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Solo fueron unos minutos, unos minutos nada más en los que Hairo se separó de Suniva para comprar algunos bocadillos para su sesión de entrenamiento nocturna, también unas cuantas piedras especiales. Pero eso fue todo lo que hizo falta para que no comprendiera la situación al volver.

Su amada Diosa estaba discutiendo con la Kaizerin. Se iba a meter a detener todo mas la mirada decidida de la pelirroja y su petición, más parecida a una orden lo dejaron como simple extra en esa escena. Se preguntó miles de veces internamente cómo es que ellas dos empezaron su discusión y la razón de la misma, no conseguía encontrar otro inició a ello que orgullo.

El orgullo alto de ambas y el constante desprecio de la esposa del líder hacia su hija era todo lo que se necesitaba para detonar la bomba que eran ellas dos en un enfrentamiento verbal.

La pelea llegó a los gritos para el momento en que Hairo volvió a verla con atención.

"¡YA NO ME IMPORTA!¡TE ODIO!¡A TI, A ESTA SECTA Y A TU ESTÚPIDA KHALIDA!"

Gritó la pequeña Leo a todo pulmón. el rostro de su progenitora se deformó en una marcada mueca que con el paso lento de los segundos aterraba más y más a la joven, la oscuridad tomó posesión de los orbes negruzcos de la mayor y lo siguiente que la pelirroja pudo sentir fue el ardiente látigo de la bestia al rededor de su cuello, quemando y desgarrando con sus espinas de fuego su pálida garganta.

"¡SUNIVA!"

Llamó Hairo con desespero al verla caer con la sangre brotando de su boca y sus ojos cerrados fuertemente reteniendo las lágrimas que tantos problemas le daban.

"nunca, jamás, ¡en tu miserable vida! te atrevas a hablar así de mi hija, la hija que asesinaste, maldita aberración, ¡DEBÍ ACABAR CONTIGO CUANDO TUVE LA OPORTUNIDAD, DEMONIO!"

La mujer no dejaba de apretar el látigo que envolvía el pescuezo de la joven, esta cada vez más rápido perdía el aliento, sentía que en cualquier momento podría dar su ultimo segundo de vida y por mas que luchara se perdía en la borrosa imagen de su querido primer amor cargando a su durmiente hermano menor.

"¡HAGAN ALGO!¡LA VA A MATAR!"

El chico rogó a los familiares de su amada, pero no obtuvo respuesta, ellos se mantuvieron ahí, parados cual estatuas en un templo. él estaba dividido, Suniva le había pedido que cuidara a su hermanito y a su preciado León, podría simplemente dejarlos y ayudarla, aun así la mirada cálida a poco de apagarse de ella le dijo que se mantuviere fuera de eso.

El fuerte llanto del único bebé presente distrajo a todos, la matriarca de la familia regresó la cola de león a su forma doble anillada y corrió hasta arrancarle a Tadeo de los brazos a Hairo. No pasaron ni cinco minutos cuando logró reaccionar casi chocando con la mujer para llegar con la menor Leone. La sostuvo con cuidado, cargándola con delicadeza, a pesar de su menor tamaño, su fuerza era mayor a cualquiera.

La llevó a su habitación conociendo y siguiendo lo mismo que estuvieron haciendo por tanto. Dejó dos lagrimas caer por sus mejillas, ella entre la consciencia y la falta de esta las limpió con dulzura. Sonrió queriendo tranquilizarlo ocasionando todo lo contrario, era imposible que estuviera calmo después del horrible espectáculo presenciado.

"déjalo pasar"

Susurró Sun cuando la puerta fue tocada, gracias a sus entrenamientos particulares con él sabia que su hermano mayor estaba esperando tras el trozo de citrino para hablar con ella.

Con el ceño fruncido, él asintió, abrió y salió dejándolos con una relativa privacidad, después de todo estaría él tras la puerta por si algo sucedía. El mayor se sentó sin mas cavilaciones junto a ella, comenzó a hablar con sus ojos ámbar sin despegarse del techo para dignarse a verla.

ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora