Los sentimientos
estaban prohibidos
para alguien
como ella.
Una hechicera que
hizo todo lo posible
para salvarla.
Una maldición que
busca una nueva forma
de divertirse.
En un mundo en donde
los errores cuestan
demasiado; Michiko
Teshigawara...
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Todo iba muy bien, casi nadie necesitaba de su ayuda y eso de cierta manera la hacía sentir aliviada. También significaba que los chicos estaban bien.
Estaba oculta en una pequeña cueva, el sol no entraba así que se sentía feliz.
El cansancio que sentía era demasiado, sus horas de sueño se tuvieron que disminuir ya que las tareas eran cada vez más pesadas. Reconoció una simple caricia sobre su piel hasta llegar a su mejilla.
Abrió sus ojos, encontrándose con las rojizas gemas de aquella serpiente blanca.
—Siento que algo anda mal. — susurro Hebi en su oído como si fuera el secreto más importante del mundo.
Ella también lo había sentido desde hace un rato, más sabía que sería llamada si su ayuda fuera necesaria.
Ella estaba ahí para ayudarlos y cada uno de sus amigos lo sabía. Aunque no lo notarán, siempre estarán protegidos por el cuerpo de una poderosa serpiente.
—Me aseguraré de que estés a salvo. — pronuncio con seriedad.
Cayó sobre el piso y empezó a perderse entre el pasto e piedras seguramente para verificar que todo estuviera bien.
Sabía que sería imposible detenerla, asi que simplemente la dejó marchar. El sueño comenzaba a vencerla poco a poco, pero antes de poder cerrar los ojos un sonido tan inquietante y conocido la detuvo.
—¡Michiko!
Era la voz de Inumaki, no era normal y mucho menos si su nombre pronunciaba. No lo pensó más y corrió, lo más rápido posible, no necesitaba buscarlo ya que la serpientes eran sus guías.
Cubrió sus rostro con la capucha de su uniforme, el sol brillaba con intensidad y aquello la ponía inquieta, además de molesta.
Al dar el primer paso dentro de la academia, suspiró y sus ojos brillaron con intensidad, sus sentidos se conectaron cada una de las serpientes que rodeaban la academia.
Entonces lo sintió, la presencia de una maldición y muy poderosa.
—Hebi...
—Estoy aquí.
Toge Inumaki
No tenía otra alternativa, su cuerpo no podía soportar más y los chicos estaban llegando su límite. Sabía que Yuji y Toudo podrian acabar con ella, pero aún no estaban ahí y mucho menos Gojo-sensei.
