| Acto 4 |

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Soltó una gran carcajada al ver como su amiga intentaba de forma desesperada limpiar la mancha de pintura negra que cayó la falda de su vestido mientras murmullaba algunas cosas que no lograba escuchar por la distancia a la que se encontraban.

— ¿Qué pasa? ¿Acaso no es otro recuerdo de tu carrera como artista? —pregunto algo divertido acomodando el ramo de flores que le había entregado una doncella. — ¿Ya terminaste de pintar?

— Ugh... era mi falda de pintar favorita... Y si, ya terminé tu cuadro ¿Te acercas?

— Como usted diga. —respondió levantándose del banco donde se sentó para que la castaña pintara. — ¿Cuántos has vendido hasta el momento?

— Unos... 42. A la mayoría parece gustarles las pinturas de "Tal" ... las cartas que envían a la casa de las pinturas son poemas para la musa. —respondió ella alzando las cejas de forma sugerente. — ¿Qué dices? ¿Quieres conocer a tus fanáticos, Tal?


Cubrió su rostro avergonzado ante el nombre que la Judith menor eligió para publicar los cuadros de forma anónima, cambiando el color de sus ojos y cabello al momento de pintarlos, dado a que significaba "Rosa" el cual era siempre el tema principal en las pinturas de la oji verdosa.

Mas lo descubrió para mirar contento la nueva pintura que había hecho, una donde se mostraba a un joven de cabellos blancos y mirada violácea mirar a la persona sosteniendo un gran ramo de flores silvestres con una camisa de blondas con bordados de flores de lis.

— Woah... nunca me terminare de acostumbrar a ver como retratas a... Tal.

— ¿Verdad? Trato de darle un aire más libre. —contesto ella poniendo su firma en el costado del cuadro. — Y~ listo.

— Con eso terminamos hoy... ¡Estoy cansado de estar sentado en esa silla incomoda!

— Prometo que la próxima pintura será en una cama.

— ¿Enserio? Te lo agradezco~ —dijo alargando la palabra dejándose caer sobre el único sillón en la habitación. —


Tomo una galleta que estaba en la bandeja cercana para darle un mordisco y mirar el techo del que colgaba un candelabro, algo común en el hogar de la fémina.

Ya habían pasado cerca de 8 años desde que había llegado a Obelia junto a su familia y que su padre se había vuelto el maestro de los dos príncipes del imperio, añadiendo que su majestad el emperador ahora era un amigo muy cercano a su progenitor.

Tardo un tiempo en acostumbrarse, pero lo logro muy rápido gracias a la ayuda de Penélope Judith, su mejor amiga y la única señorita que no deseaba darle un beso cada que estuviera cerca... era un gran logro.

La flor del emperador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora