Dos.

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Desperté por aquellos fuertes golpes en mi puerta de lo que se podría decir mi habitación.

—¡Despierta, niña!—gritaba Angela al otro lado de la gran pared de madera. Abrí la puerta y estaba parada con su típica falda corta que no le tapaba ni media pierna y su escote dejando salir sus enormes senos.—Antes de que vayas a aquellas clases, quiero que vayas al super mercado ¿sí?—asentí. Me miro de arriba a abajo con asco y poniendo un poco de labial rojo en sus labios.—Aquí tienes la lista. Eso es todo, adiós.- Bajó las escaleras y fuí a cambiarme. Solo lo típico, y lo único que tenía en mi armario, unos jeans rotos y una camisa negra con mi chaqueta negra que no cubría ni la mitad de mi cuerpo. El frío cada vez estaba pero en estos tiempos y no sabía que iría a hacer para cubrirme.

Bajé a la sala y ahí estaba Bill, como siempre tomando cerveza, acostado, viendo la televisión.

—¿A dónde vas?

—Angela me pidió ir al supermercado.

—Espero que no me estes mintiendo.—negué mirando hacía abajo.—¡Lárgate!—me empujó hacía la puerta, haciendo que me golpeara un poco la sien. 

Debió hacerlo más fuerte, así no hubiera despertado jámas; había aprendido eso en una anéctoda que me había contado Dylan. Salí de aquella pequeña casa de madera rumbo al supermercado. El clima estaba un poco frío, no le dí importancia y solo tape un poco más mi cuerpo con la chaqueta. El frío es psicologico -traté de recordarme. Entré a aquel pequeño lugar, las puertas se abrieron al sentir mi presencia. Saque de mi bolso izquierdo la pequeña lista de cosas que Angela me había dado. Leche, huevo, pan, carne, helado y "algún tipo de fruta". 

Fuí directo a donde estaban los lácteos. Despues, fuí directo a los congelados y tomé la pizza, la carne y el helado. Por último, fuí a panaderia. Sabía que el pan sería para Bill, así que decidí por comprar un par de donas.

—¿Podría darme dos rosquillas, por favor?

Pedí mientras trataba de cargar todos los productos con mis manos, no iría por un carro para tan pocas cosa, asunque debo de admitir que no era la personas más fuerte en este mundo o en este lugar como para estar cargando semejantes cosas.

—¿Charlie?—alcé mi cabeza y estaba aquel chico de las clases de rehabilitación.—Soy Michael, el chico de las clases de...

—Lo sé, ¿quieres darme lo que te pedí?

—¿Diras por favor?—negué.—Esta bien, aquí tienes.—dijo entregandome una bolsa color marrón donde había metido ambas rosquillas.—De nada.

Giré mi cabeza y él hacía un saludo con su mano. Que estúpido era. Pagué todo lo que había comprado y salí para regresar a casa. Al llegar noté que Bill no estaba en casa, su carro no estaba estacionado fuera de la casa o en el garage. Por un momento gruñí al saber que tendría que irme a las clases caminando, pero era mejor que estar con él en un mismo lugar. Entré y dejé las cosas en sus respectivos lugares, era muy cansado subir y bajar el pequeño banco una y otra vez. Miré el reloj y solo faltaban 15 minutos para la siguiente sesión. Caminé hasta llegar al enorme edificio. Llegué con cinco minutos de anticipación. Subí por el ascensor y apreté el botón número 12. Al llegar a aquella habitación, noté que el chico del cabello morado, cual nombre siempre lo olvidaba, estaba con otro chico, este era rubio y tenía unos lindos ojos azul celeste.

—Hola Charlie.—me saludó el Señor Turner. Asentí con mi cabeza en forma de saludo.

—Hola Charlie.—ahora quien hablaba era el chico de cabello de color. Ignoré su comentario y volví a mi celular. Minutos despues la habitación se llenó y empezaron las platicas diarias.

Fix you; l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora