Capítulo 1

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Ah, ya llevo tres meses en San Francisco viviendo con mi padre.

Tres largos meses sin verlo, ni saber nada de él. Todos los días me pregunto cómo está Jack, o cuando me voy a dormir y recuerdo las noches en que no dormíamos por hablar de la vida, me pregunto qué estará haciendo en ese momento.

No he podido contactarlo, ya que mi padre se aseguró de que lo bloqueara en todas las redes.

No se si sigue viviendo en Los Angeles, si ya conoció a alguien, si sigue con los mismos amigos, si está estudiando... nada.

¿Y respecto a mi? Hace un par de semanas inicié la Universidad. No fue difícil adaptarme. Todos fueron muy amables conmigo y pude hacer muchos amigos, pero hay una chica en especial con la que me llevo mejor que todos. Se llama Merida de DunBroch.

Merida es una chica simpática, aunque a veces puede ser algo distraída, pero eso no lo quita lo inteligente. Es de esas que te transmiten una buena vibra desde la primera vez que hablas con ellas.

Respecto a Punzie, hacemos videollamadas casi todas las noches para ponernos al tanto de lo que hicimos en el día. Flynn y ella han empezado a salir. La vez que me lo dijo, nos pusimos a gritar en plena llamada tan fuerte, que su mamá entró a su habitación a regañarla por interrumpir su siesta.

Respecto a mi padre, he estado muy distante con el. Ya no tenemos la misma relación padre-hija que solíamos tener. Le guardé mucho rencor.

Pero ahora estoy yendo a la Universidad en las mañanas, y por la tarde trabajo en una tienda de ropa con Merida. Ella me consiguió el empleo, ya que su mamá es la dueña. Pero a pesar de que todo estuviese genial, aún sentía que algo me faltaba...

Jack.

—¿Hola? —Merida sacude su mano frente a mis narices— ¡Tierra llamando a Elsa!

—¿Eh? —digo como idiota— Lo siento, aquí estoy.

—Tu presencia sí, pero tú cabeza está en la luna. —dice, divertida.

—Ojalá ambas cosas pudiesen estar en la luna.

Un chico se acerca a nosotras, más a Merida que a mi, y la golpea ligeramente del hombro.

—Oye Mer, ¿por qué no mejor haces algo más productivo? Cómo no sé... ¿mi tarea? —el chico sube y baja las cejas divertido.

Me doy cuenta que es muy lindo. No es mi tipo, pero luce tierno. Tiene el cabello rubio desordenado y sus ojos son verdes. Se da cuenta que lo estaba mirando, y me regala una sonrisa amistosa.

—También me da gusto verte, idiota. —Merida pone los ojos en blanco.

Decido incluirme en la conversación.

—No ha hecho ni la de ella, así que no esperes a que haga la tuya primero. —le digo y el chico enfoca su atención en mi.

Merida se pone roja como tomate. El chico sonríe como angelito y parpadea varias veces.

—¿Eso es un sí?

—Lo siento, el es Adrien —Merida lo presenta ante mi— Es mi mejor amigo y un completo idiota, como podrás notar.

—¿Qué tal? Soy el amigo idiota de Merida —el chico me ofrece la mano— ¿Y tú eres...?

—Elsa Arendelle —le acepto la mano, amable— He conocido a idiotas más grandes que tú, no te preocupes.

—¡Oye! —parece reconocerme de un lado— Tú estudiabas en el Royalton de Los Angeles, ¿verdad? Mi hermana está saliendo con un chico que estudiaba ahí.

—¿De verdad? ¿Quién es? Capaz y lo recuerdo. —mentí, ya que tengo la memoria de pollo.

—No recuerdo su nombre, lo siento. Recién empezaron a salir.

—Oh.

—Pero esta noche lo invitamos a cenar a mi casa, ¿por qué no vienen? Me salvarían de tener que soportar sus muestras de cariño.

—Yo no puedo. Hoy me toca cerrar la tienda —dice Merida, desanimada— Pero diviértanse sin mi.

—Sí, lo haremos —le dice Adrien como si ella no fuese importante y Merida voltea los ojos.

Las clases terminaron y regresé a mi casa caminando. Literalmente quedaba a la vuelta, así que no camino demasiado. Para mi mala suerte, tuve que avisarle a mi papá que iba a salir esta noche con unos amigos, pero no pareció escucharme mucho.

—No me voy a tardar mucho, pero...

—Espera, ¿saldrás? ¿A donde? —me pregunta, ignorando todo lo que le acabo de decir.

Paciencia, Dios mío.

—Te acabo de decir que iré a casa de Adrien después del trabajo. —le dije, cortante.

—Pues me alegra escuchar otro nombre que no sea el de Jack Frost. —dice, orgulloso.

Pongo una mueca de disgusto.

—A ti te alegra, a mi no. —lo encaro— Pero tranquilo, estoy acostumbrada a que solo pienses en ti y en nadie más.

Recogí ni bolsa del sillón y lo dejé almorzando solo. Así solían ser nuestras conversaciones diarias. Obviamente, las cosas habían cam ido.

Me subo al auto de Mérida, ya que ella es la que pasa por mi para ir al trabajo juntas. La musica a todo volumen me hizo recordar a Jack, así que si antes estaba frustrada por mi conversación con papá, ahora lo estaba aún más.

—Tienes dos minutos para decirme Por qué traes esa cara. —Mérida arranca.

—¿Pues qué va a ser? Mi padre. —bufé y enfoqué mi atención en la ventanilla.

—Te recordó de nuevo a ese tal Brad Frost, ¿no?

Empecé a reír al escuchar su invento de nombre.

—Jack Frost, y sí, de nuevo lo hizo. —rodeé los ojos— No entiendo como quiere que lo olvide si diario lo menciona, y no son comentarios muy bonitos.

—Nena, tu felicidad no puede centrarse en un solo chico. Tienes que seguir adelante.

Sonreí, pero en el fondo sabia que ella nunca entendería mi situación. No presenció lo que viví con Jack.

Conexión | Jelsa (Libro 2)Where stories live. Discover now