Al llegar a casa el coche de Bill ya estaba en frente de ella. Bufé y pensé por unos segundos en no entrar e ir a otro lado, pero la lluvia estaba empeorando cada vez más. Tomé un enorme suspiro y decidí entrar. Abrí la puerta sigilosamente para evitar cualquier sonido. Miré por la parte de abajo y Bill estaba dormido como cual cerdo en la sala de estar. Cerré la puerta y subí a mi habitación lo más rápido que pude. Me recosté en el frío piso de madera mirando el techo. Tomé la sabana que estaba a un lado y me cubrí con ella al mismo tiempo que cerraba mis ojos. Desperté por el sonido de mi puerta cerrandose. Puedo recordar haber cerrado la puerta.- pensé y al instante abrí mis ojos encontrandome con Bill sosteniendo una botella de cerveza ya vacia.
—¿Qué estas haciendo aquí? ¿Acaso no fuiste a tus clases, sabes que es tu obligación ir?
—Regresé hace unas horas.—sabía que no me creía.
—No me mientas, maldita.
—Te lo juro.—cerré los ojos tratando de calmar el dolor que sentía.—Puedes preguntarle al Sr. Turner, hablo en serio, lo juro.
—Eso dijo azotándome al piso con mucha fuerza.
Lo miré con miedo y odio, mientras algunas lagrimas querían salir de mis ojos. Al notarlo él, soltó una pequeña risa.
—No tengas miedo, nena.
Puso una de sus manos sobre mi mejilla. Me alejé un poco de él, mirando a otro lado, sabiendo lo que vendría.
—Ingenua.
Al verlo salir, mis ojos no podían más y deje caer unas cuantas lagrimas de mis ojos, que caían como agua pasando por las goteras después de una larga llovizna, salían sin parar. En mi mente seguían pasando aquellas imágenes desde que cumplí los quince años. Quería que desaparezcan. Al igual quería que todo en mi vida desapareciera. Sentí como mis ojos se secaban poco a poco. Tomé de nuevo aquella sabana de algodón y me volví a recostar, cerré mis ojos y caí en un sueño profundo.
Al día siguiente, por la mañana, desperté por la gran luz que entraba por mis ventanas, las cuales no tenían ni una simple cortina con la cual cubrir. Revisé la hora en el pequeño reloj que estaba colgado en la pared. Ya era algo tarde. Abrí la puerta para encontrarme con un plato el cual tenía un pan tostado y una manzana con una enorme mordida. Me tratan como si fuera un animal en un zoológico o peor. Tomé una toalla y fui directo a la ducha. El agua estaba helada, no aguanté más de diez minutos. Enrollé la toalla sobre mi cuerpo y salí guiándome a mi habitación. Sentí un fuerte frío recorrer desde mis pies a mi nuca al azotar la puerta sintiendo un poco más el aire. Tomé mis jeans negros y un suéter blanco. A esta hora Bill y Angela ya deberían estar en su respectivo trabajo, fingiendo ser quienes no son.
Revisé el reloj de nuevo, faltaban ya unos pocos minutos para las clases de rehabilitación. Salí por la puerta cerrándola detrás mío. Caminé unas cuantas cuadras hasta llegar a aquel edificio que odiaba tanto. Me quedé parada por unos segundos mirándolo, pensando en si debería entrar o no, como lo hacía a diario al despertar, si debería irme de esa casa o no, si debería despertar o no, pero esa no era mi decisión. Suspiré y decidí no entrar por esta vez. No era para tanto era solo un día. Salí del estacionamiento y escuché una voz conocida gritar mi nombre.
—¡Charlie!—giré mis ojos al notar que es Michael. Por fin puedo recordar su nombre. Me mira y agita su brazo y yo sigo con mi camino.—Espera.—aceleré el paso y paro al sentir un brazo sujetándome.
—¿Qué es lo que quieres?
—¿Es porqué te dije Charlie? Es que, la verdad es que no sé cual es tu nombre, quiero decir, ¿eres Charles, Carol, Charlotte? no lo entiendo.—preguntó contando cada uno de esos nombres con sus blancas manos y después poniendo ambas de estas en su cabeza muy confundido. Por un lado me sentía mal al ser tan grosera con él, era la primer persona la cual sentía eso.
—Estoy cien por ciento segura que Charles en nombre de hombre.—me miró y rió, mostrando una enorme sonrisa.—Y mi nombre es Charlotte.
—Es lindo.—trato de hacer una pequeña sonrisa, la cual parece más una mueca.—Como sea, ¿entramos juntos?
—No, olvidé algo en casa, vuelvo en unos minutos.
—Puedo acompañarte.
—No Michael. Puedo ir sola, entra.—me sentía como una tal madre que regaña a su hijo cada vez que entra al kinder mientras su hijo llora porque no quiere entrar y quiere quedarse en casa viendo la Adiós.
Me giro de nuevo sin decir una palabra. Al rotar la esquino miro de reojo para estar segura que Michael no esta siguiéndome, suspiré aliviada al notar que no lo estaba haciendo. Al contrario, estaba entrando al enorme edificio tal como le había indicado. Espero en la esquina el autobús, llegó y me subí a él, estaba totalmente vacío, así que me siento en los asientos del final como solía hacerlo en los días de escuela. Minutos después noté como una pareja de esposos subió al autobús junto con su pequeña hija, los tres muy felices, y no puedo evitar que aquella niña de pequeñas trenzas color castañas me haga recordar mi infancia, sonrió por el hecho y después aquella sonrisa desaparece al recordar los días después de eso.
Unas dos horas después, el autobús se detiene donde debo bajar. El cielo ya esta un poco oscuro, no solo por la hora sino por que se puede ver que viene una lluvia fuerte. Llegué a aquella enorme casa donde siempre era bienvenida. Era obvio que habría una fiesta, no era de esperarse. Toqué la puerta y espero unos segundos para que un chico desconocido me abriera dejándome entrar sin siquiera fijarse en quien era. Un par de personas después me encuentro con la persona que quería.
—Charlie, viniste.—dijo dándome un corto abrazo.—Sabía que lo harías, no te hemos visto por aquí por mucho tiempo.- siento el humo hundir mis fosas nasales.—Toma.—me entrega el cigarro que tenía en su mano, se puede ver que apenas lo prendió, ya que esta completo.
Fumo un poco el humo, sintiendo como mi garganta arde. Me encuentro con la chica rubia, Lisa, me saluda de beso y abrazo y me entrega un vaso con un liquido raro, lo tomé de todos modos. Después de varios vasos de aquella bebida que no sabía que era, sentí como mi cuerpo sentía los cambios. La fiesta se tornaba cada vez mejor, llegaban más personas y más. Era todo una locura.
Esta era la Charlie que nadie fuera de esta casa conocía. Y era la Charlie que a mi me gustaba. La que no tenía ningún problema y no sentía que su vida era un total desastre. Y así sería siempre.
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Fix you; l.h
Fanfiction-Te amo-. dijo tomando de mi mano con delicadez al mismo tiempo que yo la quite de ella. -No puedes amar a alguien si no te amas a ti mismo. -¿Sabes quién dijo eso?- negué.- Un idiota, para que los idiotas como tú lo creyeran.