La piel de Helmut ardía.
Eran apenas las 2 a.m. y muy contrario al frío que hacía afuera, propio de una noche de invierno, Zemo se sentía en llamas. Extrañaba a James.
No, no extrañaba a James. Lo necesitaba.
Bucky Barnes en ese momento se encontraba a miles de kilómetros de distancia, en Bucarest, en medio de una misión con Sam y Joaquín, mientras que su novio se encontraba en el departamento que compartían en Nueva York.
Helmut no lo dudó, y acompañado de un "buenos días, soldat" envió una foto de su cuerpo totalmente desnudo al súper soldado. Y la respuesta no tardó en llegar.
Zemo se encontraba en la cocina, tratando de distraer y esfumar esa necesidad a la piel de Barnes y ese fuerte deseo de tenerlo con él restregándose el uno con el otro, cuando su celular sonó y el solo escuchar su voz lo hizo temblar y derribar su absurdo intento por calmarse.
-Buenas noches para ti, cariño, ¿qué haces tan tarde despierto, todo bien en casa? – Al fin habló Bucky de forma suave, típica en él cuando estaba compartiendo con más personas, y es que allí donde estaba eran apenas las 9 a.m. y se encontraba en medio de una reunión, pero esa fotografía no la podía pasar por alto. Conocía cada rincón del cuerpo de su novio, había memorizado cada lunar y besado cada peca de su espalda, pero ver una foto de él hacía que su corazón latiera más rápido, como la primera vez.
Pero Helmut quería provocarlo, no estaría dispuesto a detenerse hasta escuchar esos ansiados gemidos en su oído, aún así estos fueran por teléfono. -Estoy jodidamente caliente, James, te necesito aquí conmigo. Ahora. – dijo con hambre, pasando su mano por sobre su pantalón, rozando su entrepierna. Ya no había vuelta atrás.
-Bebé, sabes que no puedo, ya mañana por la noche vuelvo a casa. – sentía lastima por sí mismo, él también anhelaba aquello.
El castaño tomó la crema de avellanas de uno de los estantes, y con la mano contraria a la que sostenía su celular logró abrir el envase.
-No encuentro la hora de que llegues. Pero algo podemos hacer mientras... - No había más que deseo en su voz. Totalmente suplicante.
-Cariño, no puedo hacer esto ahora. No aquí. - Pero su petición fue totalmente ignorada.
-Dime, James, dime qué te gustaría que te hiciera.
Barnes con las mejillas encendidas soltó una risita nerviosa, Helmut sabía los efectos que producía en Bucky al hablarle así, el pedirle detalles, el que le hablara sucio; ambos adoraban ese jugueteo, al que James terminó por aceptar. -Mmm, me gustaría que lo pusieras en tu boca y... - como un susurro describió detalladamente cómo le gustaría que Helmut le hiciera una mamada en ese momento. Y este lamió y chupó su dedo embarrado de crema, de una manera casi obscena, pensando en llenar su boca con el miembro de su novio, mientras este lo miraba con sus penetrantes ojos azules. El castaño lo quería ahí, sobre la mesita de la cocina, tomándolo sin piedad.
Sin cortar la llamada Helmut volvió a su habitación y se recostó sobre la cama. Y podría jurar por el silencioso ambiente que sonaba al otro lado del teléfono que James también había buscado desesperado una habitación o un baño.
Zemo se despojó de su pijama en segundos, y enredándose en las sábanas sacó de su mesita de noche uno de sus juguetes sexuales favoritos. Bajó su ropa interior y derramando un poco de lubricante sobre su miembro erecto lo introdujo en el masturbador, pensando y sintiendo a Barnes sobre él. Soltó un pequeño gemido que James percibió como un escalofrío en su espalda.
-Desearía que estuvieras aquí, amor, besar todo tu cuerpo, partiendo por tus labios y bajar y bajar, lamer tu pecho, pasar mi lengua por el borde de tu ombligo y seguir bajando hasta que abras tus piernas para mi.
Zemo continuó detallando con ese delicioso tinte sokoviano en su voz. James al otro lado del teléfono se deshacía entre sus toques y su fantástica imaginación que hacía completar esas imágenes mentales de Helmut apoderándose de su cuerpo y él retorciéndose con este. Sentado sobre un sofá, Barnes desabotonó su camisa y con su mano de vibranio recorrió su cuello, sus pezones y bajó a su vientre, imaginando la lengua de Zemo, y haciendo que el frío del metal chocara de manera electrizante con lo caliente de su piel.
El silencio y la alteración en la respiración de James hacían saber a Helmut que estaba consiguiendo aquello que quería, que ambos disfrutaran de un buen rato. Que ambos se necesitaran un poco. Y continuó -Luego bajaría de nuevo a besar tus piernas, dejaría marcas en tus muslos. Te haría sentir que eres mío. -Mientras seguía pensando en como marcar y explorar con su boca el cuerpo de Barnes, Helmut tocaba su torso desnudo y sus caderas se movían de manera casi instintiva, al compás de las suaves subidas y bajadas que daba con el masturbador.
-Es mi turno, cariño... ahora sería yo el que te besaría como tanto te gusta. Caliente. Tomaría tus muñecas y las podría sobre tu cabeza para tenerte complemente para mi, bajaría dejando marcas rojas en tu cuerpo. Estarías duro por mi, Zemo. – Su voz sonaba totalmente perdida por el placer. Pensar así en el barón lo volvía totalmente loco, e imaginarlo justo ahora tocándose por él hacía que su corazón latiera a mil. Y entre suspiros y quejidos siguieron detallando hasta el más mínimo beso.
-Dios, Jamie. No me detendría hasta que me pidas que te tome, que te coja fuerte. Hasta que enredes tus piernas en mi cintura. Hasta que grites mi nombre mientras me ruegas ir más rápido, temblando... - El pensar en esa deliciosa imagen mental hacía que Zemo se moviera más rápido, que su propia espalda se arqueara, y sintiera ese increíble calor en el estómago que le indicaba que ya pronto acabaría. Y acabaría por James, por ese hombre que lo tenía completamente loco de amor y deseo.
Bucky por su parte ya se había despojado de su camisa, y bajado su pantalón, necesitaba tocarse, masturbarse. Necesitaba poner sus dedos en su entrada para acercarse un poco a lo que Zemo le hacía sentir, abrirse y cerrarse para su novio era la mejor sensación de este jodido mundo. -Helmut... qué daría por estar sobre ti justo ahora. Joder, cariño... - sus caderas no mentían y sus gemidos tampoco. Sintió un escalofrío y electricidad en todo su cuerpo. Se vino allí, en una de las salas de reuniones, sintió vergüenza de solo pensarlo.
-Gracias por siempre complacerme, precioso. No veo la hora de que llegues y podamos hacer todo esto juntos. Te amo, como no tienes idea. – dijo Zemo con una dulzura en su voz. Ambos seguían tocándose, ahora más lento, disfrutando de lo acababa de pasar, y riéndose como un par de adolecentes enamorados.
Abriendo de golpe la puerta de la sala donde se encontraba James, aún desnudo, entraron Sam y Joaquín besándose descaradamente mientras el menor quitaba la chaqueta con desesperación del contrario. Ambos totalmente perdidos entre sí hasta que escucharon el grito de Barnes, quien se estaba subiendo los pantalones rápidamente y tratando de no mirar la evidente escena que estaban presentando sus amigos, mientras estos se percataron de que habían sido descubiertos y con el rubor en sus mejillas los tres trataron de hacerse los tontos.
Eran cerca de las 10 de la mañana en Bucarest, y todos estaban en llamas.
ESTÁS LEYENDO
WinterBaron ~ One Shots
RomanceRelatos cortos de James Barnes y Helmut Zemo que te transportarán a distintos escenarios repletos de amor, pasión y algunas risas🖤 Escritos por Michelle y Valentina.