Nuestra salvadora, Ivete

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                                                                      Ivete

                                                                  25 años

Había terminado de hacer la mermelada y el manjar que iba a vender mañana temprano, por lo que estaba lavando las ollas que utilicé.

Félix se había ido a jugar al pueblo. No me preocupaba mucho por él, sé que es un niño todavía, pero conozco a todos los habitantes, estoy consciente de que mi máxima preocupación es que me diga que se comió una mariposa o que se raspó mientras trataba de subirse a su árbol favorito.

Ya hacía aproximadamente un año desde que me mudé a este lugar con Félix.

Un año sin estar metida en la organización y disfrutar ser "madre".

Gracias a ser una de las participantes más activas y antiguas, pude resguardarme en una casa cerca de un pueblo que antes solía vivir uno de los fundadores de la organización (No sé ni como lo conseguí, pero ahora me lamento cada vez que toca limpieza por haber aceptado una casa de tres pisos) y una larga y bien merecida licencia para estar tranquila antes de que las cosas se pongan verdaderamente feas.

Obviamente tengo que hacer una que otra cosa, pero por lo menos todavía le puedo decirle a mi hijo que voy a vender mis mermeladas en otro pueblo que está cerca.

Se que debería sentirme horrible por mentirle, pero no lo puedo exponer al peligro, no todavía. Necesita curarse primero.

Félix no es mi hijo biológico, pero somos similares: el mismo color de pelo, los mismos gustos e incluso algunos dicen que tenemos la misma sonrisa. Lo amo como mi hijo y eso basta para que sea mío.

Sus primeros años han sido muy duros para él. Desconozco lo que tuvo que pasar antes de que yo lo conociera, pero sé que le afecto lo suficiente para perder el habla.

Ya había terminado de secar y guardar todo cuando escucho la puerta trasera abrirse.

—Félix, si vas a entrar a la casa, más te vale que tus zapatos estén limpios— Cuando me volteo a verlo siento que me está ocultando algo— ¿Todo bien?

Desde que vi que Félix no estaba manchado como usualmente lo está y tampoco tenía las manos rojas por agarrar las cerezas de nuestro jardín como siempre lo hace después de salir al pueblo me di cuenta que esta rara la situación. Además, noté que no había entrado por completo a la casa, estaba arrimado a la puerta mientras tenía la respiración agitada.

Algo no está bien

—Félix, cariño. ¿Me puedes decir que pasó? — Mi voz sonaba preocupada.

¿Me encontraron? ¿Félix fue visto por alguien? ¿Usó mi teletransportador?

Iba a acercarme para ver que pasó, pero vi como sus pequeñas manos empezaron a moverse para poder comunicarse:

Ayuda

Esto está empezando a activar todas mis alarmas.

—¿Ayuda? ¿En que necesitas ayuda cariño?

Al momento que terminé de formular la pregunta Félix entró, pero no estaba solo, traía a una niña de la mano.

Era un poco más alta que Félix y notablemente más delgada. Tenía el pelo rojo y pecas por todo su cuerpo y manchas de líquido dorado en un largo vestido color crema, el cual también estaba sucio y roto en algunas partes. Estaba pálida y se la veía asustada.

—Félix ¿Quién es esta niña y porque están así? — Dije, mientras trataba de no mostrarme asustada para que no se alarmen ninguno de los dos.

—Me escapé y él me ayudó— Dijo la niña con voz temblorosa— Me iban a atrapar, pero me salvó.

Las memorias de ellos (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora