.

―Explícate.

Suspiró.

―Hay incógnitas por todas partes, parece que se esté aferrando a un clavo ardiendo, pero alguien la vio transformada y encerrada en una jaula. La llevaban en un carruaje por una ruta comercial de allí. Estaban cogiendo suministros para lo que parecía ser un camino bastante largo.

― ¿Cómo alguien iba a reconocer a un licántropo en su forma animal?

―Pues siendo otro licántropo. Ellos se reconocen tanto en forma animal como humana. Incluso memorizan casi a la perfección su olor. Y uno de ellos conoce a Daven y reconoció haberla olido en ese carro.

Parecía inverosímil que siguiera una pista en base al olor que recordaba un desconocido. Pero suponía que si los perros podían rastrear a gente, los licántropos también. No debía perder la esperanza. Si Daven o Fredy no lo hacían y confiaban en ello, yo debía hacerlo, aunque fuera con ciertas dudas.

Alec me apretó más contra él y me acarició el brazo. Me dio un beso en la cabeza.

―Tranquila. Está en buenas manos. La encontrarán.

―Eso espero...

―Fredy también. No le confiaría Ana a nadie si no fuera de extrema confianza.

Me alejé ligeramente de él para poder mirarlo bien a la cara.

― ¿Tú crees que Fredy se ha...enamorado de ella?

Me observó sin decir nada, como si estuviera midiendo cada una de sus palabras antes de decirlas.

―Creo que enamorarse en muy fuerte para describirlo, pero creo que se sentía atraído por ella, ya no solo por ser una inferior a él, o por ser una licántropo fémina, sino por cómo es y el pasado en común que tienen...

―¿Pasado?

―Sí, ya sabes, la manera en que se convirtieron... Fredy es uno de los pocos licántropos que hay convertidos. La mayoría de aquí son de pura sangre, ya que son descendientes de los licántropos supervivientes de la Gran Guerra. Que a Ana la convirtieran contra su voluntad como a él, que llegaran al mismo refugio y que tuvieran esa química no me hace de extrañar que le guste. Tienen varias cosas en común.

Al Anochecer II La daga y el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora