Capítulo 3. A través de la pared.

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"No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho"

Aristóteles

Freya

– ¿Madame Charlotte...? – el nombre de esa mujer no salía de mi mente, de seguro lo vi o escuché en alguna otra parte.

De pronto tuve un "deja vu" aún me parece recordarme aquella tarde...

2016.

Freya iba de un lado para otro de la casa buscando como loca dónde había dejado su libro Mujercitas, tenía catorce años y estaba obsesionada con ser como Jo March. Estaba segura que lo había dejado en el jardín.

Para ese entonces, la familia Nilo que estaba compuesta por Alejandro Nilo, su hermana Alina y la pequeña hija de Alejandro, Freya, vivían en una hermosa casa en Londres. El señor Nilo era un abogado de mucho prestigio y eso le permitía a la familia tener ciertos lujos. Freya desde los cinco años tocaba el violín, era muy intrépida y arriesgada. Alejandro solía decir que sus dolores de cabeza se llamaban como su hija, pues no hacía más que erizarle los pelos de la nuca.

–Aquí estás travieso – Frey encontró el libro tendido en el jardín y la curiosidad de la jovencita le hizo percatarse de un sobre que estaba a medio salir del buzón.

¡Mensajería personal enviada por correo postal! Esto asombró enormemente a la jovencita, normalmente los amigos se llamaban al móvil o enviaban e-mails, la mensajería tradicional solo funcionaba para determinadas citaciones oficiales, bancarias o anuncios y periódicos.

Frey no se aguantó y leyó la carta, era breve:

Madrid, Abril 2016

Alejandro Nilo:

Espero este usted bien señor, han pasado casi diez años desde la última vez que nos vimos y no me había puesto en contacto con usted nunca más, tal y como acordamos. Pero debe usted saber que todo ha terminado, ya sabemos la verdad. ¿Cómo está la pequeña?

Atentamente, Madame Charlotte.

¡Eso es!, pensó Frey, ¡la carta! Tiene que ser la misma Charlotte, es demasiada coincidencia. Fui atando cabos, era demasiada la coincidencia, de hecho Charlotte no es un nombre tan común y menos aún precedido del categórico "madame"

También recordaba cómo al entregarle la carta abierta a su padre este se había enojado y luego le había explicado que era una amiga que tenía un problema y él le ayudó con eso, que eran cosas de adultos.

Había vivido en Londres diez años pero su país natal era España, en el cual vivió dos años de los cuales no recuerdo bien. Tampoco me acuerdo mucho de mi madre, solo que murió de una larga enfermedad cuando tenía alrededor de un año y en la mudanza a Londres perdieron todas sus pertenencias, así que no había nada que le recordara a ella.

Entró cuidadosamente al estudio de su padre intentando buscar la carta o algún indicio de quien era madame Charlotte. Luego de haber escuchado aquella extraña conversación, la curiosidad se había disparado en mí.

"¿Dónde metiste la carta papá?" 

Revisé las gavetas, los archivos, incluso detrás de los cuadros buscando una caja fuerte o pasadizo secreto, sabía que esto último era poco probable pero no dejaba de lado la posibilidad de encontrar algo sorprendente.

El archivo de casos antiguos de su padre estaba archivada en formato digital, consistía en los documentos y fotos escaneadas que conformaban los expedientes, Alejandro Nilo se había deshecho de la documentación física. Afortunadamente yo sabía la contraseña, la había descubierto hace un par de años atrás buscando ideas para una historia de psicópatas "El asesino de las mancuernas de zafiros".

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