| Acto 5 |

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Pájaro encontrado. 



El cielo llovía como si no hubiera un mañana, o como si deseara hundir el imperio por la rudeza.

Mas eso no pareció importarles a todos los invitados que fueron al funeral de la hija menor del conde Judith, quien lloraba desconsoladamente junto a sus dos hijas mayores cubiertos por un paraguas oscuro al igual que el resto de personas.

Sin embargo, solo una persona estaba parada frente al bello ataúd blanco que resguardaba el cuerpo de la joven dama.

Orión Yue de Atlanta, valiéndole el hecho de que pudiera enfermarse o morir del frio estaba de pie, sus lágrimas se mezclaban con las gotas que chocaban contra su rostro y se deslizaban hasta caer al pasto sosteniendo entre sus manos temblorosas un lirio que deposito sobre la madera.

Sus piernas parecían querer ceder al igual que el día en que se enteró sobre la repentina muerte de la Judith.

Se encontraba con su madre paseando por los jardines imaginando que podría regalarle a la peli castaña para cuando ambos fueran al evento por el imperio cuando un sirviente llego corriendo con el rostro tan pálido como la nieve.

Les entrego una carta perteneciente a la familia de la fémina y cuando lo abrió se llevó la sorpresa de leer en el primer párrafo una frase que quedaría eternamente marcada en su memoria.

"Para el joven Orión Yue.

Siento con todo el pesar de mi corazón informarle en nombre de mi padre, que mi hermana, Penélope Judith, murió ante un intento de asesinato contra el príncipe heredero cuando fue invitada por su majestad a una reunión privada..."


Soltó el papel y se cubrió la boca intentando guardar la bilis que subió por su garganta debido a la impresión mas no pudo evitarlo, manchando el suelo y cayendo de rodillas llorando, escuchando los gritos de su madre y del sirviente que intentaba socorrerlo.

Entonces, lo último que su mente pudo procesar fue la sonrisa de su amiga el ultimo día que se vieron.

Se dejo caer sobre una de sus rodillas para tocar la cubierta de tela que pertenecía a uno de los lienzos favoritos de la joven para soltar un grito clavando sus uñas contra la madera y temblando en el proceso.

— ¡PENÉLOPE! Ugh... Penélope, no... ¡¿Por qué?!

— Joven Orión... —sintiendo las delicadas manos de la segunda hermana mayor de la oji verdosa aferrarse a su brazo de forma temblorosa. — Debemos seguir con la... c-ceremonia... yo...

Volteo a verla, sus ojos llenos de lágrimas y su cabello que estaba bien peinado ahora tenía algunos mechones pegados a su rostro dándole un aspecto frágil, ese era el reflejo que lograba ver en los ojos brillantes por el llanto de la fémina.

La flor del emperador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora