PSICOLOGÍA DE LAS DEFENSAS

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Primero, desearía hacer algunas observaciones generales sobre el tema que vamos a tratar hoy. Se ha inscripto un gran número de personas en este seminario, hecho que resulta inusual y constituye un juicio muy interesante sobre la importancia del tema. Las defensas suelen tratarse en el contexto de la patología. Por ejemplo, podemos hallar algunas buenas descripciones en el libro de Anna Freud titulado El yo y los mecanismos de defensa, y el mismísimo Freud dedicó mucho tiempo a la exploración de diversas defensas características que surgen durante determinadas etapas de la niñez y que, si no evolucionan hacia la siguiente etapa de desarrollo, pueden acarrear problemas en el adulto. De modo que, normalmente, tendemos a pensar en las defensas del adulto como algo negativo, algo que sobre todo es inadecuado o destructivo.

Pienso que es una desafortunada connotación, exacerbada por la manera en que usamos la palabra en una conversación cotidiana. A menudo, la persona que cuenta con rudimentos de psicología acusa de estar a la defensiva a quien no está de acuerdo con ella, no está interesado en sus insinuaciones o expresa un enojo perfectamente justificado; incluso podemos ver cómo los psicoterapeutas y psicoanalistas –que deberían actuar de otro modo– de manera indiscriminada les dicen a sus pacientes y analizandos que están a la defensiva si osan discrepar de alguna de sus interpretaciones. Sería conveniente que recordáramos que la vida entera funciona sobre la base de la defensa. Todo lo que hacemos, de alguna manera se ve afectado por nuestra necesidad de preservar la vida y defendernos contra la muerte, sea la muerte física, emocional o espiritual. Las defensas no son negativas intrínsecamente, son la manera que tienen los organismos de asegurar su supervivencia a todo nivel.

De modo que, a menos que pensemos que las defensas son meramente pa-tológicas, sería conveniente que reflexionáramos por unos instantes sobre el hecho de que, en compañía de todos los animales y plantas sobre esta tierra, nos reproducimos para defendernos y defender a nuestra especie contra la extinción. Creamos comunidades y leyes sociales para defendernos contra la violencia y el caos. Todo lo que ha inventado el hombre, todo lo que ha creado –desde los descubrimientos científicos más brillantes hasta las obras de arte más maravillosas tiene, entre otros motivos, un componente orientado a la preservación y protección del daño, la soledad, la enfermedad, el dolor, la desesperanza o cual-quiera de las miles de dimensiones de la existencia que tienen el poder de destruirnos. Si no tuviéramos defensas, no existiríamos.

Si observamos con mayor detenimiento este propósito fundamental de las defensas, nos encontramos con un terreno muy misterioso. Por ejemplo, creamos imágenes de Dios (si Dios o los dioses existen no es el punto aquí) y fórmulas mediante las que podemos llegar a Él, porque intentamos defendernos contra el abismo de la desesperanza y la amenaza de la nada después de la muerte. Podemos considerar que, en parte, la totalidad de las aspiraciones religiosas y espirituales surge de la necesidad de defendernos contra una total y completa desesperanza, y ver la creación de familias y relaciones como una defensa contra el tormento del aislamiento. También podemos considerar a las cosmologías y a los sistemas cosmológicos como una defensa contra un universo caótico; la astrología es, en esencia, precisamente esto. Si funciona o no, no es el punto. Si entendemos algo sobre los ciclos naturales y podemos aprender a leerlos, tal vez logremos armar defensas para no hacer cosas equivocadas a los ojos de los dioses y construir bastiones contra el inevitable castigo o desintegración que sigue toda vez que transgredimos la ley natural o divina. Cuando elegimos estudiar astrología seriamente, es probable que nos preguntemos: ¿Por qué, en verdad, elegí estudiar esto?. Entre los muchos motivos atractivos –como la autoexploración, el crecimiento espiritual y psicológico o una mejor comprensión de las elecciones que hacemos en la vida–, también podemos descubrir un elemento de defensa contra la destrucción. Si logramos comprenderlo y preverlo, aun si esa anticipación es psicológica más que predictiva literalmente, la vida no nos dolerá tanto. Quizás debamos empezar a pensar en las defensas como una dimensión esencialmente creativa, positiva y necesaria de la vida humana, y esto nos ayudará a explorar los patrones astrológicos de los mecanismos de defensa desde una perspectiva más objetiva y útil.

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