Capítulo 12 - El amor de tu herida.

2 1 0
                                    


"Estás perdido -pensé-. Te precipitas tú mismo hacia tu destino."

Emily Brontë


Freya

Por raro que pareciera, en toda la fiesta mi padre no se había despegado de Milos y mi tía parecía otra persona, se veía demasiado complaciente, cuando en realidad es bastante mandona.

Camilo estaba con su novia pegada todo el tiempo, demasiado serio ¿seguiría enojado por el desplante del otro día?. No sé por qué diablos, le daba vueltas a ese asunto, si no me importaba para nada, o era que tal vez si me interesaba que me dedicara al menos un poco de atención. Creo que me he vuelto algo codiciosa. De vez en cuando Lucía me miraba con sus ojos felinos, podía sentir como si quisiera asesinarme.

Y con la única persona que había cruzado aunque sea una sonrisa había sido con Víctor, bueno más bien yo le sonreí, él solo asintió con su cinismo característico. Es un chico muy raro, pero lomás extraño es que me hacía sentir cómoda.

Aunque los minutos en los que Víctor era mi persona favorita duraron bien poco, hasta que me arrinconó a hacerme preguntas incómodas, manías la de este chico las de sentirse en la cima del mundo. Por suerte Camilo llegó y pude escapar, no estando lo bastante alejada les pude escuchar "déjala fuera de esto" "podrías relajarte con Ana o con algunas de las chicas de Madame Charlotte"

¿Ana? precisamente ese nombre vinculado a madame Charlotte, pero ¿la Ana de la carta? y es la chica que murió ¿o no?

Venga ya, deja de contar tonterías, Ana es un nombre muy común – me repito a mí misma.

En la cena me ponen  a Víctor al lado, Lucía está en frente matándome con la mirada, pero qué rayos le pasa a esa chica, si no le he hecho nada.

Víctor me encara y encuentro la oportunidad para preguntarle:

–¿Quién es Ana?

–No llevo el registro de las chicas con las que he estado, aunque probablemente si hallan unas cuantas Anas – dice muy sereno y mirando al frente.

–No me refiero a eso, los escuché, a ti y a Camilo...

–Sabía que eres una mentirosa, pero esta faceta de chismosa la desconocía – es insufrible.

– No soy mentirosa, ni chismosa...

– Y mirándome así, con cara de víctima, qué quieres, que te disculpe o que te bese aquí delante de todos.

–Eres un idiota – evidentemente estaba sonrojada, a qué venía tanta chulería, cambia de estados de ánimo más rápido que una montaña rusa.

Cambié la vista a mi plato de comida, intentando disimular mi cara roja.

–Tienes que dejar de hacer preguntas estúpidas Freya y admite que eres una mentirosa, y tranquila, no me apetece besarte – me alcanzó una servilleta.

Me miré en el reflejo de mi pantalla móvil y ¡mierda, tenía salsa en el mentón!

 –Víctor, en serio,quién es Ana.

–¿Para qué quires saber? – dice resignado – si me pides información, me vas a tener que contar para qué la quieres, no más mentiras o verdades a medias, diosa mentirosa.

A partir de ahora si quiero algo de él tendría que hacerle el cuento chino de para qué lo necesito, después la chismosa soy yo.

–Es largo de contar.

¿Quién eres tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora