Siete.

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Otro día, misma rutina.

Despertar, escuchar golpes en la puerta, gritos y más gritos, regaños, más gritos.

—Hoy no saldrás a ningun lado. Tendras que hacer la limpieza en la casa; vendrán personas a visitar y espero encontrarte en el piso de abajo arreglada como se debe, despues de un rato diras que debes hacer tarea, tu presencia resulta molesta despues de un rato.

—¿Quieres decir que llegarás temprano de trabajar esta vez?—pregunté.

—Cierra la boca y empieza.

Como tal perro, seguí sus ordenes. Escuché como la puerta de abajo cerraba fuertemente mientras salía de mi habitación. Este era como muchos de otros días donde deseaba agarrar mis pertenencias e huir, pero por alguna extraña razón no lo hacía. Talvez era temor; miedo de que pudieran encontrarme, miedo de que me encontraran. Había cosas en mi vida que ni siquiera yo comprendía.

Pasé cinco minutos de mi vida pensando en partir y otros cinco en arrepentirme de hacerlo. Terminé arreglandome como Angela lo había dicho y despues en el piso de abajo, limpiando todo la casa, encontrandome con botellas y más botellas de cerveza, cajas de aquella tienda de rosquillas, se podría decir que lucia como si la única persona que viviera aquí fuera Bill.

Saqué la basura, tres bolsas llenas. Sentía como mi cuerpo estaba apunto de caer, era demasiado peso para muy poco peso. Era como si una girafa tratara de cargar un elefante. La casa se veía limpia, muy extraña. Parecía que una verdadera familia viviera aquí. Como cualquier casa donde una chica tiene peleas normales con sus padres, y enojada sube a su habitación pero a la hora de la cena regresa como si nada hubiera pasado, mientras su padre lee el peridico y su madre le da un beso en la frente y ella apenada esboza una sonrisa.

Así es lo que una persona pensaría al entrar a la casa. Pero nada era real.

Salí al jardín, -o de lo que se podría llamar un jardín- rasqué la tierra y saqué un puño de lilas, enterré mi cara en ellas absorbiendo su perfume como un corcho absorbe el olor del vino y las puse en un jarrón con agua en el centro de la mesa.

Sentía como Angela estaba apunto de llegar a casa y buscar el más pequeño defecto y gritar. Podía escucharla gritar cualquier cosa "Charlotte, no me gustan esas flores" "Charlotte, el piso tiene una pequeña mancha del tamaño de una hormiga en esta parte "Charlotte esto" "Charlotte aquello".

Segundos despues la puerta se abre ligeramente encontrandome con Angela, una Angela que nunca había visto hasta el día de hoy. Era la primera vez que no al veía con una falda de cuero, en lugar de ella llevaba una flada que le llegaba las rodillas y de tela gruesa. Podría reconocerla por llevar aún una blusa con un escote largo, pero icnluso son eso, parecía una mujer con un buen trabajo.

—Charlie, ven linda.—dijo Angela mirandome con cariño, o eso es lo que ella quería expresar. —Ella es mi hija, Charlotte. Pueden llamarle Charlie.

—Hola querida.—una señora de tez blanca y cabello, obviamente, teñido de rubio. —Eres muy hermosa.

—Es un gusto.—estreché su mano sintiendo la hipocrecia que esta señora transmitia. —Con su permiso debo ir a hacer mis tareas.—tomé un gran respiro y tragué saliva.—Madre...

—Claro hija, ve.—me escapé de su agarré y subí las escaleras de dos en dos.—Es una excelente estudiante.—rodeé los ojos al escuchar eso de ella, ¿cómo si quiera se atrevía a decirme hija? Apenas pude yo decirle madre sin tener que vomitar.

Por lo menos no llegó gritando, pero estaba esperando la hora en que esas personas se fueran para decirme que tan mal estuvo la bienvenida. Horas y horas pasaron, llegué al punto donde preferí haber estado en las clases del señor Turner que estar aquí. Incluso preferí escuchar la molesta voz de Michael que escuchar la de Angela.

—¡Charlotte!—escuché desde abajo. Era hora.

Salí corriendo de mi habitación para así evitar más regaños de lo lenta que soy.

—¿Pasa algo?—respiré profundamente.

—¡Eres una estúpida! ¿Cómo te atreves a poner estas malditas flores?—tomó aquel jarrón y lo arrojó hacía mi, haciendo que este se rompiera al llegar a la pared, dejando a las pobres flores caer en el frío suelo de madera sin agua. —La señora Roland era alérgica a estas flores.

—¡Yo que iba a saber eso!—me defendí y por primera vez sentí que yo tenía la razón.

—Te dije que arreglaras la casa, eres una inutil, no puedes hacer nada bien. ¡Te odio!—gritó con lagrimas en sus ojos, nunca la había visto de esta forma. Se veía tan débil y frágil. Me veía a mi misma en ella.—Lárgate. Lárgate no te quiero ver.

Subí a mi habitación sin decir una palabra más. Escuchando como Angela lloraba y gritaba desde el piso de abajo. Sentía una pizca de felicidad al saber que ella tambien se sentía mal de vez en cuando, y eso me hacía sentir mal. Claramente no era hija de ellos. No era nada como ellos.

Estar sentada mirando a un punto haciendo nada hace que el tiempo pase muy rápido. Al darme cuenta en el pequeño reloj de pared que tenía noté que ya eran las 8:45 pm. Regresé mi mirada a la puerta en el exacto momento en el que Bill entró.

—Necesito que vayas al supermercado.—dijo sobando repetidamente su cabeza.

—Pero ya es tarde, puedo ir mañana en la mañana.

—¡Dije que vayas al supermercado, ahora mismo!- me levanté rápidamente.—Compra unas cervezas, aquí tienes, estaré en mi habitación.

Tomé el dinero y fui corriendo, temiendo de la escuridad. Por suerte el lugar aún estaba abierto. Fui a los refrigeradores y tomé una caja completa de cervezas, estaba tan pesada que estuvo apunto de caer encima de mis pies si no fuera porque alguien las tomó antes que yo.

—Deberías tener más cuidado, Charlie.

—No me llames Charlie.

—¿Acaso abrá una fiesta a la cual acurriras y no tenía idea?—negué.

—¿Qué hacer aquí?—cambié de tema, no quería responder que mi padre era un alcoholico.

—Michael trabaja aquí, ¿sabías eso?—asentí y vimos como Michael saludaba muy emocionado, su cabello había cambiado a negro.—hoy dormiré en su casa así que tuve que acompañarlo al trabajo. ¿Por qué no fuiste a las clases de hoy? Tuve que trabajar solo, ¿sabes? yo me conozco perfectamente.

—Lo siento, tuvimos visitas y no podía dejarlos solos.—alzó las cejas entendiendo lo que había dicho o no entendiendo.—Michael se tiñó el cabello.

—Lo sé, lo vi antes que tu.—rodeé los ojos.—Se lo tiñé depende de como se sienta. Y al parecer el día de ayer despertó sintiendose deprimido, por eso es negro.

—Bien, debo irme.

—Espero nos veamos mañana, por cierto te ves diferentemente arreglada, Charlie.

Miré sobre mis hombros y empezó a reir, lo ignoré y salí a pagar para poder llegar a casa y poder descansar por un momento. Había llegado más rápido de lo que había pensado. Al entrar a la habitación de Bill el ya estaba dormirdo, grité por dentro. Subir y bajar una caja que podría pesar lo mismo que yo no era muy facil como parecia.





Fix you; l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora