Capítulo 4

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No existía ninguna forma de eludir lo evidente, esa pluma por mas que pudiera fingir no podía ser mía, y en un ataque de moral no quise decir la verdad, pues me vería sometido al escarnio, por la dudosa amistad con una profesora, pero también en ese momento, comprendí que Lisie e incluso Damián no serían capaces de juzgarme, aceptando, después de las concebidas burlas, cualquier relación que tuviera con Nelly, cambiando de opinión inmediatamente al darme cuenta que Lisie aceptaría la aparición de cualquier mujer en mi vida alejándose para no comprometerse mas conmigo, dejándole el paso libre a Nelly.

—La encontré tirada.

Ella me miró con algo de suspicacia, pero aceptó con renuencia mi excusa, recogiendo la pluma y guardándola en su bolso, un reflejo impulsivo me hizo saltar en aras de acreditar la propiedad de la pluma, al verlo ella de si disgustada por lo de Damián, me miró con fastidio y me reprendió.

—Vas a usarla, ¿tú?

La pluma cuyo gran pecado era ser exageradamente bonita y en evidencia no ser para hombre, y si la recogí del suelo no tenía dueño, bueno para ser precisos dueña, y claro acusando lo obvio la única con derecho a la pluma era Lisie.

—No, pues no.

Con la esperanza de que Nelly no recordara donde la perdió y que nunca coincidieran la pluma, Lisie y Nelly, así y sin mas caminamos rumbo a el aula de Lisie, que al fin se liberó despotricando contra Damián, las reglas, las calificaciones, incluso y de paso arremetió contra mí, que por cierto tenía mejores notas que su novio, y con un promedio cercano al de ella, bien con el fin de no aumentar el problema, o bien con el fin de hacerme empático a ella, me puse de su lado, culpando al sistema y a Damián por ese burdo desempeño académico, al final y tristemente para mi llegamos a su aula.

—Pero la culpa la tengo yo —jimio mientras negaba con la cabeza antes de meterse al aula —pero en este ciclo tienen que recuperarse, no quiero pasar otro semestre así.

Sus palabras fueron un dardo envenenado, ella en ningún momento pensó en dejarlo, estaba claro que el perdón era implícito, y aunque repitiera la equivocación no sería suficiente para cortar con él, lo peor es que yo no contaba mas allá de ser el amigo incómodo.

Al día siguiente repostaba junto al derruido puesto de Hugo, que atendía a sus clientes habituales, que además eran muchísimos mas de los que me podía imaginar, obvio también a esa hora de la mañana no tenía competencia, y pese al hecho de nuestra convivencia cotidiana nunca habíamos llegado mas que a una relación comercial, por eso estaba ensimismado de pie esperando a Nelly con el engorroso libro rojo, que me costó una tarde entera conseguir, pues la edición que Nelly me solicitó era la última, de un libro de exportación, ciertamente disgustado pues pese a la opinión de Nelly, Lisie e incluso Damián, yo hacía mis deberes y los tenía a tiempo y el dichoso libro me había costado horas de sueño, y en sima Nelly no llegaba y a mí se me hacía tarde para llegar a mi clase.

—Perdón.

Oí la voz de Nelly que salía de ningún lado, o mas bien de mi espalda, y llegaba por detrás de donde esperaba.

—¿Dónde estabas?

Pregunté indignado, mientras le entregaba su libro, y las monedas que sobraron.

—Disculpa es que ya me asignaron lugar para estacionamiento de catedráticos, y es una fila interminable para entrar.

Dijo apenada y sonriendo mientras hojeaba descuidada el libro, deteniéndose al final donde residían los datos de imprenta.

—Es la edición caminé como un loco toda la tarde para encontrarla.

Dije mal humorado y casi tomando camino pues ya sentía que no llegaba.

Hace Tres AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora