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Supongo que algunos tienen esas pequeñas pero molestas costumbres

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Supongo que algunos tienen esas pequeñas pero molestas costumbres.

Aunque el problema —o al menos, el empujoncito que nos encaminó a tal desenlace— aquí es que, no estaba en mis mejores días que digamos. Y cuando esto sucede... me torno algo irreconocible. Sólo un poquito.

Pero no fue culpa mía, él solito se lo buscó. Félix Graham de Vanily se lo buscó.

A Félix le encantaba masticar chicle.

No. No masticar. ¡Explotar!

Tenía el hábito de tener chicle en su boca el mayor tiempo posible. Cuando no estaba comiendo, durmiendo o completamente conmigo, lo veías mascando el chicle con una bebida en mano. ¡Y haciendo ese insoportable ruido!

Ni hablar de que el día no estaba cooperando en nada para mejorar mi humor. Cuanto más tiempo pasaba, más enojo sentía.

Todo comenzó con la bendita alarma, la cual sonó cuando se le vino en gana. Mientras que yo debía estar preparada a las siete de la mañana para salir directo a la parada del bus, el reloj sonó a las ¡SIETE TREINTA!

Tal parece que ese rubio de mi novio cambió la configuración para su sola beneficencia.

Qué hijo de su tan amable madre.

Amelie, yo la quiero pero... ¿cómo es que hacía con este simio que tiene por hijo?

Y era más que sabido que recibí una reprimenda en mi trabajo, lo cual como castigo para recuperar el tiempo perdido, me terminaron por dar el doble de mis tareas diarias.

¡Eso no tenía ni un poco de sentido! ¡Sólo había llegado cuarenta y cinco minutos tarde, no dos horas luego de mi entrada!

Además de atender a mi superior, tuve que acomodar recibos, reescribir documentos, actualizar precios. Y por si fuera poco, todos los presentes me pedían que les prepare sus respectivos cafés, peticiones que tuve que aceptar sin rechistar porque luego de mi demora, me encontraba en la cuerda floja.

Lo cual me parece una completa estupidez.

¡Es la primera vez en dos años que llego tarde, maldito dictador!

Sin mencionar que siendo de que tuve mucho más trabajo que de costumbre, en vez de terminar mi turno a las cuatro, salí a las ocho de la noche.

Prácticamente, un día de la mierda.

Todo esos negativos pensamientos se iban acumulando en mi mente mientras esperaba un taxi. Ninguno paraba ya que todos tenían apagado el cartelito de «libre».

Six Merry Murderesses (MLB OneShots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora