Durante el resto del día y la noche, Calliope la ignoró totalmente. Arizona estaba atormentada; se sentía mal pero no por el castigo o la rabia que sentía hacia Alex. Lo que la consumía era que había fallado. Había defraudado a Callie, y eso era algo que provocaba en ella un intenso dolor en el corazón.
¿Qué extraño, verdad? Leah había pasado gran parte de la tarde consolándola, repetía continuamente que era normal fallar al principio, que no debía preocuparse, que era humano y que los fallos eran parte del proceso.
Las chicas le habían traído del pueblo una bonita sortija como regalo y ese detalle la había animado mucho. Sentirse aceptada por ellas era un detalle que necesitaba como el aire en aquellos momentos tan difíciles. Después de la comida, Calliope se había marchado con Mark y volverían entrada la noche; todos los demás se retiraron a sus dormitorios a descansar y ella se quedó sola en el jardín. La amable señora del servicio, de una edad muy similar a Antón, le entregó una taza de café y unas galletas diminutas que no dudó en comerse con gusto.
Se preguntó cómo una mujer tan mayor y sencilla era capaz de soportar lo que veía en aquella casa con tanta tranquilidad. Vio a Antón descender por el camino de losetas; se sentó a su lado en otra de las sillas de mimbre y sonrió con ternura mientras sujetaba su eterno puro con la boca.
—No debes darle vueltas a las cosas, niña —dijo.
Su fina y cuidada perilla daba paso a una piel oscura que le recordaba a los beduinos de las películas de televisión. Antón era un hombre atractivo sin apenas una arruga en su viejo rostro. Sus ojos trasmitían frialdad, pero ésta contrastaba con sus sonrisas dulces y refinadas.
—Mis chicos son impulsivos, viscerales por naturaleza, y destructivos con lo que más aman. —Se sirvió un café de una especie de tetera grande que la mujer depositó en la mesa y la miró—. Pero eso no significa que no amen, solo que tienen otras formas de demostrarlo.
Arizona no dijo nada; escuchaba a Antón mientras analizaba los gestos sibaritas que usaba para servirse el café en la pequeña taza de porcelana.
—Alex es un joven retorcido que adora la vida y la exprime al máximo; aquí no controla sus impulsos y sus necesidades, pero de eso se trata ¿verdad? —Hizo una pausa y se apoyó en el brazo—. Te sorprendería hasta donde llega su humanidad fuera del entorno «sexual» que lo rodea.
—Es tan cruel…
—La única que conserva la esencia de su personalidad, donde quiera que va, es Calliope; con el resto conseguí que supiera diferenciar ese lado salvaje de su día a día.
Notaba la franqueza en sus palabras.
—No me esperaba que Calliope usara a Mark para castigarme —musitó.
—Querida, cuando cedes algo tuyo siempre recibes algo a cambio; tenían un tema pendiente entre ellos y verte la cara cuando viste a Mark detrás de ti fue el mayor regalo que pudo recibir Alex.
—Está claro que no le caigo bien.
—No acabas de entender que lo que pasa en esta finca no sale de ella, niña. No confundas los impulsos con los sentimientos que puedan tener hacia ti.
—Lo que pasa en Quimera se queda en Quimera, ¿no? —dijo con tristeza.
Antón dio una calada a su puro y se reclinó en la silla.
—Exacto. Debe ser así. Si el equilibrio se rompe, tu vida personal y tus negocios pueden salir dañados. Querida, la sociedad no está preparada para ver esto.
—No debí pegarle a Alex —se lamentó—. Callie está muy enfadada.
—Niña, vienes con Callie, dábamos por hecho que eras distinta. Mi primogénita es complicada e incontrolable, pero recuerda que no se trata de tu
fallo lo que le dolió, sino del precio que paga si pecas de osadía con otros
miembros. Tuvo que cederte, compensar a Alex.
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De rodillas. (Calzona +21)
General FictionUna historia fuera de "lo normal". *No apto para personas sensibles* 1er parte de esta secuencia, si empezaste a leer 'La iniciación' y no entendías nada es porque primero debes leer esta parte. Adrenalina garantizada.