Mark Sloan

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Tenía veinte años cuando lo conoció. Por aquel entonces, Mark era un joven
totalmente desbocado, perdido en los oscuros antros de la ciudad, rodeado de mujeres, de noches que apenas conseguía recordar a la mañana siguiente, de alcohol. Con el paso de los días comenzó a coincidir con Callie, a menudo en un local de jazz que solía frecuentar. No es que fuera asiduo a esa música, pero aquel ambiente le procuraba unos momentos de paz en una triste vida que empezaba a escapársele de las manos.

Le enseñó todo lo que sabía; eran como dos almas gemelas, dos hermanos unidos por el mismo útero, dos buenos amigos.
Muchas veces, mientras lo observaba, se daba cuenta de que no se diferenciaban mucho. Calliope estaba totalmente sola, no era una mujer que se fiara de cualquiera; le resultaba difícil hablar ciertos temas con las personas y Mark se convirtió en su confidente y en su amigo. Poco a poco entró a formar parte de la empresa.

Todo lo que requería una atención especial solo pasaba por las manos
de Mark; si algún documento, reunión privada con determinadas personas o papel debía ser protegido de las miradas furtivas, era él quien se ocupaba de todo. Le debía todo lo que había conseguido y no porque se lo hubiera puesto fácil. A veces Callie se comportaba como una hermana mayor estricta y eso a Mark le sacaba de quicio, pero le debía todo lo que había aprendido; casi podía decir que le debía la vida.

Era cierto que eran inseparables pero totalmente distintos. Mientras que
Callie era una mujer fría y distante, él irradiaba dulzura por todos los poros de su piel. Tenía el pelo castaño, los ojos ligeramente rasgados, sus facciones dulcificaban su cara y cuando se reía cualquier persona que lo mirara, hombre o mujer, se derretía ante él.
Si algo era verdad es que cuando Callie y Mark caminaban juntos era imposible que alguien no babeara por ambos.

Resultaba imposible discutir con Mark; su voz era ligeramente rasposa, expresiva, de mirada cálida pero ligeramente golfa. Tenía un buen físico, esculpido de una forma casi perfecta, y sus músculos se marcaban lo justo y necesario. Era un poco más alto que Callie y eso que ella media al rededor de 1.75.

Durante una conversación en la sala
de café del edificio había llegado a escuchar que la gente consideraba a Mark, la parte humana que acompañaba a Calliope a todos los lados. Él se había reído y se había imaginado a Batman y Robín, pero nada más lejos de la realidad. A veces, por no decir casi siempre, él era quien calmaba los impulsos de su amiga, el único que llegado el momento podía hablar con ella cuando la situación lo requería, normalmente por trabajo, determinados tratos que no acababan de convencer a Callie, que ambicionaba destruir a todo lo que se enfrentaba a ella.  Pasado el tiempo, acabó pasando más tiempo en casa de Calliope que en la suya propia. Acabó por alquilarla y mudarse con ella y durante sus innumerables charlas, descubrieron que no eran tan distintos.

La primera noche que la vio entrar en casa, su corazón dio un vuelco. Arizona era aún más bella de lo que él sabía, de lo que su amiga le había contado noche tras noche, sentados delante de la chimenea, recordando las traumáticas vidas que ambos habían pasado. La primera noche que la vio, de pie, frente a la amplia estancia del salón, sujetando su pequeño bolso con manos temblorosas y una sonrisa arrebatadora, creyó caer en un sueño del que jamás despertaría. Arizona era todo lo que un hombre podía desear; era hermosa, tenía un físico imponente, quizá demasiado frágil para su amiga, demasiado delicada para lo que vendría.

Sus ojos vidriosos por la vergüenza le trasmitían un instinto casi paternal. En aquel momento sintió la necesidad de protegerla, de rodearla con sus brazos y decirle que no tenía de qué preocuparse, que todo saldría bien y que, si en algún momento sufría, él estaría allí para ayudarla, para enseñarle que nada era demasiado terrible, que todo iría bien.

—Algún día entenderás que todo lo que vivas aquí te hará la mujer más feliz del mundo—había pensado—. Aunque te duela, no lo comprendas o no entiendas el porqué de las cosas.

De rodillas. (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora