Capítulo 9

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La pregunta incongruente al tema me sorprendió, pero con su sonrisa alegre me presionó a contestar, pasmado al mismo tiempo reflexionaba en la pregunta, y buscaba la intención, mantuve un suspense que se alargó al punto que ella iba a tomar la palabra, pero con una exhalación me adelanté.

—¡Si!

Respondí sorprendido mirándola incrédulo, ella en lugar de hablar, sonriente con esa malicia que ya me parecía natural, dio un largo sorbido a su bebida drenando el vaso y pidiendo atención a la mesera.

—¿Has oído hablar de Lugo? —preguntó sin verme —dicen que es bueno —en ese momento volteó, y con una sonrisa espontánea abrió los ojos disgustada mientras subía su bolso a la mesa —¡acábate eso!, ¡no soporto el desperdicio!

Suspicaz pues no terminaba de comprender, miré el vaso con jugo de naranja y lo sostuve por un segundo pensando.

—¿A dónde vamos?

Inquiría mientras veía como se acercaba la mesera apuntando en su libreta de comandas, arrancando varias de ellas.

—Confía en mí.

Respondió alzando las cejas y apresurándome con la mano a que vaciara el vaso, simultáneamente al momento que la mesera depositaba la cuenta frente a mí, yo sorbía lo que restaba de jugo y Nelly extraía su billetera.

—En realidad —dijo mientras arrebataba las comandas —ya vi algunas de sus pinturas en los folletos —dijo mirando las pequeñas hojas de las comandas —hum, ¡recuérdame invitarte mas seguido! —sonrió y me miró de reojo mientras extraía alguna de sus tarjetas bancarias —sales barato.

Claro en la inteligencia de que lo único que yo seleccioné por propia iniciativa fue el jugo, supongo que se refería a eso, y como es Nelly, donde todo en su vida era arrebato, de un segundo a otro me vi persiguiendo su espalda esquivando peatones en un frenético zigzag, y que apenas dio una breve pausa al abrir la cajuela para poner mi mochila dentro, permitiendo a trabajos quedarme con la chamarra, y prácticamente a empujones me subió al asiento del copiloto, después de pedirme me abrochara el cinturón y sin esperar que lo hiciera se arrancó, por fortuna, esta vez pese a mi temor no hubo una irritante perorata, mas bien me sorprendió con un entrecortado silencio donde entre gritos e insultos a los conductores contiguos me hacía escuetas preguntas sobre mi gusto por el arte, y mas específicamente por las pinturas, si comprendí de inmediato que no era la llana curiosidad y tendría que ver con la dirección que tomábamos, ósea, de regreso al campus, pero de nada me imaginaba que hacía, aunque buena idea me dio cuando vi como a traspiés y dudando buscaba el acceso a el mal llamado espacio cultural, lugar designado por la universidad para eventos artísticos en todos los rubros, danza, teatro, literatura y por su puesto pintura, mas que por capricho arquitectónico, el lugar, engarzado en una escalpada zona a las faldas de una serie de pequeños cerros, donde la privilegiada ubicación ofrecía vistas panorámicas de la ciudad, que para decir lo menos, espectaculares, pero precisaba de un sinfín de intrincados laberintos viales no solo para el acceso también eran preámbulo a al complejo que persé era una exhibición arquitectónica permanente, la esquizofrénica distribución es una joya estética, pero estridentemente compleja abigarrada de ingresos y salidas asíncronas, era fácil perderse, y varias veces eso fue lo que sucedió, finalmente Nelly apenas encontró la rampa de acceso al estacionamiento pareció retomar la parsimonia de la mujer madura, y con recato se dirigía con extrema cortesía a todos, lo chocante y paradójico que además me sentó bien, es que eso no me incluía, su mirada brillante y la perene sonrisa simplemente no se apagaron, y en un acto mas que cortesía, de piedad, bajó el paso y me permitió ser por fin el hombre, dejándome el ritmo y la dirección, y por cierto.

—¿Nelly?

Pregunté mientras lentamente caminábamos sobre la explanada central, ella distraída retorcía la mirada admirando indiferente el complejo.

Hace Tres AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora