CAPÍTULO 12

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No pude hacerlo. Tras una larga charla con Ana, Daven y los demonios, me había puesto al día, pero no pude averiguar nada sobre lo que le pasó a ella durante su secuestro. Ni con el contacto al sentarla, ni intentando abrirme paso en su mente había logrado nada, sólo adentrarme en su maraña de pensamientos confusos sobre el lico y las calorías que debería empezar a consumir cuando llegara el momento de entrenar de nuevo. Lo único que había sacado en claro era que el hambre voraz y la pasión por la comida de Fredy no sólo se limitaban a él, sino a la naturaleza licántropa.

Después de darle una negativa a Daven telepáticamente, él se llevó de nuevo a Ana y yo decidí volver a mi habitación sola, mientras los demonios seguían paseando alegremente por el jardín trasero del castillo.

Como era de noche, el interior del refugio rebosaba de energía gracias a que todos sus residentes, o bien sí su mayoría, rondaban por los pasillos trabajando en la limpieza, la administración de suministros o en la cafetería. Bale parecía un lugar diferente al que entré meses atrás. Pude distinguir caras que había visto durante las batallas contra las arpías y los experimentos. Olí diferentes aromas de perfumes y platos de comida que llevaban -seguramente licántropos a juzgar por la cantidad obscena- hacia sus aposentos o la enfermería e, incluso, algunas botellas de cristal con sangre en su interior esperando ser vaciadas en un sitio más privado. Aquel sitio albergaba más vida, y eso lo hacía mucho más acogedor que al principio.

Más relajada que antes, llegué a los pies de mi cama tras un largo paseo por el castillo y me dejé caer sobre el colchón haciendo ceder los muelles en un suave chirrido.

Cuando creí que el quejido metálico cesó, otro en la cama contigua se sumó a su sinfonía acompañado de una sensación fría familiar.

Vaciando mis pulmones con hastío, esperé a que la voz fantasmal hiciera presencia. Después de todo, él decidía si tocar o no la superficie, por lo tanto, provocaba el ruido para avisarme de que estaba allí.

Aunque yo prefería su <<toc, toc>>.

―Creí que estabas mejor. ¿A qué viene la pose dramática?

Ni me molesté en levantarme. Giré la cabeza sobre la cama para mirar su figura translúcida sobre el sitio de Sejmet y suspiré.

― ¿Un día duro? ―Preguntó gentilmente.

Lancé una risa sardónica.

― ¿Y cuándo no lo es?

Dean rio con gracia y se inclinó apoyando ambos codos en sus rodillas.

―Me alegra ver que te vas adaptando al flujo de cambios de por aquí. ―Sus praderas infinitas destellaron con diversión.

― Qué remedio...

Me senté de piernas cruzadas sobre mi colchón para encarar mejor la conversación.

Su semblante, al mirarme fijamente, cambió de relajación a consternación. Era inevitable, me sentía frustrada por la situación de Ana y Alec y no era muy buena ocultando mis emociones.

― ¿Qué ocurre, cachorrita? ¿Te preocupa Alec?

Lo fulminé con la mirada.

―No me llames cachorrita. ―Pero no pude decirlo lo tajante que quise, el nombre de Alec me distrajo. ―Pero sí. Vi cómo fue a Tara y lo atacaron. Aunque eso tú ya lo sabes, ¿no es así?

Dean se apareció en la escena cuando Alec sacó el puñal del ara ceremonial y dijo mi nombre al mirarnos a los ojos. ¿Qué vería?

―Ah, eso. ―Su sonrisa volvió tan rápido como se fue antes. ―Pues sí, no pude evitar seguirlo. Temía que fuera a hacer alguna estupidez. Y no me equivoqué. ―Puntualizó. ―Después de todo, sé cómo se siente. ―Su sonrisa se tiñó paulatinamente con nostalgia al mismo tiempo que sus ojos viajaron hasta el horizonte que enmarcaba la ventana.

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⏰ Última actualización: May 15, 2022 ⏰

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Al Anochecer II La daga y el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora