Ocaso

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Mientras Natalie continuaba confiándome todos esos sentimientos de angustia y frustración, sus experiencias más tristes vividas a lo largo de su infancia y también durante su vida académica, mi corazón no podía dejar de sentirse acongojado por lo cruel que había sido el destino con ella. A veces los dioses pueden ser crueles, pero en ocasiones parece como si se ensañaran con alguien en particular; en este caso, parecía que lo habían hecho con la joven médica. Incluso ella misma me decía que sentía como si una especie de energía negativa la hubiera rodeado y que eso tal vez haya influido en todo lo que le había ocurrido. Intenté serenarla y que hiciera a un lado aquellos pensamientos:

_Sin duda lo que viviste no fue algo grato, pero si las cosas se dieron de esa manera es porque todo pasa por una razón...Debes aprender de esas experiencias duras y seguir adelante; no puedes permitir que se conviertan en un pasado que te persiga y te destruya Natalie... Tómalo como situaciones que te ayudarán a fortalecerte en el futuro. Quizás no lo comprendas en un principio, pero más adelante sabrás por qué las cosas tenían que ser así. A veces para alcanzar la luz se tiene que pasar por una intensa oscuridad. Recuerda que sin ella, jamás podríamos ver las estrellas... Cada mañana nacemos de nuevo. Lo que hacemos hoy es lo que más importa, y tú estás aportando tus conocimientos y tu esfuerzo para ayudar a las personas de este Santuario y de los pueblos de los alrededores, y eso sin duda, es algo bueno y maravilloso Natalie. Confía en tus esperanzas, no en tus miedos; acepta lo que es, deja ir lo que fue, y ten fe en lo que será. No dejes que el mundo cambie tu sonrisa_ , le dije con la mayor determinación que pude encontrar dentro de mí, pues ella necesita volver a confiar en sí misma y en sus capacidades en estos momentos, luego de haber pasado tanto tiempo con personas que a través de sus actitudes para con ella, provocaron que empezara a dudar de sí misma y que su autoestima disminuyera.

Me partía el alma ver que habían quebrado su espíritu de esa manera, y provocaba que dentro de mí se encendiera una chispa de ira que a duras penas conseguí extinguir. Detestaba verla triste y apagada, por eso mismo me propuse hacer todo mi esfuerzo para sanar su alma. Ella debería sonreír y reír todo el tiempo, y poder olvidar ese pasado que solamente le trae malos recuerdos; ésa sería mi misión a través de estas sesiones de meditación.

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Habían pasado varios días desde que había comenzado las meditaciones con Natalie, y estaba muy contento con los resultados que ella estaba obteniendo, puesto que poco a poco comenzaban a verse los frutos de dichos encuentros.
Una tarde durante una pequeña pausa en una de las sesiones, la joven médica me contó, en respuesta a mi pregunta sobre cómo se sentía al haber comenzado estos encuentros sugeridos por el Patriarca, que lentamente su ánimo había mejorado, lo mismo que su humor; ya podía levantarse de la cama con ganas de comenzar un nuevo día, y hasta incluso ya odía decir que incluso la frustración estaba alejándose poco a poco de ella.
Al oír sus palabras, no pude evitar que mis labios se curvaran silenciosamente en una sonrisa interceptible; realmente el Patriarca había tenido una excelente idea al sugerir realizar las sesiones de meditación. Creo que la joven necesitaba oír las palabras adecuadas que logren alejar la oscuridad en este momento de su vida en el que la melancolía ha ensombrecido su alma durante tanto tiempo. En eso tenemos algo parecido, sólo que en mi caso no tenía a ninguna persona que me acompañara en mis momentos más oscuros; mi vida había sido muy solitaria desde muy pequeño, y si bien aún continuaba siéndolo, ya no sentía la misma soledad que antes. Tenía una sensación de calidez que jamás había sentido, y mi humor también había experimentado mejoría; era como si yo también estuviera sanando de a poco, a la par de Natalie.

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He aprovechado la ocasión para venir a Rodorio, ya que ya era tiempo de visitar a mis queridos amigos. Desde que aún era un muchacho, y una vez que ya me había instalado totalmente en el Santuario, cada quince días me encargaba de traer ropa y alimentos para las personas más humildes del pueblo. Si bien no podía ver las expresiones de sus rostros, sentía la felicidad en sus almas al saber que ese día podrían probar alimento, o que iban a tener una nueva prenda de vestir. El hecho de alegrarse por las cosas más simples, era una muestra de la pureza del alma de estas personas. Las circunstancias por las cuales estaban atravesando me recordaban a mí mismo durante los primeros años de infancia, cuando sólo era un pequeño niño ciego y huérfano en las calles de la India.

Realizar ese modesto acto de entregar aquellas elementos básicos para la vida de las personas, no sólo alegraba mi corazón en sí, sino que me sentía en particular más alegre debido al sentimiento que se había desarrollado dentro mi corazón, y del cual la única responsable del mismo, era Natalie.
No pude evitar sonreír inconscientemente mientras entregaba los alimentos a unos ancianos; al parecer ya no podía controlar las acciones de mi cuerpo debido al amor por la joven que crecía en mi interior . Desconozco cuánto tiempo había estado en un estado como de ensoñación, del cual sólo fui capaz de salir debido a que un amable anciano tomó una de mis manos y le dió un pequeño apretón, lo suficientemente fuerte como para hacerme volver a la realidad.

_Joven caballero, ¿se encuentra usted bien? Noto que el día de hoy se encuentra un poco distraído... ¿acaso lo tienen a mal traer las preocupaciones en el Santuario?_, me dijo el anciano por lo bajo, para que solamente yo pudiera oírlo.

Me sobresalté un poco al escucharlo, puesto que no me había dado cuenta de que en realidad mi mente no se encontraba en el lugar en el que yo estaba físicamente, sino que mis pensamientos estaban con Natalie. ¿Qué estaría haciendo en esos momentos? ¿Se habría desocupado ya de sus labores cotidianas? Tal vez podría invitarla a almorzar, y si se presenta el instante propicio, podría hablarle por fin de mis sentimientos. Si bien me ponía nervioso el hecho de exponer mi corazón ante la muchacha, tampoco quería que el tiempo pasara sin que ella supiera lo que sentía, puesto que el reloj del destino estaba corriendo, y cada minuto era un preciado tesoro pasarlo junto a ella.

_No quisiera ofenderlo con lo que le voy a decir, pero la expresión en su rostro es muy similar a la de alguien que está enamorado... Si no supiera que el Santuario de Athena tiene unas reglas muy rigurosas en cuanto a la conducta de sus caballeros, juraría que usted está pensando en alguna joven...pero claro, son los desvaríos de un anciano torpe; por favor, disculpe usted mi tonto comentario, caballero de Virgo..._ , exclamó el avejentado hombre, sus últimas palabras sonaban con un temor implícito al mencionarlas.

Coloqué mi mano libre sobre la del anciano y le dí una palmada amistosa, para alejar todo rastro de miedo que él pudiera tener sobre expresar sus pensamientos, mientras mis labios se curvaban en una leve sonrisa, que buscaba tener el mismo efecto que el gesto de mi mano. ¿Cómo podía aquel hombre haber adivinado mis pensamientos, aún sin poseer ningún poder sobrenatural que le permitiera hacerlo? Sin duda, los humanos son sorprendentes; con los años acrecientan el conocimiento sobre el corazón y el alma a tal punto que no requieren de ninguna habilidad especial para ello. A pesar de que el hombre tenía razón, no podía darle una respuesta afirmativa a su pregunta, por lo que intenté esquivarla lo mejor que pude, para luego prometerle tanto a él como a las demás personas que allí se encontraban, que volvería a visitarlos en cuanto pudiera.

Aunque quizás esta fuera la última vez.

CONTINUARÁ...

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