Capítulo 11 - Nada es lo que parece.

2 1 0
                                    


"Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos."

Francoise de la Rochefoucauld


Víctor

"Esta casa es una locura" me acababa de desperatar y ya sentía a la tía Sofía moviéndose de un lado para otro, ¡Por Dios, ya recuerdo por que me marché en cuanto pude!

Al menos había podido dormir mejor, en casa siempre hay alguna loca esperándome en el portal, ayer no me apetecía llevar a nadie a la cama, porque quien único quería tener desnuda, no podía tenerla.

–Lo siento – Lucía acababa de entrar a mi habitación.

A veces me pregunto si alguien escucha mis pensamientos, vaya poder divino.

Traía una bata de baño y podía ver que tenía el cabello mojado, evidentemente no acababa de llegar.

–¿Qué haces aquí?

–¿No te imaginas?

Se dejó caer por los hombros la bata de felpa y se quedó completamente desnuda, así era Lu, puro fuego, con una forma extraña de jugar.

–¿Para qué haces esto? – le dije mientras la ponía debajo de mí, si era un sueño, no quería arruinarlo, soy una mierda de persona, lo sé.

–Porque quiero.

–¿Me quieres? – lo estúpido no se me quita, la verdad.

No respondió, se puso encima de mis caderas y comenzó a contonearse para provocarme, sabía lo mal que me ponía.

Estos juegos furtivos con Lucía son bastante esporádicos, nunca sé cuando va a aparecer, hace lo que le dá la gana.

Mi pregunta quedó en el olvido, al diablo mis súplicas de amor, ahora la tengo entre mis brazos y voy aprovechar cada minuto.

Sus pechos redondos y perfectos, quedan al alcance de mis labios, como podía no aprovechar esa oportunidad, dos pueden jugar este juego perfectamente.

Le tomo el cabello de fuego con las manos y la obligo a mirarme, me clava su mirada sedienta de sexo, todo su cuerpo me responde inclinándose hacia mí, no puedo más, el deseo me está consumiendo, ella lo sabe. Pero no lo dejo ganar, la voy a hacer sufrir primero. La pongo de espaldas contra la cama y beso toda su espalda, deteniendome cuidadosamente en su cuello, mis manos recorren su sexo, provocándole una húmeda reacción.

Ahora está jugando bajo mis reglas.

–Eres tan cruel, me estas haciendo esperar a propósito – me dijo en un susurro.

Le besé la mejilla, dándole la vuelta.

–Ahora estás de exigente.

La penetré una y otra vez, hasta que estaba retorciéndose de placer debajo de mí. Me gustaba esa versión de Lucía, más que cualquier otra, esa que no se hacía la creída y me despreciaba.

Terminamos jadeando, yo encima de ella.

Me miró y se sonrió.

Me apartó con un gesto, ya volvía a ser lo mismo, estaba en lo cierto; ¡soy una basura! no soy más que su juguete sexual.

Se paró de la cama se puso nuevamente la bata y se marchó, sin decir una palabra. Ahí estaba yo, solo, de nuevo, con las manos en la cabeza.

¡Soy una puta fácil!

¿Quién eres tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora