Sol de medianoche

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Luego de haberle confesado a Natalie lo que sentía por ella, me sentí inmensamente aliviado de haber sido capaz de abrirle mi corazón, además de enormemente feliz de saberme correspondido, lo cual jamás me hubiera imaginado.
Que un muchacho ciego fuera amado por una mujer era algo impensado en este tiempo, pues eran considerados parte de los marginados de la sociedad.
Mientras tenía entre mis brazos a Natalie y probaba por primera vez lo que era un beso, así como saboreaba la calidez de su piel y la dulzura de su boca, sentía que mi corazón latía desbocado y que mi alma experimentaba una especie de frenesí.
Suspiro profundamente en el alféizar de mi ventana, con mi rostro orientado en dirección hacia la luna mientras intento que el sueño me envuelva en su calmo abrazo. No he podido dormir desde el encuentro que tuve con la joven médica en el Jardín de los Sales Gemelos, pues cada vez que intento conciliar el sueño, vienen a mí los recuerdos del maravilloso momento que ambos experimentamos juntos por primera vez _puesto que sabía que aquel no era sólo mi primer beso, sino también el primero de ella_. Agradecí internamente a los dioses que me permitieran ser el hombre que probara esos virginales labios femeninos por primera vez, y rogaba que no fuera la última.
Cada vez que estoy con ella siento que todo está bien, que no existe nada malo en este mundo que pueda destruir el perfecto momento entre nosotros y que el sol brillará en el horizonte, anunciando que no habrá más tristezas que puedan lastimarla. Deseo que todo el amor del mundo la cubra, pues está en mis manos la capacidad para que pueda ser feliz... La amo como nunca he amado en toda mi vida, y gracias al amor que siento por ella tengo la fuerza necesaria para poder luchar contra cualquier adversidad que se presente.

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La tragedia había golpeado las vidas de los habitantes de Rodorio y del Santuario con aquel ataque que los espectros de Hades, bajo las órdenes del Juez del Infierno Minos de Grifo, perpetraron en las que hasta hace poco tiempo habían sido tierras apacibles. Muchas vidas se habían perdido en ese enfrentamiento: hombres, mujeres, niños, ancianos, caballeros del Ejército de Athena, entre ellos Albafica de Piscis. El guardián de la última Casa Zodiacal fue el primero de nosotros en enfrentar a los subordinados del Dios del Inframundo, y a pesar de haber dado todo de sí, no pudo sobrevivir al ataque del que era considerado el Juez más fuerte del Infierno, si bien se llevó consigo la vida de éste último también. Con mente más clara luego de la última meditación, puedo comprender la razón por la cual Albafica se enfrentó solo a todos esos espectros y a Minos de Grifo: quería demostrar que su vida tenía un propósito valioso, que era capaz de luchar con todo su poder al igual que él resto de sus compañeros de armas y así dejar de ser visto como un estereotipo, como lo había sido toda su vida... la belleza había sido para él una maldición.

Los habitantes de Rodorio poco a poco intentaban reunir sus escasas posesiones y reconstruir lo poco que les quedaba luego de aquel ataque perpetrado por las huestes de Hades; familias enteras habían sido separadas por la cruel muerte ese fatídico día. El Patriarca Sage había enviado grupos de caballeros de bronce y aprendices para prestar ayuda en estos momentos difíciles y así colaborar en la reconstrucción del pueblo lo más pronto posible. Cada uno estaba poniendo su pequeña colaboración para ayudar al otro, así como nos encontrábamos trabajando a destajo y a contrarreloj para frenar el avance del Lienzo Perdido, el cual se extendía por el cielo a paso lento pero sin detenerse, para así acabar con la amenaza del ejército de Hades cuyo plan era borrar a la humanidad de la faz de la Tierra.

Después de lo acontecido en el Jardín de los Sales Gemelos, había tratado de seguir con mis días como habitualmente lo hacía: meditar en soledad, acumular todo el cosmos que me fuera posible como me había encomendado el Patriarca para cuando mi momento de entrar en la batalla llegara; además continuaba con las sesiones de meditación que había comenzado con Natalie antes de los últimos acontecimientos... aunque se podría decir que prácticamente no habíamos podido completar ninguna, ya que desde el día en que le declaré mi amor, me era prácticamente imposible no interrumpirlas para demostrarle mi afecto y cuánto significaba para mí estar a su lado ya no como su amigo. Las horas de meditación se habían convertido en momentos en los cuales podíamos expresar mutuamente nuestros sentimientos, no sólo a través de palabras, sino también mediante el contacto físico: besos y abrazos se habían convertido en nuestro lenguaje favorito mientras disfrutábamos de la compañía mutua en la apacible paz del Templo de Virgo, el lugar secreto para nuestro romance, el cual se encontraba prohibido para los caballeros de Athena. Intentaba no pensar en ello ni en cuántos votos estaba rompiendo al haberme enamorado de Natalie mientras acariciaba la suave y tersa piel de sus hombros tras una larga sesión de besos, que habían comenzado siendo castos y recatados pero que con el correr de los minutos modificaban sus características, aumentando su cadencia y transformándose así en besos cargados de una pasión intensa, que sin quererlo iba surgiendo desde el fondo de mi alma, haciéndome saber que al igual que otros hombres, yo no era ajeno al deseo.

Había descubierto esa parte oscura de mí cuando me dí cuenta que la amaba. Quería todo de ella: su mente, su hermosa alma que tanto había sufrido, su gentil corazón... pero también quería su cuerpo, y haberme dado cuenta de ello me avergonzaba un poco. Quería saber cómo se sentiría probar sus labios, acariciar su piel, estar entre sus brazos y deleitarme con su femineidad, como nunca había conocido jamás... Llenarme de ese sutil aroma a rosas que emanaba de su piel cada vez que se acercaba a mí, y que me hacía querer rozarla con mis dedos para saber si en verdad estaba allí conmigo. Saberla cerca hacía que perdiera todo pensamiento racional. Cada vez me costaba más controlar los impulsos de mi cuerpo, por lo que requería de toda mi concentración y fuerza de voluntad para no ceder ante ellos, puesto que no quería que nuestra relación fuera como las demás; no deseaba ser simplemente un hombre que se aprovechara de las circunstancias para arrebatarle su virtud. Sabía que ella no tenía experiencia en este tipo de relaciones humanas al igual que yo, y me maravillaba la idea de que descubriéramos este nuevo camino juntos, al igual que secretamente deseaba ser el primer y único hombre que la tocara. Ella llegó a mi vida y encendió mi alma  como si el fuego salvaje se hubiera apoderado de mí, quemando todo lo que conocía o lo que pensaba que sabía sobre la vida. Me ha puesto en el laberinto de su alma, y yo estaría contento de atravesarlo por el resto de mi vida. Me perdí completamente en ella, pero al mismo tiempo no me siento perdido. Sólo quiero tener la oportunidad, si los dioses me lo conceden, de amarla como ella se merece.


CONTINUARÁ...



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