Luz de luna

25 3 0
                                    

Luego de haber tomado la decisión de hablar con Natalie y decirle que la amaba, volví a mi tarea habitual y que el Patriarca tanto me había encomendado: acumular todo el cosmos que pudiera para lograr transformar los frutos del árbol Mokurenji en el arma que logre eliminar la inmortalidad de los espectros de Hades. Mientras me dirigía al interior de mi Templo, pensaba en cuál sería el momento adecuado para declararle mi amor a la joven. ¿Debería ir a verla a la Casa del Anciano Sanador, o sería mejor enviarle un mensaje pidiéndole verla en otro sitio? Sea lo que fuera, sonaba descabellado que un caballero dorado tuviera este tipo de comportamiento, el cual se consideraba completamente fuera de lugar debido al rango que portaba.
Además de eso, también lo que daba vueltas en mi cabeza era si ella iba a corresponderme. En el fondo de mi corazón, podía decir que estaba cien por ciento seguro de que Natalie sentía lo mismo que yo, pero debido a mi inexperiencia en cuestiones de relaciones humanas, la duda estaba allí, recordándome que no era igual al resto de los hombres, no sólo por el hecho  pertenecer a la élite más alta del ejército de Athena, sino debido a mi incapacidad para ver. La ceguera había marcado mi vida de tal modo que contribuyó a que mi personalidad se moldeara en torno a un férreo hermetismo. Pero tenía la esperanza de que Natalie haya logrado ver  a mi verdadero yo,el que se ha ocultado durante todos estos años  detrás de la máscara que me vi obligado a forjar para protegerme del mundo exterior y sus tribulaciones. Sabía que ella con su corazón bondadoso y empático sería capaz de amar a un ciego, y me había aferrado a aquella creencia durante todo este tiempo de la misma forma que a un mantra, anhelando amar y recibir de ella el mismo cariño y la devoción que  secretamente le profesaba. ¿Será que mi intuición está diciéndome la verdad, o esa corazonada que siento en realidad se trata de mi deseo ferviente y la esperanza de ser amado? 

Sé que ya no debo dudar puesto que no queda tiempo para ello; la arena del reloj está corriendo y poco falta para que se acabe, y con él mi vida misma... Debo confiar en mí y en mi intuición, la cual me guía inevitablemente hacia la joven viajera del espacio-tiempo, cuyo destino sé que está enlazado con el mío... 

********* 

Durante el resto de ese día intenté acumular todo el cosmos que podía a través de la meditación, pues sabía que no quedaba mucho tiempo por delante y debía aprovecharlo cuanto pudiera. Mientras estaba en trance, podía percibir atisbos de vibraciones provenientes del exterior, las cuales no eran para nada buenas: cosmos oscuros y llenos de ira se irradiaban desde seres malignos que formaban parte del Ejército de Hades, cerniéndose sobre tierras griegas; específicamente, sobre el pueblo de Rodorio, que era el más cercano al Santuario de Athena. Mi corazón comenzó a latir apresuradamente producto de la adrenalina que comenzó a correr por mis venas al percibir a nuestros enemigos tan cerca; al mismo tiempo, se encendió dentro de mí el espíritu de lucha, animándome a salir de mi Templo para sumarme a la batalla, más un pensamiento cortó de cuajo aquella idea que estaba decidido a llevar a cabo. El Patriarca Sage,  intuyendo lo que estaba pensando aún en mi estado de trance durante la meditación, fue capaz de comunicarse conmigo para decirme que no me adentrara en la batalla pues no era el momento propicio aún, y que continuara con la misión encomendada, ya que era la única persona que podría llevar a cabo la transformación de los frutos del Árbol del Mokurenji en armas capaces de eliminar la inmortalidad de los espectros de Hades. Si no lograba acumular todo el cosmos que me fuera posible, eso no podría llevarse a cabo, y toda la estrategia planeada para la Guerra Santa se vendría abajo. 

Un sentimiento de rabia se coló por un instante en mi mente; quería participar en la lucha para defender al pueblo y a sus habitantes, a los que había ayudado a cuidar durante todos estos años, pero sabía que el Patriarca tenía razón. En su sabiduría como cabeza del Santuario, había trazado toda una estrategia para el enfrentamiento contra el Dios del Inframundo y, por supuesto, no iba a permitir que los impulsos de un joven inexperto en este tipo de conflictos acabara con todo su arduo trabajo, para el cual se ha estado preparando desde la anterior Guerra Santa, en la que había participado y sufrido allí innumerables pérdidas de amigos y compañeros de armas. 

Solamente Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora