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Siento que me derrumbaré de un momento a otro, que mis piernas se vuelven como gelatina y que los temblores que sacuden mi cuerpo no son normales.

Que me falta el aire, que mariposas no invitadas revolotean en mi estómago con cada caricia que Hamlet manifiesta sobre mi cuerpo.

No puedo pensar en otro cosa que no sea el perfecto aclope de sus labios con los míos, en la forma en que se mueve para darse mejor acceso a mi boca, y como demanda más de mi, más de lo que puedo ofrecer cuando su mano desciende por mi espalda hasta la parte baja, y me atrae más hasta que mi pecho se aplasta contra el suyo.

Su beso es lento y profundo. Descanso mis manos sobre sus hombros, y aunque tengo los ojos cerrados con fuerza, me permito disfrutar del momento, que casi parece sacado de un sueño.

Hamlet gira para colocarse de espaldas a la fiesta, así que ahora me tiene contra la pared y oculta del resto del mundo por su cuerpo. Continúa con una mano en mi mandíbula para abrirme más la boca e introducirse dentro. Siento como si una explosión en disímiles colores estuviera teniendo lugar a mi alrededor, como si la música alta solo fuera una melodía de piano que me acurruca el corazón en una manta caliente.

Separo mi rostro un poco de él para recobrar el aliento. Siento como si hubiese nadado dos metros bajo el mar. Percibo el calor de su cuerpo, el hormigueo constante en mi piel...

–Espera... Hamlet...

El no me hace el menor caso, porque vuelve a impactar sus labios con los míos.

Lo vuelvo a separar de mi, pero esta vez se despega luego de morderme el labio inferior con suavidad.

Tiene los ojos cerrados, su frente contra la mía y respira con pesadez, agitado y tenso. Desliza la lengua sobre sus labios durante un segundo, un gesto que hace que tenga que apartar la vista de él. Mis labios parecen palpitar, mi corazón bombea con fuerza y siento un leve escalofrío recorrerme la espina.

«He besado a Hamlet. He besado a Hamlet. He besado a Hamlet...»

El pelinegro deja ambas manos sobre mi cintura, pero apenas siento su tacto como un roce. Me empiezo a tensar cuando de forma inesperada pone distancia entre nosotros, y veo que me está examinando pero tiene una expresión tan imparcial que no puedo saber que está pensando, si se arrepiente, si le ha gustado, si en verdad solo ha querido descargar las ganas conmigo o si en verdad le gusto tanto que me ha besado porque es lo que lleva tiempo anhelando. Honestamente, deseo que sea lo último.

O tal vez, también deseo que sea el chico que envía mensajes de amor.

Me deja boquiabierta cuando sus ojos se desplazan desde mis pies hasta mi rostro, para luego darse la vuelta y marcharse a la pista de baile.

Siento el llanto amontonádose en mi garganta a medida que lo veo alejarse, y mis ojos arden por mantenerlos tan abiertos debido al shock. Doy la espalda a la fiesta y apoyo la cabeza contra la pared que tenía detrás de mi. Mi pecho se comprime con cada intento que hago de no llorar, pero el dolor se expande ante la certeza. Era obvio que iba a pasar. Era obvio que Hamlet me gustaba, y ahora me doy cuenta que posiblemente desde niños siempre tuve los ojos puestos en él...a pesar de todo.

Las lágrimas descienden por mis mejillas con en una cascada, y me llevo las manos al pecho.

Por un momento pensé que yo también lo había hecho sentir algo, que en el fondo le gustaba lo suficiente como para arriesgarse y besarme. Que luego, me pediría algo serio porque era lo que siempre había estado esperando. A lo mejor fui ingenua, lo sé, pero ¿Qué tiene de malo esperar siempre lo mejor de las personas? Me hubiese bastado con que estaba confundido, y que necesita a un tiempo para pensar, porque eso significaba que se tomaría en serio lo que sea que acabamos de tener, aunque ni yo misma lo tenía claro

El chico que enviaba mensajes de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora