12. Musa

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James Buchanan Barnes se había convertido

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James Buchanan Barnes se había convertido

en la salvación de Sharon Carter,

en la revelación del mundo de la moda,

en una nueva definición de belleza.

Y en la musa del diseñador Helmut Zemo.

Esa mañana no podía parecer peor para la rubia pasante de moda, quien tenía su trabajo de ensueños colgando de un hilo, y cuyo día parecía ponerse aún más desafiante haciéndola chocar en una angosta calle de Brooklyn. No había sido ni medio día y ya se encontraba en un pequeño taller mecánico del vecindario esperando para ser atendida y poder asistir a su reunión de mediodía en las oficinas de Chanel en Carnegie Hill.

El alma le volvió al cuerpo cuando vio ante sus ojos aquello que andaba buscando, un modelo perfecto para el desfile de la marca en la próxima semana de la moda en Francia. Llevaba semanas buscando a alguien digno de trabajar con la promesa de Helmut Zemo. Y es que no era fácil de impresionar.

Demasiado altos, demasiado bajos, demasiado flacuchos, demasiado básicos.

Para Helmut Zemo todos los candidatos que hasta el momento habían presentado eran esperables. Y odiaba lo esperable. Estaba seguro de que había llegado hasta ahí porque pensaba diferente al resto, y ahora, en pleno apogeo de su carrera no podía dejar espacio para ningún error.

Aquella perfección que el sokoviano estaba buscando había sido encontrada.

James Barnes trabajaba en el taller de su padre desde que dejó la escuela, haciendo las tareas pesadas que él ya no podía hacer por su avanzada edad.

Era un veinteañero alto, de contextura media-delgada, cuerpo trabajado, una mirada azul profundo, y una sonrisa cautivante. Nadie podía adelantar su potencial bajo ese overol engrasado, pero Sharon si podía verlo. No por nada era la mano derecha de Zemo.

Tardó un poco en convencerlo, pero siempre se salía con las suyas. James se duchó rápidamente y se puso sus prendas más "elegantes" para disponerse a acompañar a Carter a la reunión que tendría en menos de una hora. El tiempo corría en su contra, e iba a aprovechar esa misma tarde para presentarlo ante la comisión ejecutiva.

Helmut se encontraba en su oficina cuando la rubia interrumpió el silencio que allí reinaba, tenía la respiración agitada por subir las escaleras; llevaba a James del brazo, como si se tratase de un chiquillo. – Sharon, te he dicho más de una vez que no puedes entrar de esa forma a mi oficina. – dijo el diseñador con voz rasposa.

-Puedes retarme más tarde, Helmut, pero ahora vamos a lo importante. Aquí te traigo tu diamante de la próxima semana de la moda. Nos falta pulirlo, es cierto. Pero estoy segura de verás lo mismo que yo estoy viendo ahora.

Bucky no se atrevió a hacer nada más que levantar su mano en señal de saludo. Estaba inmutado. La sola presencia de Helmut llenaba el lugar. Parecía intimidante, en extremo elegante, pero estaba seguro de que no era una mala persona. Era un sexto sentido que desde pequeño compartía con su madre.

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⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

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