(Una historia entre Sebastian Stan y Daniel Brühl)
A veces sin siquiera buscarlo las cosas ocurren, momentos donde todo se vuelve un caos.
En la esquina de un lujoso restaurante de Barcelona estaban ellos, Daniel junto a su deslumbrante esposa y Sebastian con la rubia madrileña que le había robado el corazón hace algún tiempo; se habían encontrado en España, como maravillosa casualidad, y es que el castaño no pudo evitar la invitación a cenar de Alejandra, con esa sonrisa que encantaba a todos y con la intención de conocer un poco más a los amigos de su novio.
Pasaron un rato allí, compartiendo entre risas y conversaciones con un español que Daniel extrañaba practicar luego de un largo periodo en Alemania. Estaba cada pareja frente a frente en aquella mesa, mientras las copas de champaña y vino llegaban tan rápido como salían vacías ahí, pocas veces se coincidía con amigos en algún lugar de Europa, por lo que no había que perder el tiempo.
Cuando ya las mejillas pintaban un leve rubor en cada uno por efecto del alcohol y las anécdotas de Felicitas inundaban el encuentro, miradas más largas de lo esperado entre Sebastian y Daniel no se pudieron evitar, primero curiosas, luego con un poco de deseo que hacía que la piel de ambos ardiera y las manos sudaran por lo que estaban viviendo, y sin quererlo, disfrutando. No pasó mucho y el pie del español-alemán comenzó a jugar con las piernas de Stan por debajo de la mesa, subiendo y bajando de manera suave pero que logró que la temperatura de ambos subiera a mil.
Para su sorpresa, Sebastian estaba con el corazón a tope, redescubriendo algo que sintió hace unos años atrás con Brühl, como una ilusión, como un mal juego en su mente. Sin poder controlar siquiera las reacciones de su cuerpo ante los toques indiscretos de su compañero de pantalla, el cosquilleo aumentó y su entrepierna despertó como hace tiempo no lo hacía. Se le revolvió el estómago entre vergüenza y miedo de no poder ocultar su estado frente a su novia y frente a la esposa de su amigo. No pudiendo aguantar más se disculpó con el resto para ir al baño; las mujeres presentes no se inmutaron en medio de su conversación, pero Daniel lo miró con unos ojos entre deseosos y asustados por una posible desaprobación a su comportamiento.
Con apuro entró a uno de los baños cerrando la puerta y se apoyó en la fría pared, con la respiración agitada sin poder creer aún en el descarado coqueteo que estaba teniendo con ese hombre que conocía hace años. Pasó su mano sobre su pantalón rogando al cielo que su cuerpo se calmara y no le siguiera jugando una mala pasada hasta terminar la noche.
Al pasar unos minutos, Alejandra preguntaba un poco extrañada por la tardanza de su novio y mirando a Daniel casi pidiendo por favor para que este fuera al baño de hombres a ver si todo iba bien. El castaño entendió de inmediato la señal que le estaba dando y se dispuso para dirigirse al baño, con el corazón en la mano preguntándose si podría soportar unos minutos a solas con Sebastian.
-Stan, hombre, ¿estás bien? – preguntó muy despacio al entrar al lugar, con cuidado, en el caso de que hubiera más personas con ellos. No obtuvo respuesta, pero si una agitada respiración en el baño del fondo; se acercó con sigilo hasta sentir el pestillo de la puerta para luego abrirla y verlo allí, con la camisa un tanto desabrochada que mostraba parte de su pecho y la cara roja de aturdimiento.
Sebastian en respuesta solo agarró el borde de la chaqueta de su compañero para hacerlo entrar en el pequeño cubículo y dar un portazo. Sin soltar su agarre lo atrajo a él mirándolo a los ojos, reflejando lujuria y deseo. La mirada se sintió eterna y el beso que parecía inevitable finalmente llegó, caliente, desesperado, haciendo que sus lenguas chocaran y jadeos salieran en busca de oxígeno. Ambos agradecieron a Dios, o cualquier ser divino porque nadie más haya entrado en la habitación en esos momentos.
Las manos de Stan revolvían el cabello y bajaban a la espalda de su amante, con nervios, como si fuera un adolescente viviendo su primer encuentro amoroso. Aún sin decir una palabra pues la escena hablaba por si sola, Daniel bajó su boca besando su cuello, aspirando su olor a perfume y sudor, deseando que el momento no acabase jamás.
-Daniel, por-por favor, dime qué estamos haciendo, en qué momento llegamos a esto... -Dijo susurrando en su oído, sin parar de jadear ante los besos húmedos y las manos necesitadas del contrario.
Brühl dejó de besarlo al escuchar sus palabras, para mirarlo directo a los ojos, aunque sus manos seguían bajando hasta presionar sus caderas. -Dime que me detenga y juro que lo haré ahora mismo. – mencionó, muy contrario a sus palabras pues cada parte de su cuerpo solo pedía y exigía más.
-Dios, no sabes cuantas noches susurré tu nombre deseando esto... - dijo contra sus labios y agarrando su cara con fuerza. -Necesito esto, necesito de ti... pero no aquí, no ahora. – terminó diciendo con la respiración agitada y volviendo a sus labios con más desesperación que antes.
Daniel sonreía ante las palabras de Sebastian, pues no era el único que había deseado que este momento pasara, que sus bocas se encontraran y sus manos perdieran el control con toques desenfrenados. Por último, bajó su mano metiéndola en el pantalón y rozando con sus dedos la abultada entrepierna del de ojos azules -ya veo que al menos una parte de ti me necesita.- dijo con una sonrisa coqueta y dando pequeñas mordidas en sus labios.
El corazón de Stan se agitó más después de eso, como si aquello fuera posible. -Te espero hoy a la medianoche, en el Palace... te enviaré la habitación por mensaje de texto. Por favor no faltes. -rogó con una voz apenas audible y con sus manos aún atrayéndolo hacia él. Daniel solo lo miró con felicidad, amor y unos ojos que pedían a gritos que llegara ese momento.
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WinterBaron ~ One Shots
RomanceRelatos cortos de James Barnes y Helmut Zemo que te transportarán a distintos escenarios repletos de amor, pasión y algunas risas🖤 Escritos por Michelle y Valentina.