―...Y con esto ya hemos finalizado la rehabilitación.
No oí el resto. La cabeza me daba vueltas una y otra vez. ¿Qué fue aquello? ¿Acaso era posible? Fuera lo que fuese debía contactar con Williams de inmediato y decírselo.
―Sí, gracias por todo. ― Dije encaminándome a la salida de la enfermería. Cerré la puerta a mis espaldas sin esperar una respuesta y crucé el pasillo para bajar por las escaleras.
<< ¡Alec! ¿Dónde está Williams?>>Le dije mentalmente.
Llegué al segundo piso y me lo encontré corriendo hacia mí. Se detuvo a un paso de distancia con cara de preocupación.
― ¿Qué ocurre? ¿Has tenido una visión?―Dijo agitado.
El corazón me latía a mil por hora.
<< ¿Cómo no pudimos verlo antes? ¡Estuvo siempre delante de nuestros ojos! Sobre todo de Williams... Me pregunto cómo se lo tomará. >>
―Sí... ―Intentaba decir entre jadeos. Respiré hondo para calmarme. ―Pero no puedo decirlo aquí...―Susurré. En aquel momento más que nunca me percaté de que había ojos y oídos por todas partes. ¿Me estaba volviendo tan paranoica como Jessica? Desde luego, no me faltaban razones. Aunque esperaba que no...
Le cogí de la muñeca con fuerza.
― ¿Sabes dónde está?
―Creo que ha ido a una reunión a Bjärna. No tardará en volver.
― ¿Bjärna?
―El refugio de Finlandia. ―Frunció el ceño. Parecía intuir lo que había visto. Tras una pausa, abrió los labios. ―Acaso...
Miré con disimulo el vestíbulo buscando a la mujer en el escritorio. Pero estaba vacío.
Esa vez Alec me cogió del brazo y tiró de él.
―Es una broma, ¿verdad?―Me miró con los ojos muy abiertos. Había supuesto quién era y eso lo hacía ponerse nervioso. Casi pude percibir un temblor viniendo de sus dedos.
― ¡Joder!―Exclamó entre susurros― ¿Estás segura?
¿Qué podía decir? No había lugar a dudas, la vi allí mismo manipulando a Jessica a su antojo y hablar de sus planes con todo lujo de detalles.
Asentí.
Inconscientemente agarré la piedra que colgaba de mi cuello. Poco después de recobrar mis recuerdos, Alec arregló la joya con un armazón de alambre de plata para llevarla siempre conmigo allá a donde fuera (y cuando fuera). Después de practicar en varias visiones, conseguí el control de mis brazos y me acostumbré a averiguar la línea temporal a la que iba.
No dijo nada, sólo se mordió el labio inferior como si quisiera exprimir las palabras que no lograba articular.
Me tiró del brazo y me llevo a toda prisa a la torre oeste. Subimos las escaleras hasta llegar a un marco que llevaba escrito su nombre. Ambos lo tocamos y aparecimos en su habitación.
Era idéntica a la mía, salvo que a la izquierda en lugar de haber un tocador había un escritorio con diferentes cajones y documentos encima. Junto a ella estaba Fredy con el ceño muy fruncido y su ropa negra habitual. Parecía más enfurruñado que de costumbre.
―Más vale que sea algo importante, Alec. Estaba siguiendo una pista sobre Ana. . .
―Calla y presta atención. ―Alec fue tan tajante que Fredy no dudó en obedecerlo, a pesar de no haber hecho eso nunca con nadie de su manada. El dhampir clavó sus ojos color miel sobre él y la expresión de Fredy se endureció con el paso de los segundos. Parecía que estaban entablando una conversación telepáticamente. Haría unos meses lo habría creído imposible. Pero ahora...
ESTÁS LEYENDO
Al Anochecer II La daga y el destino
FantasíaSecuela de Al anochecer La diosa y el mestizo