Defensas anales

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A muchos psicoanalistas les gusta acusarse entre sí y a sus pacientes de ser anales. Este insulto de categoría puede traducirse como: Estás quedándote con algo que yo quiero. Freud entendía que las defensas anales están vinculadas con la etapa en la que el niño empieza a aprender a controlar sus esfínteres. En los textos psicoanalíticos clásicos, las defensas anales en la etapa adulta se relacionan con las dificultades que tenemos cuando empezamos a aprender a ir al baño. Aunque esto les cause risa, de hecho, controlar las heces es un gran acontecimiento psicológico en la niñez. De pronto, descubrimos que podemos, mediante el ejercicio de la voluntad, decidir si hacemos que el excremento salga o no salga. Podemos hacer que nuestra madre se sienta frustrada, negándonos a defecar, o podemos producir algo que seguro admirará y dirá: ¡Qué maravilloso! ¡Qué grande! ¡Bien hecho!. Mediante este simple ejercicio de control de los esfínteres, el niño empezó a ejercer su voluntad en el entorno. El comienzo del aprendizaje para ir al baño es el comienzo de la sensación de poder individual en el niño, por eso Freud le prestó tanta atención. A un nivel simbólico, es un tema muy importante porque es la primera vez que el niño puede sentir algo distinto de una impotente dependencia.

Las defensas anales se relacionan con el ejercicio de la voluntad y el uso del poder de retención. Si podemos retener algo, sea un objeto, emoción o idea, establecemos el hecho de que somos seres independientes, de que no podemos ser dominados o controlados por otra persona. Tenemos algo que decir sobre lo que damos o no damos; nos protegemos de la invasión y del robo físico o psicológico; no vamos a sentarnos en el inodoro y producir algo sólo porque alguien nos lo dijo. Las defensas anales pueden estar ligadas con lo que nos gusta llamar problemas de autoridad cuando somos adultos. Reflejan una deliberada retención, una resistencia contra las exigencias de los demás, a fin de demostrar poder, autonomía y una voluntad independiente.

Igual que las defensas orales, las anales pueden ser saludables y sustentar la vida. Obviamente, para todos es fundamental estar en condiciones de ejercer el poder para tomar decisiones y mantener cierto grado de control sobre nosotros y nuestra vida. Las defensas anales son la respuesta natural del niño ante la vulnerable dependencia de la fase oral. Sin estas defensas, es probable que vivamos en un estado de extrema indefensión, fácilmente explotados y victimizados, y sin poder decir no. En cierto modo, debemos reafirmar quiénes somos, aunque sea de una manera muy insignificante. Las defensas anales son otra manera de comprender los límites, sin los cuales no podemos existir como seres independientes ni respetar la independencia de los demás. Y, si piensan en ello, se darán cuenta de que, si bien estar a la defensiva con exageración puede encerrar a un individuo en una apretada e inaccesible prisión emocional, en muchos este importante sistema de defensa no está lo suficientemente desarrollado. ¿Cuántos de ustedes sienten que tienen problemas para decirles no a los demás? ¡Ah!, veo que al menos un tercio ha levantado la mano.

Las defensas anales son un mecanismo positivo y necesario. Pero la defensa anal puede llegar a ser tan despiadada que la necesidad de tener que demostrar control puede bloquear por completo otras necesidades que tratan de expresar-se. Es la defensa de tirar piedras contra el propio tejado. El orgullo es un ingre-diente poderoso. Esto debería darnos cierta percepción de lo importante que puede ser el orgullo para un niño y de con qué facilidad los padres pueden pisoteárselo, porque les resulta divertido, no lo toman con la debida seriedad o sien-ten que el propio orgullo –y sus propias defensas anales– está siendo amenazado por la afirmación de la voluntad del niño. Allí donde hay defensas anales poderosas en el adulto, generalmente encontramos un orgullo luciferino que percibe toda necesidad emocional como una grieta en las fortificaciones, y todo compromiso como una humillación.

La retención puede suceder en una esfera material. Esta es la expresión más obvia de las defensas anales y la que Freud exploró de manera más exhaustiva. El dinero y las posesiones personales son un campo maravilloso para que las defensas anales puedan exhibirse. Otra palabra para anal es mezquino. Nos defendemos tanto de los que tratan de quitarnos lo que es nuestro que ya no somos ca-paces de disfrutarlo. Podemos usar el dinero para blandir el poder sobre el niño o la pareja dependiente. Los pacientes terapéuticos pueden retener el pago de sus cuentas semanales o mensuales mediante una variedad de excusas, pero, por lo general, exhiben esta defensa cuando el terapeuta se va de vacaciones o cuando les formula una pregunta demasiado inquisidora. En una situación terapéutica, las defensas anales pueden ocultar una gran rabia y también afirmar el poder sobre el analista. Las posesiones materiales se convierten en un símbolo de control agresivo; es el síndrome de Howard Hughes. Tal vez ni siquiera queremos los objetos que atesoramos, pero las defensas anales no les prestan atención a los gustos personales, son un mecanismo compulsivo, diseñado para luchar contra la amenaza de perder nuestra alma. Conozco a mucha gente que acumula cosas porque tal vez algún día podrían ser útiles. El garaje está lleno de latas vacías de pintura, clavos usados, pedazos de madera, pinceles con pintura seca y restos de una carretilla que se oxidó hace diez años. El cajón del escritorio está lleno de pedacitos de piolín, sobres usados, cartas que ya no vamos a contestar y otras cosas que no podemos tirar porque, en cierta manera, simbolizan pedazos de nuestra vida; no se puede descartar nada. Si las tiramos, habremos perdido una parte de nosotros. Pero entonces no hay lugar para nada nuevo y no puede ocurrir ninguna renovación ni crecimiento.

