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– ¿Seguras que estarán bien? – preguntó Jinki mirando a las dos chicas con preocupación – No quiero dejarlas solas...
– No te preocupes, no es que vayamos a incendiar la casa – Chaeyoung giró los ojos.
– Teniendo de amigas a Shin, Hwang y Chou, comienzo a dudar de tu palabra – apuntó el mayor, causando una risa en Mina.
– Tranquilo, estaré yo para evitar cualquier accidente – aseguró.
– Estaremos, soy la más centrada del grupo – la coreana dijo con orgullo.
– No lo sé...
– Cariño – la japonesa volvió a intervenir, ignorando el carraspeo de la menor – Esta casa no se quemará, no tendrás que llamar a tus abogados por una acusación de asesinato y no permitiremos que ocupen las habitaciones de motel.
– Aseguro las dos primeras opciones – murmuró Chaeyoung – La última es difícil, a veces no puedo controlar las hormonas de Tzuyu.
– Chaeyoung, no estás ayudando – criticó Mina dándole un leve golpe.
– Puedes ir tranquilo, papá, nada malo pasará – dijo finalmente y el hombre terminó por asentir.
Jinki abrazó a su hija y luego a su novia, intentando besarla, pero esta ladeó la cabeza haciendo que los labios del mayor chocaran contra su mejilla. Internamente, Chaeyoung agradeció eso, aún no se acostumbraba a las muestras de cariño de esa pareja.
– Muy bien, nos vemos dentro de una semana – sonrió tomando sus maletas – Mina, cuida de mi pequeña.
– Lo haré – asintió – Te acompaño hasta la puerta – tomó su brazo y juntos caminaron hacia la puerta principal mientras Chaeyoung se lanzaba al sofá a jugar con su celular.
El timbre de la casa sonó antes que los mayores pudieran abrir la puerta, Jinki frunció el ceño y miró a Mina.
– ¿Estaban esperando a alguien?
– No que yo sepa – Mina alzó sus hombros y abrió, encontrándose cara a cara con una joven castaña, la cual pudo reconocer enseguida.
– ¡Jeon Somi! – exclamó Jinki, soltando sus maletas para abrazar a la canadiense – ¡Es un agrado tenerte aquí!
Chaeyoung al escuchar aquel nombre se paralizó en el sofá. Sus manos comenzaron a temblar y podrían jurar que estaba sudando, ella tampoco se esperaba que Somi viniera a su casa.
– Hola, señor Son – rió Somi separándose del abrazo – Lamento mucho no haber avisado, pero realmente quería pasar tiempo con Chae.
– No te preocupes, cariño – el hombre sonrió tiernamente – Sabes que nuestra casa es tu casa, entra, yo me estoy yendo.
– ¿Va de viaje?
– Me voy a Tailandia por una semana, ya sabes, cosa de negocios – ambos rieron, mientras que Mina seguía parada ahí en silencio, analizando a la castaña de pies a cabeza – Bueno, pasen una buena tarde, nos vemos.