¿Por dónde podría empezar?, me muero de ganas de empezar por el final, pero creo que será mejor seguir el orden, para reflexionar cada suceso y quizá entenderlo, tal cual fue, creo que debo empezar en el punto donde de verdad empezó, pero es tan difícil encontrara el origen que quizá simplemente me remontaré al momento mas viejo, en este caso me parece adecuado ubicar el principio en ese primer día de clase, cuando con la pereza de terminar las vacaciones, y la inseguridad del futuro, de cara al principio, que a pesar de ser nuevo, reconocí las caras de siempre, lo mismo que ellas me reconocían y saludaban con la habitual indiferencia de lo cotidiano, mientras caminaba por el campus de la universidad, que por costumbre peyorativa llamaba escuela, si se pudiera mirar desde arriba, se confundiría con facilidad con un bosque, y que visto de cerca encontraríamos la incongruencia humana, pues en absurdas combinaciones de plantas que lo mismo eran tropicales o coníferas, y que en algunas zonas se podría calificar de exuberante, entrelazados y casi mimetizados se hallaban las aulas he institutos de investigación, unidos por amplios senderos empedrados que carecían de toda señalización, compartiendo el espacio en pequeñas explanadas se dispusieron sectores a los que eufemísticamente llamaban "zona comercial", reduciendo el comercio, casi en su totalidad, a comida, que para no romper el equilibrio arquitectónico estaban a la entrada de cada zona estudiantil, y ahí es donde hice mi primera parada.
—¿Qué te tomas?
Me preguntó Hugo con esa sonrisa sínica que daba un aire de ambigüedad, y que al mismo tiempo invitaba a la cofradía y la distancia, me saludó, como siempre, con su mandil sucio, el pelo enmarañado y la barba a medio cortar en medio del vapor de su vendimia, que mas bien consistía en desayunos llenos de grasa y, que a fortuna mía, era de los pocos que a esa hora vendían café, y lo mejor, a precio de estudiante.
—¿¡Cuando te he pedido otra cosa?! —indiqué con indiferencia mientras movía la cabeza negativamente.
En tanto estiraba la mano para entregarle unas monedas, pagando el importe exacto del café, el al mismo tiempo, rezongando un poco, mientras buscaba afanosamente el cucharon y los vasos desechables para servir mi café.
—Ya contestó —con aire ofendido —es que eres un esqueleto.
Dijo mientras alzaba las cejas mirándome despectivo, apunto de agregar otra cosa, de alguna parte una voz femenina casi infantil y tímida se hizo notar de tras de mí.
—Disculpe —dijo dudando a cada palabra —¿tiene café?
Yo la ignoré mientras discretamente oía la sórdida plática, y no volteé a mirarla.
—¡Claro! —contestó Hugo con alegría exagerada —¡recién hecho!, como todo lo que ve.
Ella dudo un poco, a decir verdad no estoy seguro porque, pues todavía estaba sesgada tras de mí, ella quizá miró un poco el maltrecho puesto de Hugo, mientras decidía, oí un suspiro y por primera vez se escuchó el murmullo de las hojas de papel que estrujaba entre sus manos.
—¿Y...? Disculpe usted... —dijo ella en tono nervioso —¿usted podrá indicarme dónde quedan las aulas "D"?
Por un momento Hugo permaneció inmóvil, tal como si no comprendiera lo que le dijeron, súbitamente alzó los hombros, y mientras movía la cabeza negando respondió con indiferencia.
—Pues no, la verdad apenas y se llegar aquí —en ese momento me lanzó una mirada inquisitiva y sonrió con malicia —pero seguro que aquí el joven Eliseo te puede ayudar.
Lo miré y sonreí con ironía, al tiempo que ella se adelantaba un poco para mirarme de frente, y con una sonrisa que intentaba ser coqueta, sin más recato me enseñó las hojas arrugadas y sucias, algunas garabateadas en tinta roja, resaltando varias aulas y su nomenclatura, al examinar de reojo comprendí que no bastaría con indicarle la posición de un aula en particular, pues precariamente ordenadas en un papel escrito a mano puso lo que supuse un horario, y en él las aulas, que a saber por mi estaban distribuidas a lo largo del campus, así que en lugar de indicarle específicamente su pregunta empecé a describir la distribución de los edificios y las aulas, a medida que tomaba ritmo, y explicaba con calma ella miraba una y otra vez su papel desteñido mientras rastreaba con la mirada el entorno, aparentemente al mismo tiempo que entendía la lógica de la distribución tomaba apuntes mentales, y mientras ella revolvía ideas en su cabeza y yo daba explicaciones, me tomé un segundo para verla, tenía un corte de pelo al estilo " príncipe valiente", una cara pequeña y circular, que "adornaba" con unas gafas montadas en unos armazones plásticos color negro, todo el conjunto daban un aspecto mas allá de lo juvenil, infantil, de improviso una luz se encendió en sus ojos, una sonrisa casi malévola me miró, y supuse que protestaría por el peso de mi mirada.
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Hace Tres Años
SpiritualRelato en prosa, narrado en forma anecdótica, en primera persona en un tiempo lineal, la historia de un joven en el vértice superior de un triángulo, donde su pretensa amiga, novia de su mejor amigo le ha abierto la sesgada posibilidad de tener una...