También podemos ser anales con las emociones, y la defensa se expresa de manera muy sutil a ese nivel. Otra vez, lo anal puede ser un medio positivo y saludable de cerciorarnos de que los demás no roban nuestros recursos emocionales ni abusan de ellos. Debemos estar en condiciones de decir ¡No! a los que nos exigen demasiado desde un punto de vista emocional, así como para mantener-nos dentro de nuestros límites a nivel físico. Pero retener la emoción también puede ser una expresión de enojo y una manera de blandir el poder. Cuando un ser querido quiere un mimo o necesita con toda fuerza que le demos confianza, en ese momento la defensa anal se asegura de que no se los demos. Las defensas anales nos hacen emocionalmente mezquinos, poco generosos e insignificantes. Ese pequeño y sutil momento de retención, que tan fácilmente pasa inadvertido o es ignorado, se convierte en el medio de vengarnos y ejercer el control.

Las defensas anales pueden ser muy destructivas para con los demás. La crueldad, física o psicológica, suele estar unida a este sistema de defensa, igual que el deseo de degradar o menospreciar a los demás. Esta es otra zona que Freud consideró con mucho cuidado. El impulso de humillar o destruir con críticas a una persona –de hecho, de convertirla en mierda– es una expresión característica de la analidad; es parte de la compulsiva necesidad de demostrar que tenemos el control sobre el entorno y los demás. También es una forma de proyección, pues el individuo suele sentirse como una mierda, impotente y desarmado, pero trata de aliviar estos sentimientos de aborrecimiento hacia sí mismo haciendo que sea otro el que se siente peor. Es triste, pero esta defensa puede ser tan poderosa que domina la capacidad del individuo para interactuar con los demás y, como resultado, las relaciones pueden dañarse severamente. Esas personas de-ben retener todo, pero al mismo tiempo que hacen sufrir a los demás, también sufren terriblemente porque están aisladas dentro de las paredes de sus propias defensas.

Si estamos junto a una persona que utiliza este tipo de defensa, quizás empecemos a sentirnos menospreciados todo el tiempo. Si somos inconscientes de la dinámica, es probable que no nos demos cuenta de que estamos siendo los receptores de una defensa anal; tal vez sólo nos sintamos, en compañía de esa persona, extrañamente faltos de atractivo, valor e interés. Los astrólogos suelen tener clientes que utilizan las defensas anales de maneras muy obvias, pues llegan y, de inmediato, nos hacen saber que no creen en estas tonterías, pero que han venido porque alguien les insistió. Ya nos han menospreciado antes de que hayamos abierto la boca, pero detrás de este saludo tan común yace un profundo temor primario a ser controlados, que muchos clientes experimentan cuando se topan con la astrología por primera vez.

El terapeuta experimentado suele estar familiarizado con las defensas anales en sus formas más sutiles: todo lo que decimos, nuestra percepción o interpretación, no es lo suficientemente bueno, no estamos ayudando al cliente, se siente peor, la terapia no vale el dinero invertido, la semana pasada fue a consultar a un sanador espiritual o a un reflexólogo y se sintió mucho mejor. ¿Dónde estudió?, preguntan. Ese título no está reconocido por la Sociedad Psicológica Británica, ¿o sí? ¿Cuánto hace que ejerce? Me parece que no es demasiado tiempo...; es la defensa anal en funcionamiento. A veces, resulta difícil compartir el sentimiento de profundo dolor y miedo tras esas jugarretas, porque es muy desagradable estar del lado del receptor. El mensaje es: Voy a retener mi vulnerabilidad, pero voy a exponer la suya. Lo que empieza como una afirmación de autonomía, positiva y favorable a la vida, se transforma en un arma de destrucción. Del mismo modo, las defensas orales, que empiezan como un impulso favorable a la vida, que tiende a alcanzar la intimidad emocional y la calidez, pueden volverse tan extremas que el nivel de dependencia destruye la autonomía individual y el respeto por uno mismo, y sofoca a todos los demás en el proceso.

Como de costumbre, Freud interpretó que la defensa anal exagerada en la etapa adulta, es un reflejo de experiencias traumáticas que ocurrieron en el período de la niñez durante el aprendizaje de ir al baño. Una vez más, debemos adoptar una perspectiva diferente. Hay determinados signos zodiacales, planetas, aspectos y énfasis en los horóscopos que parecen gravitar hacia este método de defensa, porque es lo más natural para ellos. Los traumas de la niñez, como la humillación sistemática, la represión por parte de padres autoritarios o la manipulación de padres demasiado dependientes, pueden encender y exagerar las defensas en algunos individuos. Pero la analidad es un sistema de defensa natural y saludable, que pertenece a cierta clase de personas o a ciertos atributos en ellas. Si funciona en equilibrio con el resto de la personalidad puede brindar valiosas cualidades, como son la tenacidad, la autosuficiencia y el autocontrol; cuando se sale de control puede arruinar la vida del individuo.

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