<< ¡Bien! No está ahora mismo. Espero que no se dé cuenta.
Cogí con unas manos que no eran mías el libro que descansaba en la estantería del despacho de Williams y me lo puse bajo el brazo. Miré a la ventana buscando cualquier testigo no deseado sin resultados. Sólo vi mi reflejo en el cristal con los últimos rayos del atardecer incidiendo sobre mi rostro: el de Alec. Giré ciento ochenta grados y salí corriendo lo más rápido que pude de allí. >>
Abrí los ojos como si tuviera un yunque atado a ellos. El cuerpo apenas pude moverlo un ápice del colchón. Parecía que me había atropellado un camión. ¿Qué visión era esa? ¿Alec había robado el libro de la directora? Parecía ser lo mismo que me sucedió con Ana. ¿Eso significaba que estaba pasando ahora?
<<Alec, ¿Qué has hecho?>>
<<―¿De qué hablas? ― Sonó en mi cabeza.>>
¿Lo que había visto no era lo que estaba pasando? No tenía por qué mentirme por robarle algo a Williams...
―Nada, me había parecido verte en una visión...
― ¿Has tenido una?
―No tiene importancia, tranquilo.
Me giré como pude para tumbarme boca abajo y enterré la cara bajo la almohada. No quería salir de la cama, apenas tenía energía para pensar. No podía descansar ni durmiendo. Eso de tener visiones era un asco. Aunque habría jurado que era una trascorporación...
Cerré los ojos con fuerza para ver si recobraba el sueño. Pero ya me había despertado del todo. Saqué la cabeza y la apoyé en la almohada. Vi a mi izquierda los cuadernos apilados en la mesita de noche y los lápices asomándose por el estuche. Después de todo se me habían quitado las ganas de dibujar por un tiempo.
Una pequeña corriente de aire frío me alcanzó vagamente y el vello de los brazos se me erizó en un segundo. Sabía de qué era y lo ignoré. No estaba de humor para tonterías.
Una sombra se movió por la habitación hasta llegar a la cama de Sejmet y se sentó en silencio. No me molesté ni en mirarlo.
Durante lo que me parecieron eones ambos estuvimos quietos sin decir nada dejando el aire pasar entre nosotros. Fue el momento más tranquilo que había tenido desde que llegué a Bale. Y fue con él. El cupo de surrealismo pensaba que ya lo había alcanzado.
Suspiré. Ya era hora de que soltara prenda.
― ¿Qué haces aquí, Dean?
―Fredy ya permite visitas para ver a Ana, aunque la razón principal era ver cómo estabas.
Lo miré por primera vez desde que llegó a los ojos. Me incorporé en la cama con más estabilidad que antes y me senté frente a él.
―Sí, bien. ¿Qué te hace pensar lo contrario?
Una intensidad anteriormente desconocida se apoderó de su rostro.
―Ya sabes tu futuro. Sé que no estás bien.
Debería haberme esperado esa respuesta. Él siempre sabía qué pasaba, igual que en ese momento. Me pilló con la guardia baja.
Dejé caer los hombros, derrotada. No estaba para ponerme a la defensiva. Apoyé los codos en las rodillas y enterré la cara entre las manos.
―Dean... ¿tú sabes lo que pasará?―Le dije sin moverme un ápice.
No oí nada, solo noté como una ola de calor se posaba a mi izquierda.
―Lara, la mayoría de cosas sí que se cómo van a ocurrir, porque la gente es muy predecible y poco original y yo soy muy viejo. He visto y hecho prácticamente de todo. Y sobre tu futuro...sé que harás lo correcto, igual que hizo Ada llegado el momento.
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Al Anochecer II La daga y el destino
FantasySecuela de Al anochecer La diosa y el mestizo