CAPITULO V

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Veía esos ojos verdes, los que había estado buscando desde aquel primer encuentro, tan cercanos que su brillo parecía ser lo que iluminaba su entorno en lugar del sol, su piel tan blanca y delicada cubierta por un tono rosa mientras soltaba su mano, y las pecas que se esparcían por su rostro como estrellas en el cielo nocturno y esa sonrisa que no había visto a nadie dirigirle jamás; se enfocó un momento en sus alborotados cabellos, pensando en el cómo terminaron de aquel modo, regados sobre su rostro y simplemente volando con la suave brisa. Levantó su mano con lentitud, tomando un pequeño mechón y colocándolo detrás de su oreja mientras le devolvía la sonrisa.

—¿Corrías?

—De hecho, sí. - respondió agitado. —Había estado esperando el momento perfecto para salir corriendo, mis padres... bueno, no es importante. Quería, ehm, verte. - una risa nerviosa escapó de sus labios mientras giraba la flor con sus dedos.

—¿No es raro?

—¿El qué?

—Digo, yo también quería verte. Pero, no lo sé, esa sensación ¿no es extraña? - veía a Oswald en espera de una respuesta, pero sólo lo recibía una mirada tan confundida como la suya, buscando como responder.

—Supongo que lo es. En verdad nunca he querido ver a alguien que conocí hace tan poco tiempo, pero normalmente no consigo tanta confianza con nadie, menos en un lapso tan corto. Pero ¿es eso importante?

Continuaba recogiendo las flores mientras lo escuchaba, parando súbitamente al escuchar la pregunta, ¿lo era? Intentaba entender por qué aquello resultaba relevante, porque el tiempo tendría una importancia real cuando hubo gente que conoció por años que no podían importarle menos, y viceversa. Entonces, ¿era importante?

—No, supongo que no... Es solo- suspiró –No estoy acostumbrado a que me traten bien sabes, menos a que escuchen lo que tengo que decir- forzaba su voz pues el nudo que se formaba en su garganta le complicaba incluso respirar. — y contigo... No lo sé... eres, eres distinto. Y en este punto creo que sabes más de mí que cualquier otra persona. Eso es lo raro, porque no hemos hablado por más de dos semanas.

—¡Lo sé! – rio dulcemente ante su comentario. –Creo que me pasa igual, y si, puede resultar un tanto extraño, pero ¿qué importa? La pasamos bien ¿no?

La sonrisa en el rostro del más alto fue respuesta suficiente.

—Así que... ¿Quieres hacer algo?

—Bueno, tengo que seguir recogiendo las flores, sería una pena que me echaran por un par de flores que no lucen vivas ¿no crees?

—Bueno, iban a echarte por no llevar leña que no era necesaria a la hora que se te pidió. Así que no creo que las flores sean gran diferencia Nygma. Aun así, en este punto sólo yo puedo despedirte.

—Sí, amo Cobblepot. - dijo en un tono monótono y servicial.

—Ah, por favor- respondió casi burlón y molesto al mismo tiempo. –Si sigues así tendrás que volver con tu padre Nygma. Y ni siquiera yo quiero eso...- había dicho la última parte en un susurro, pero lo suficientemente alto como para que el otro escuchara, notando la preocupación en su voz y sintiéndose culpable por mentirle, ¿Cómo se sentiría al saber que hablaba con un asesino?

—Sí... sobre eso. - intento ver aquellos ojos y tan solo confesar, solo decirle lo que había hecho, solo exponerse y aceptar cualquier destino que pudiera esperarle, incluso decirle tal vez el apellido de su padre que había decidido quemar junto con aquella cabaña y su cuerpo, junto con la identidad que tuvo que asumir al permanecer ahí. Sólo mostrar aquella parte de su pasado, exponer como había acabado con ella, como de cierto modo aún era parte de él. Y vio esos ojos verdes que se enfocaban en él de una forma que no había presenciado antes, esos ojos verdes que ahora parecían estar llenos de curiosidad y vida a diferencia de su primer encuentro, perdidos y tristes, en menos de dos semanas con un brillo distinto; decidió callar, no quería ver como aquellos ojos se apagan, y no estaba preparado para verlos muertos, ni para decirle la verdad si se era honesto.

—¿Qué cosa?

—No, no es nada...

—No te ves como si fuera nada, Ed.

—Está bien, tranquilo. - continuó tomando las flores, reteniendo las lágrimas lo mejor que pudo ante la idea del más bajo abandonándolo, cuando sintió una presión ligera en su brazo.

—Está bien... No tienes que decir nada si no estás listo, pero está bien, tranquilo... Si quieres un tiempo a solas puedo irme.

—No- se apresuró a responder —no te vayas, solo, creo que no quiero hablar demasiado ahora, ¿está eso bien? - asintió.

—Puedo ayudarte si quieres, pero tienes que enseñarme cómo estás haciendo esto. - señaló las cestas de flores y sus manos mientras las arrancaba con gracia. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios mientras tomaba a Oswald de sus brazos y lo colocaba frente a él. Se paró detrás de él, sosteniendo sus manos con suavidad mientras le mostraba que hacer, sintiendo los desordenados cabellos rozar su cuello al inclinarse ligeramente sobre él, y sintiendo su aroma por unos momentos, se inclinó un poco más, intentando ver más de cerca los tallos de las flores.

—Por cierto... ¿Por qué crees que tus padres querían echarme a la primera?

El viento soplaba con delicadeza, siendo únicamente refrescante, el sol calentaba sus cuerpos y los bañaba con su brillo, la brisa movía lentamente sus cabellos y hacía que el aroma de las flores se impregnara en el ambiente, y aun así, el cuerpo del otro  era lo único que les daba calor, y el único perfume que olían.

Vio los labios del más bajo en una ligera sonrisa, y no pudo evitar imitarla, mientras inclinaba un poco más su cabeza hacia el otro, alejándose con rapidez cuando el mismo la giro, aun así sin separarse de él, sin soltar sus manos.

Sintió un calor inmenso en su rostro y notó como la piel pálida del más bajo tomaba un tono rojizo con rapidez, esos ojos verdes clavados en los suyos, y siendo capaz de escuchar únicamente la brisa y los latidos acelerados de su corazón, sin saber si continuaba respirando o no. Los ojos de ambos bien abiertos, como sorprendidos o curiosos de lo que pasaría, de lo que haría el otro.

Ninguno terminaba de entender lo que estaba pasando, o el porqué del calor en su rostro, ni mucho menos la razón del palpitar de sus corazones. Sentían el calor del otro, la suave sensación de la tela sobre sus pieles, el roce del cabello provocado por la brisa, y parecía que aquel momento era eterno, que estaban congelados para siempre de esa forma, viéndose el uno al otro por la eternidad sin ser capaces de dar otro paso, solo con un deseo indescriptible que no sabían si debían aceptar. Y un rastro de voz del más bajo apareció.

—No lo sé...

King Of My HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora