CAPITULO XII

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La seda de las sábanas lo confortaban, la ligera iluminación que atravesaba las cortinas resultaba placentera y el olor dulce que viajaba desde la cocina a su habitación era un deleite total. Dejó que la tela de su vestimenta se deslizara por su piel, y que su rostro fuera limpiado por una de las criadas que solían acompañarlo, para bajar con su gracia usual al comedor y sentarse junto a sus adorados padres.

Vio como su padre acariciaba la mano de su madre con ternura y delicadeza, y veía en sus miradas un desbordante amor que no parecía terminar; sonrió ante la imagen, y tras dar los buenos días se dirigió al lugar usual que ocupaba en la mesa.

Saboreaba su desayuno como era usual, dejando que el dulce sabor de la fruta inundara sus papilas, notando momentos después las miradas extrañas que sus padres intercambiaban, como intentando sacar a la luz un secreto del que eran participes.

–¿Qué sucede?

–Oswald- respondió su madre con un tono de alivio, como si su intervención le hubiera quitado peso a la conversación que estaban por tener –te has convertido en un joven muy apuesto con el paso de los años, un completo caballero, y creemos que ya es hora de que... bueno.

–Gertrude- intervino su padre, con un tono más apagado en comparación al de su madre, tomando la mano de la mencionada, quien parecía nerviosa pero emocionada por lo que se avecinaba –Creemos que es momento de que tomes la mano de una muchacha de alto nivel. Y necesitamos que sepas que ya tenemos alguien en mente, y que sus padres aceptarían sin dudar su unión. 

–¿¡Qué yo qué!?

–Querido, sé que aprecias tu libertad, pero es hora de que sientes cabeza, y una unión como esta elevaría a nuestra familia aún más. - respondía su madre con un ánimo que no terminaba de entender.

Dejó que en la habitación reinara el silencio por unos momentos, procesando la situación que se le acababa de plantear: casarse con una joven de alto nivel, casarse con una mujer.

–¿Con quién planean que... haga esto?

-–Sofia Falcone.

–¿¡Sofia Falcone?!- recordó las varias ocasiones en las que había tenido que compartir habitación con la joven, y lo incómodo que le había resultado siempre, era bonita claro, pero no había nada en ella que en realidad le resultara atractivo –¡¿Hay tantas mujeres, y planean que me case con la más insípida e insufrible de ellas?!

–¡Oswald Cobblepot! - vio como su madre se levantó con rapidez, haciendo chirriar ligeramente su silla mientas hablaba con un tono firme que siempre lograba espantarlo –No te enseñé a referirte así a nadie, menos a una jovencita tan educada como Sofia Falcone, que vergüenza.

–Lo siento, madre, ¿Pero Sofia Falcone? No quiero tener nada que ver con ella. Es...

–No importa, ya está dicho. - la molestia era visible en el rostro del joven, y era algo que no pasó desapercibido. Se acercó más a su hijo y tomó su mano entre las suyas, hablando ahora en un tono gentil. – Mi pequeño Cobblepot... Se que no estás contento con esta decisión, pero por favor, no nos hagas esto más complicado. Sabes cómo es esto, necesitamos esta unión si queremos mantenernos en un puesto seguro en esta ciudad, uniendo nuestras familias, tendríamos incluso más poder que los Wayne. - colocó una de sus manos en su rostro, intentando consolarlo –Te amo querido, pero esto es algo que debes hacer.

–Sí, madre... Si me disculpan, creo que iré a dar un paseo.

–Oswald- escucho el tono de su madre, entre triste y molesto, quien estaba junto a su padre una vez más, y se detuvo uno segundos antes de seguir con su camino.

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