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¿Por qué Julian estaba aquí?

¿Qué le había dicho Hamlet?

Recobré la compostura y avancé hasta ellos, Julián bajó corriendo las escalerillas del portón y se detuvo frente a mi. Su forma de mirarme me aterraba, parecía tan feliz que casi no podía contenerse, como si de un momento a otro me fuera a besar...

–Vi... –empezó a hablar

Hamlet le puso la mano en el hombro. Me di cuenta que apenas había advertido que estaba junto a nosotros. Intercambié la mirada entre él y mi exnovio, intentado descifrar qué estaba pasando.

–El chico te estaba buscando, le he dicho que esperara porque a lo mejor no demorabas demasiado

Me le quedé fijamente mirándolo, incrédula, apretando los puños. Lo último que me faltaba era que Hamlet hiciera de comadrona en mi relación con alguien.

–Gracias –dije, apretando los dientes–. ¿Nos puedes dejar solos?

Le pedí, y con obediencia se dió la vuelta para marcharse, aunque en eso ví que curvaba sus labios hacia arriba, y aquello me dejó de piedra. Si él se había percatado de la tensión entre Julián y yo, no entendía como eso podía hacerle la menor gracia

–Es buena gente, Hamlet –empieza a decir, pero lo corto al instante.

–Habla ¿por qué estás aquí? –espeté, cruzada de brazos.

–Es que no respondes mis llamadas, Ví, te he dejado una docena.

Es cierto, cada día tenía muchas llamadas perdidas de él, pero no contestarle era lo más obvio. No habíamos terminado con buen pie, y él sabía eso. Lo menos que podía esperar era que no volviera a dirigirle la palabra.

–Te dije que no quería volver a hablar contigo

–Es mentira –sentenció, apretando la mandíbula–. Todavía me quieres, no puede ser que no quieras hablar conmigo. Hay muchas cosas que necesito explicarte

Es verdad, vaya que lo quería. Todavía lo amaba, aunque el sentimiento no era mutuo por parte de él, y eso lo había demostrado de la peor manera.

Entonces un extraño aroma se introduce por mis fosas nasales, me atraviesa la piel, y hace que mis ojos ardan hasta casi lagrimear.

Un momento...

¿Eso era peste a alcohol lo que olía de su ropa?

–No te quiero –mentí, sintiendo un estremecimiento reptar por mi columna–. Todo lo que sentía por ti se esfumó en cuanto te ví con Olivia

Él rió, como si mi respuesta le causará gracia.

–Mentirosa –murmuró, apretándose el puente de la nariz.

–Deberías irte, estás ebrio.

Di un paso hacia atrás, pero cuando estuve a punto de replicar, sujetó mi rostro con las manos e impactó sus labios con los míos inesperadamente.

Al principio me quedo pasmada, mientras Julián intenta introducirse al interior de mi boca. Sus labios con los míos ya no me parecen lo mejor del mundo, ya no siento ese calor que sube por mis brazos y me eriza. Sus labios me queman, me hacen daño, como astillas enterrándose en mi piel.

Hago fuerza para librarme de él, afincando mis uñas en sus antebrazos, pero él se mantiene fijo como una estaca. Su lengua se cuela en mi boca, y me planteo si mordérsela para hacerlo sangrar. Entonces sus manos descienden de mi rostro para envolverme en sus brazos, lo que aprovecho para apartar mi rostro de él

El chico que enviaba mensajes de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora